Este va a ser un post duro de redactar.
Mi segunda metedura de pata en los últimos diez años.
La primera la compartí en aquél post de junio en que os conté cómo es posible perder dinero habiendo comprado un casoplón por apenas siete mil euros. Solo unos pocos mierdecillas somos capaces de semejante habilidad, perder dinero cuando creíamos que íbamos a partir la pana. Y aquel post finalizaba anunciando que pronto os iba a relatar cómo pudo suceder que la contabilidad de una de mis sociedades estuvo durante 2017 en las manos de los peores gestores fiscales de España.
La cosa empezó cuando desde Ayuda T-Pymes, la estupenda gestoría fiscal que me llevaba estos asuntos desde hacía años -y siempre con gran satisfacción por mi parte- me anunciaron a finales del primer trimestre de 2017 que me iban a casi duplicar la cuota mensual. La excusa era que la mía era una empresa inmobiliaria y que ello les obligaba a llevar una contabilidad específica para este tipo de empresas, aplicando los gastos a cada activo correspondiente y teniendo que dedicarle mucha más atención que con una empresa normal.
Obviamente mi cabreo fue morrocotudo y mi primera reacción (poco meditada) fue salir pitando a buscar otra gestoría para que hiciera con urgencia la contabilidad del primer trimestre de 2017 y luego que siguiera llevando la contabilidad de la empresa.
Fue una decisión precipitada por los siguientes motivos:
- Mi altísimo grado de satisfacción con mi asesor de Ayuda T-Pymes. De hecho esa empresa ha continuado llevando la contabilidad de mi otra empresa.
- Su atención constante vía correo electrónico.
- Su atención inmediata vía telefónica.
- Su forma de involucrarse cada vez que le consultaba una duda fiscal.
- El precio que me habían cobrado hasta entonces era bajo. No pasaba nada porque lo actualizaran.
- Siempre es mejor lo conocido que dar un salto al vacío con proveedores nuevos, sobre todo en un asunto tan sensible como son los impuestos.
- La increíble estupidez de elegir nuevos asesores fiscales en apenas unos días.
Y no fue un error cualquiera, porque a quienes contraté para que me llevaran la contabilidad de mi negocio inmobiliario fue ni más ni menos que a los de Onetime, los peores gestores fiscales que me he echado en cara en más de 25 años de tratar con gestores fiscales.
En fin, que fue un error gravísimo.
Y las consecuencias han sido aún más graves.
Los primeros indicios de que la decisión no había sido acertada fueron tempranos.
Una de las formas que yo tengo para calibrar la calidad del servicio de cualquier proveedor es su "atención al cliente". Si te devuelven las llamadas telefónicas, el tiempo que transcurre hasta que responden a tus correos electrónicos, el plazo que emplean en resolverte los asuntos, etc. Pero principalmente el tiempo de respuesta a los correos electrónicos.
Hace tiempo que ya no respondo los correos gorrones que me siguen llegando cada día como una maldición bíblica, pero el resto de correos los contesto sobre la marcha si me pillan sentado frente al ordenador y en el plazo de unas horas si me pillan lejos de él. Y de estos últimos, si la respuesta requiere solo un par de frases, entonces los respondo también sobre la marcha con mi smartphone.
Sin embargo yo no le exijo esa misma rapidez a mis proveedores.
Ahora bien, a partir de las 24 horas sin respuesta me empiezo a mosquear. No doy la lata ni nada de eso, pero tomo nota.
Así que en el caso de la asesoría fiscal Onetime lo primero en lo que fallaron fue en que si les enviabas un correo lo más probable es que quedara sin respuesta y que si les llamabas por teléfono, la persona que buscabas nunca estaba disponible y luego nunca te devolvía la llamada. O sea, que pasan de sus clientes.
Y esto solo fue el primer indicio de lo que se avecinaba.
La primera metedura grave de pata vino en septiembre, cuando les dije a los de Onetime que iba contratar a una persona fija y que lo tramitaran todo para aprovecharnos de las facilidades que la Administración estaba dando a las empresas que hacían contratos fijos. En este caso, además, la nueva empleada tenía menos de 30 años y estaba embarazada. O sea, que cumplía todos los requisitos para que la empresa se hubiera beneficiado de hacerle un contrato fijo.
Pues bien, no se qué coño hicieron que al final no hubo subvención.
Y jamás conseguí que me lo explicaran. No respondieron mis correos electrónicos ni me devolvieron las llamadas.
¡Y tardaron un mes en enviarme la documentación laboral!
Ahí es cuando decidí que tarde o temprano tendría que prescindir de ellos.
Aunque por ahora me tocara contemporizar.
Lo siguiente fue a raíz de un problema gordo que me había surgido con la Agencia Tributaria acerca de unas inversiones que yo había llevado a cabo en 2016. La resolución de dicho problema recayó en Fiscaly, el genial fiscalista inmobiliario con el que contamos en el curso de subastas Triunfa Con Las Subastas y al que ya he mencionado alguna vez en este blog.
