Los embajadores —el cuadro se llama en realidad Jean de Dinteville y Georges de Selve— es una pintura de Hans Holbein el Joven, actualmente en la National Gallery de Londres.
Incluye un raro objeto en primer plano que fue algo misterioso durante mucho tiempo.
Fue en el siglo XX cuando un historiador del arte, Jurgis Baltrusaitis, descubrió que esta forma que ocupa el primer plano de la pintura es lo que se llama frecuentemente hueso de sepia, siendo de hecho una anamorfosis de un cráneo humano.
La pintura representa a Jean de Dinteville a la izquierda, embajador de Francia en Inglaterra en 1533, fecha de la realización del cuadro. A la derecha se encuentra su amigo, Georges de Selve, obispo de Lavaur, que ocasionalmente fue embajador ante el Emperador romano germánico, la república de Venecia y la Santa Sede. Ambos hombres, que observan al espectador de la obra, están acodados sobre un mueble con dos estantes sobre el que hay dispuestos varios objetos relacionados con el quadrivium, las cuatro ciencias matemáticas entre las siete artes liberales: la aritmética, la geometría, la música y la astronomía. En el estante superior puede verse una esfera celeste, objetos de medición del tiempo y un libro, dispuestos sobre una alfombra roja con complicados motivos geométricos. En el estante inferior hay un globo terráqueo, dos libros, un laúd y cuatro flautas en un estuche. El plano posterior está ocupado por una cortina de terciopelo verde con un pliegue en la esquina superior izquierda que apenas permite ver un crucifijo, que a menudo no se ve en las reproducciones debido a su posición en el margen. El suelo está pavimentado con círculos y cuadrados, destacándose una forma difícilmente interpretable, pero que salta a la vista en tanto que parece que se halle fuera del espacio de la pintura; se ha llamado a menudo el hueso de sepia.
Jean de Dinteville está ricamente vestido con un abrigo de piel, en la mano lleva una daga en su estuche, donde está grabada su edad (29 años), y en la cabeza una boina de donde está colgado un broche representando un cráneo. Del negro de su indumentaria destacan el rojo de sus mangas y una cadena dorada que pende de su pecho con una medalla decorada con un ángel, prueba de su pertenencia a la Orden de San Miguel. Georges de Selve está totalmente vestido de negro, envuelto en un abrigo de piel. En la mano derecha lleva un par de guantes y en la cabeza un tocado. De Selve se dedicó en lo esencial de su sacerdocio a trabajar por la reconciliación en el seno de la Iglesia. La pintura parece pues inmortalizar la toma de posesión de un embajador francés recientemente nombrado en la corte de Inglaterra y la visita que le hace por este motivo a su amigo. La primera mirada que se hace a la pintura, una obra prácticamente cuadrada, de más de dos metros de lado, induce dos reflexiones: los dos hombres retratados, sujetos del cuadro, no ocupan el centro; están desplazados a los lados, enmarcando como un joyero un conjunto de objetos que a primera vista parecen dispares; a sus pies se encuentra un objeto extraño que parece no formar parte de la pintura, y que en todo caso ocupa el primer plano, como si Holbein hubiera usado este retrato para realzar, de entrada, otra cosa que no son los personajes que dan su nombre a la obra, uno de los cuales, Dinteville, fue quien la encargó.
La pintura parece, pues, que abunda en símbolos, indicaciones ocultas, referencias; todo esto cosas normales en la pintura del Renacimiento, que intentamos identificar, traer a la luz
El significado preciso de este pavimento sigue permaneciendo en el misterio, ciertamente es la representación del macrocosmos, un esquema del universo, donde el círculo central simboliza a Dios y los cuatro círculos periféricos los cuatro elementos —fuego, tierra, agua y aire—.
El globo terráqueo. Basado en el que Johannes Schöner produjo en Núremberg en 1523, muestra un cierto número de notaciones «geopolíticas», como la línea de división del mundo entre españoles y portugueses establecida por el papa Alejandro VI en el tratado de Tordesillas de 1494.
