La bola de cristal. ¿Son previsibles cracks y booms bursátiles? "El crash de 1.929". John Kenneth Galbraith
“El 3 de Septiembre se negociaron en la bolsa de Nueva York 4.438.910 acciones. Los prestamos a 24 h (calla money), se pagaron al 9 % durante todo el día, el tipo de descuento bancario fue del 6,5 % y el de descuento en el Banco de la Reserva Federal de Nueva York del 6 %. El mercado se mantuvo firme, los informativos lo calificaron de “tónica sostenida y excelente”. El mismo día, American Tel and Tel, alcanzo 304 enteros, Us Steel , 262, General Electric, 396, Radio Corporatión of América , en espera de próximas particiones, y no habiendo todavía realizado su dividendo, subió a 505. Cuando la Reserva Federal publicó las cifras de los préstamos a los agentes pudo apreciarse un enorme incremento: 137 millones de dólares en una semana, habían solicitado los bancos de Nueva York. La afluencia de oro desde el extranjero era notable.
El 3 de Septiembre, llegó a su fin el gran mercado alcista de los años veinte. Los hechos económicos, no se dignan concedernos muchos datos sobre el dramático momento en que se produce el punto de inflexión de una crisis. Todo sucede de una forma invariablemente insensible o, incluso indeterminada. En los días que siguieron, algunos índices fueron en realidad más altos. Pero los últimos picos, ya no eran tales, sino breves interrupciones de una tendencia bajista. El día 4 Us Steel bajó de 255 a 246. Westinghouse perdió siete enteros y Tel and Tel seis. El público se apresuró a deshacerse del papel, por lo que el volumen de contratación fue importante, y ese día se negociaron en Nueva York 5.565.280 acciones. Irving Fisher, el prestigioso economista de la Sociedad Harvard de estudios económicos, publico que los dividendos aumentaban, estaban desapareciendo los temores sobre las acciones ordinarias, y además los trusts de inversión, ofrecían al inversor “una amplia y bien orientada diversificación”. Los retrocesos serian suaves y poco alarmantes, y pronto pasarían, en la curva siempre ascendente de la prosperidad americana”. El catastrófico final había llegado, pero aun no era visible. The Wall Street Journal publico según la deliciosa costumbre de la época, publicaba en su titular una máxima de Mark Twain: “No enajenéis vuestras ilusiones, cuando ya se han ido aun podéis existir, pero habéis dejado de vivir”. En Wall Street, en 1.929, como en cualquier otra parte, existe una muy enraizada fe inquebrantable en el poder de los encantamientos.
El Jueves 24 fue el primer día de pánico, desorden, espanto y confusión. La caída del Us Steel y General Motors fue devastadora. Los botones de los Hoteles céntricos preguntaban a los huéspedes si querían habitaciones con vistas a la calle, para dormir, o para tirarse por la ventana. Dos banqueros regionales, se lanzaron cogidos de la mano desde una ventana alta del Ritz. The Times, publicaba: “Es probable que ya nadie de esta generación pueda volver a hablar de una saludable reacción”. El Presidente de la Rochester Gas and Electric Company, prefirió el gas. También J.J. Riordan, que se pegó un tiro en su barco. La Iglesia llegó a la conclusión de que el distinguido Riordan, hombre muy católico, había sufrido una enajenación mental, y en consecuencia podía ser enterrado en lugar sagrado, prohibido a los suicidas. A su funeral, acudieron todas las fuerzas vivas de Nueva York.
Desde 1.929 a 1.932 había millones de personas hambrientas. Otras de torturaban con la idea de pasar hambre. Otros sufrían la agonía de la perdida de respetabilidad que acompaña al empobrecimiento. Todo el mundo sufría una desesperanza total”.