El caso es que Fiscaly monitorizó la solución, me redactó los escritos que presenté en Hacienda y me indicó lo que mis gestores fiscales tendrían que hacer para regularizar la contabilidad. Pues bien, cuando se lo comenté a Nuria Herrero, una de las gestoras de Onetime, la tipa alucinó en colores y me dijo a la puta cara que no tenía ni idea de lo que la estaba diciendo. Y que si lo llevábamos a cabo me estaría asegurando una inspección inmediata.
Entonces, tras insistir e insistir, conseguí que se involucrara su jefe, un tal Alberto Bravo, quien me dijo que era muy complicado de hacer y que cuando tuviera claro como hacerlo me llamaría para reunirnos y hablar de ello.
Naturalmente ni la llamada ni la reunión tuvieron lugar nunca.
Le comenté a Fiscaly la situación y finalmente fue él quien se vio obligado a involucrarse aún más en la solución, redactando todos los escritos y dando instrucciones precisas.
Y fue entonces cuando decidí dar marcha atrás, agachar la cerviz y regresar a Ayuda T-Pymes balando como un corderito. Había sido un error dejar de trabajar con ellos por la subida de precios y un error aún mayor caer en las manos de los de Onetime (la peor gestoría fiscal del mundo), pero habría sido imperdonable no saber reconocer ambos errores y rectificarlos.
Pero los mismos de Ayuda T-Pymes me comentaron que lo mejor sería seguir con los de Onetime hasta final de año para que fueran ellos los responsables de la contabilidad del año 2017 completo.
A estas alturas yo ya estaba convencido de su incompetencia y ellos ya sabían que me iba, así que me hicieron sudar la gota gorda durante el cuatro trimestre. No me enviaban los modelos de Hacienda presentados, tampoco respondían a mis correos ni a mis llamadas, etc.
Y en 2018 me han obligado a suplicar por cada uno de los modelos anuales.
Y ello aunque, por supuesto, yo les he estado pagando religiosamente hasta que me enviaron el último modelo de Hacienda, allá por febrero.
Luego, en marzo de 2018, descubrí que no habían presentado en el Registro Mercantil las cuentas anuales de 2016, trámite que me habían cobrado en julio. Llovía sobre mojado, pero una menudencia comparado con lo que estaba por venir.
El caso es que cuando me fui desde Ayuda T-Pymes hacia Onetime, la colaboración de los de la antigua gestoría fiscal con los de la nueva fue ejemplar. Les enviaron todos los archivos y documentos que les pidieron los de Onetime y la transición fue modélica.
Al contrario de lo que sucedió cuando hicimos el viaje de vuelta.
Ya en febrero me contactó mi gestor de Ayuda T-Pymes para comunicarme que no les estaban enviando nada de lo que les habían solicitado.
Pues bien, hasta bien entrado el mes de junio, y tras llamarles dos o tres veces semanales, no conseguimos que los de Onetime encontrasen el momento de enviarnos los documentos que los de Ayuda T-Pymes necesitaban.
Que, por cierto, tampoco eran nada del otro mundo:
- Asiento de apertura 2018
- Balance de situación a fecha 31/12/2017
- Pérdidas y Ganancias a fecha 31/12/2017
- Libro diario 2017
- Listado de inmovilizados con sus amortizaciones correspondientes.
- Libro de facturas emitidas 2017
- Libro de facturas recibidas 2017
- Modelos trimestrales que correspondan: 111, 115, 123, 202, 303, etc.
- Modelos anuales que correspondan: 180, 190, 193, 200, 347, 390, etc.
Y cuando los enviaron en junio... zas, saltó la liebre.
Un simple vistazo a la cuenta de pérdidas y ganancias me dijo que algo iba muy mal.
Todos los empresarios sabemos más o menos cómo nos ha ido en el año y lo que vamos a tener que pagarle a Hacienda. Y como mi año había sido extraordinario yo sabía que el palo iba a ser de órdago.
Pues bien, según las cuentas de los tipos de Onetime, el año había sido regular y los beneficios más bien modestos.
Así que le pido al nuevo gestor que lo revise todo y el resultado es desolador: así, por encima y a ojo de buen cubero, detecta que los de Onetime no han incluido en la contabilidad cuatro ventas de casas ni tampoco varias facturas de gastos. Facturas de las gordas, una de ellas la comisión de casi diez mil euros de una inmobiliaria que había intermediado en una venta.
¡¡Ostras, no me fastidies!! ¿Qué cojones han estado contabilizando estos...?
Yo soy bastante valiente para algunas cosas, pero con Hacienda soy un cagueta. Y súper cumplidor. Lo quiero tener todo siempre en perfecto estado de revista. Y solo así soy capaz de conciliar el sueño por las noches, teniendo la conciencia tranquila con mis semejantes y las cosas claras con Hacienda.