el libro, para uso de los comerciantes y consagrado a la práctica de su oficio, marca la importancia de la emergencia de la burguesía en este periodo. Holbein hará por cierto retratos de ricos comerciantes. Se manifiesta también en esta práctica mercantil la aparición de nuevas herramientas puestas a disposición de un mayor número de personas gracias a la técnica revolucionaria en la época de la imprenta. El libro recuerda también que Georges de Selve desciende de una familia de comerciantes lemosines que amasó su fortuna durante el siglo XV y que ha permitido así a uno de los suyos alcanzar la posición de obispo. Foister recalca que la página legible empieza por la palabra Dividirt, doble sentido de división matemática pero también de división o desarmonía, tanto en la iglesia como en el terreno político, lo que se presenta, en conjunción con otros elementos de la composición, como una de las claves del cuadro. En efecto, los escritos de Georges de Selve se hacen eco de sus inquietudes ante la división que sufre la iglesia, la Reforma luterana, pero también ante la creación de la iglesia anglicana, en el mismo país donde se pintó el cuadro. De Selve escribe, por ejemplo, un discurso destinado al rey de Francia y al Emperador romano germánico como llamamiento a la reconciliación.
El laúd
La estantería inferior tiene en su parte derecha tres objetos relacionados con la música: un laúd, un libro de salmos y algunas flautas dentro de un estuche que muestra un hueco. Baltrusaitis hace notar que este laúd parece extranjero, porque lleva una inscripción que reza Underweysung der Messung [5] de Alberto Durero (1525) donde se muestra un dispositivo de trazado de objetos en perspectiva. Se puede ver el reconocimiento de la deuda de Holbein a la ciencia de la perspectiva, una aportación mayor del Renacimiento a la pintura, que permite al pintor ejecutar cuadros de un realismo impresionante. Además, una de las cuerdas está rota, lo que posiblemente simboliza, como el vacío en el estuche de las flautas, el periodo de confusión que la iglesia vive en esta época, una armonía perdida
La estantería superior.En este estante, se hallan dispuestos sobre una alfombra varios instrumentos astronómicos o de medición del tiempo. George de Selve apoya su codo sobre un libro en cuyo canto se lee la mención: ÆTATIS SVÆ 25, que corresponde a la edad de Georges de Selve, que tiene 25 años en la primavera de 1533, y le quedan sólo 7 años de vida. A la izquierda y cerca de Dinteville, se ve una esfera celeste que muestra las constelaciones con trazos de los seres mitológicos correspondientes.
Se distingue la constelación del cisne, anotada como GALACIA; quizá como alusión al nombre en latín de Francia, GALLIA. Y como revela una atenta observación del dibujo en la esfera, en lugar de un cisne hay un gallo que ataca a un buitre; se puede proponer entonces una especie de alegoría celeste: el gallo galo —Francia— ataca a sus enemigos y los hace huir.
El globo no está regulado para representar el cielo a la latitud de 51° 30', que es la de Londres, donde se encuentran los dos hombres, sino para una latitud comprendida entre 42° y 43°, más característica de España —parte del imperio de Carlos V— o de Italia, donde reside el papa. Sin embargo, se trata de un valor muy próximo a la latitud de Roma (41° 52'), que alude a los desacuerdos políticos y religioso entre la corte inglesa y el Vaticano.
Craneo y cruz. Estos dos elementos conjugados evocan a muchos a San Jerónimo, como el de Joos van Cleve de 1525, y los de Durero, en particular el óleo sobre tabla de madera de 1521 [9], actualmente en el Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa. En esta obra, la mirada de Jerónimo al cráneo sigue un eje muy próximo al que permite leer la anamorfosis del cráneo de los Embajadores. La asociación entre el cráneo y el crucifijo evoca la pasión de Cristo, el gólgota —palabra hebrea que significa cráneo— y el calvario — calvaria en latín. Por otra parte, es frecuente encontrar en las representaciones de la crucifixión un cráneo al pie de la cruz, sobre el que a veces se derrama la sangre de Cristo que lava así, por su sacrificio, el pecado original.
El cráneo, visto en anamorfosis.
Nótese también que hohle bein significa en alemán «hueso hueco»; el cráneo podría entonces ser una referencia al nombre del artista, una especie de firma.
El contraste de este cráneo con el tema principal de esta pintura que representa a dos hombres importantes, un embajador de Francia ante la corte de Inglaterra, cuyo hermano es también embajador ante el papado y un obispo descendiente de una familia de ricos comerciantes, hace de ella una vanidad, una obra que simboliza que lo que es importante en la tierra no lo es en el reino de los cielos, que lo que se ha hecho en nuestra vida, la muerte lo deshace.
El crucifijo, medio escondido, en una posición intermedia entre lo que hay delante de la cortina, el mundo de los hombres, y lo que se esconde a su mirada, lo desconocido detrás del telón, simboliza la posición del Cristo intermediario entre aquí abajo y el más allá. Por otra parte, algunos ven en este cuadro la imposible representación de Dios