Así que me asusté y llegué a la conclusión de que lo de esta gente de Onetime iba mucho más allá de la falta de profesionalidad y que no podía fiarme ni un pelo de nada en lo que hubieran intervenido respecto a la contabilidad ni a la fiscalidad de 2017.
De manera que le encargo al nuevo gestor hacer de nuevo toda la contabilidad de 2017 y hacer una auditoría respecto a los modelos de Hacienda presentados en el periodo.
No me importa el coste.
Solo quiero tener la contabilidad en estado de revista y estar al día con Hacienda.
Y las conclusiones de toda esta revisión han sido desoladoras:
- Efectivamente los incompetentes de Onetime no habían contabilizado la venta de 4 casas
- Tampoco habían contabilizado algunos ingresos de alquileres
- Tampoco habían contabilizado muchísimas facturas de gastos. Alguna de ellas tan notable como el que he mencionado más arriba. Pero el caso es que no faltaban algunas facturas sino que faltaban "muchísimas", según palabras del nuevo gestor fiscal.
- Cosas que sí habían contabilizado lo habían hecho bailándoseles las cifras, es decir, mal
- No habían aplicado la contabilidad especial para inmobiliarias, que consiste en ajustar los gastos aplicándolos a cada inmueble correspondiente
- Con la nueva contabilidad los modelos 303 (trimestral de IVA) y 390 (anual de IVA) presentados no coincidían con la realidad
- Los modelos 111 y 190 (trimestral y anual de las retenciones por rendimientos del trabajo) tampoco coincidían con las facturas con retención ni con las nóminas, por lo que hubo retenciones realizadas y no declaradas y por lo tanto que no aparecerían en los datos fiscales de los emisores de los contribuyentes.
- Como hacemos operaciones con proveedores intracomunitarios estamos obligados a presentar el modelo 349 en los cuatro trimestres. Sin embargo no se había presentado ninguno.
- Y respecto al modelo 347 (de operaciones con terceras personas), modelo de suma importancia para Hacienda, se había declarado un tercero que no se debía declarar en este modelo, dos terceros de los que sí se habían declarado tenían los importes incorrectos y 7 terceros que se debían declarar no se habían declarado. Tela marinera.
¿No os parece dramático?
Aquí los términos "negligencia" e "incompetencia" se quedan cortos cuando se quieren aplicar a los gestores fiscales de Onetime.
O sea, que estos tipos de Onetime, el tal Alberto Bravo y la tal Nuria Herrero, contabilizaban a voleo, se dejaron 4 ventas de viviendas por contabilizar, dejaron de lado innumerables facturas de gastos, otras las contabilizaron pero equivocando las cifras, no presentaron modelos que son obligatorios, otros los presentaron mal, etc.
Un desastre sin paliativos.
Y un problemón con Hacienda si no lo resolvía a toda leche.
Tal acumulación de errores es incomprensible a menos que le hayan encargado picar los datos a un niño de 10 años incapaz de mantener la atención 5 minutos seguidos y que lo hiciera mientras le daba de merendar su mamá y veía dibujitos en la televisión.
Y me recuerda mucho a aquél anuncio que echaron un tiempo por televisión de un mono conduciendo un coche.
No nos ha quedado más remedio que presentar complementarias de todos los modelos de Hacienda de 2017.
Y ya nos están llegando los primeros expedientes sancionadores.
Por ahora los daños han sido los siguientes:
- A los asesores fiscales de Onetime les he pagado unos 2.500 euros por no hacer nada o al menos por no hacer nada a derechas.
- He gastado unos 1.000 euros para contabilizar de nuevo todos los gastos e ingresos de 2017
- He gastado otros 1.000 euros para realizar y presentar las declaraciones complementarias y las sustitutivas de los modelos de Hacienda correspondientes a 2017
- Por ahora ya nos han llegado unos mil euros de expedientes sancionadores y de expedientes de recargos. Pero esto no ha hecho más que empezar.
Y esta ha sido la historia que confirma lo que ya mencioné anteriormente, que he perdido el ojo para contratar a la gente adecuada.
Y aquí es cuando os pido a todos una opinión.
Obviamente esto no puede quedar en una simple pataleta. Esta gente me ha puesto en la situación de tener que gastar dinero para rehacer su mierda de trabajo. Y lo pero es que me ha expuesto a quemarme en la hoguera de Hacienda. Y esto último no hace ninguna gracia.
¿Qué haríais vosotros?
¿Una simple demanda judicial? ¿sabéis si hay forma de meterles mano en algún tipo de colegio profesional de gestores fiscales o algo así?
¿Cómo puedo ir a por ellos para que no solamente me indemnicen por los dineros gastados sino también por los perjuicios morales derivados de la situación en que me han colocado frente a Hacienda?
A ver, que opinen los mejores lectores del mundo.
Y que opinen especialmente los que sean gestores fiscales. Su opinión me interesa muy especialmente.
Y los abogados, que me digan lo que puedo y lo que no puedo hacer.
Lo importante es que estoy cabreado.