La verdad es que es un asunto extremadamente fácil de entender, solo que cuando te lo cuentan te cuesta creerlo. El dinero no solo lo crean de la nada los bancos centrales, sino que lo crean también los bancos a través de su reserva fraccional. Cada vez que un banco otorga un crédito para una hipoteca de pongamos 200.000 €, el 90% del dinero se crea en el momento de otorgar el crédito, 180.000 €, y el banco solo pone el 10% restante. El negocio del banco es que se queda con los intereses del dinero que pone y del dinero que inventa. Cuando se paga el préstamo el dinero inventado se destruye en el proceso inverso de su creación, pero el de los intereses se mantiene. Por eso los bancos siempre ganan. Tienen licencia para inventarse dinero y quedarse con los rendimientos.
¿Qué ha pasado con todo ese dinero que se ha ido creando durante 30 años de expansión crediticia, y que no está soportado por bienes reales? La mayor parte ha terminado en el mercado de derivados, que se ha ido desregulando para darle cabida. En dicho mercado ese dinero se apalanca decenas de veces a través de un proceso denominado re-hipotecamiento, de tal manera que el mercado de derivados tiene ahora varias veces más dinero que todos los bienes de la tierra (incluyendo las chozas de los bosquimanos del Kalahari) valorados a precio de mercado.
Pero ahora hemos llegado al final del camino. El mundo ya no admite más deuda. La expansión a base de crear más deuda ya no funciona, y por eso estamos empezando a contraernos. Para tratar de detener lo que en esencia es un proceso imparable los bancos centrales se han echado sobre sus espaldas la tarea de seguir creando deuda de manera masiva a costa de expandir su cuenta de balance. Es un proceso peligrosísimo, porque no se sabe a donde conduce. Es muy fácil expandir la cuenta de balance e inyectar liquidez al sistema, pero recordemos que el mundo nada en liquidez; hay muchas veces el dinero soportado por bienes reales y la liquidez adicional va a producir un efecto reducido. Pero además los bancos centrales no tienen ni idea de cómo hacer el proceso inverso, contraer su cuenta de balance y retirar liquidez, sin provocar que la economía entre en caída libre. Y pueden verse obligados a ello si pierden el control sobre los tipos de interés, que es algo que no es descabellado cuando se está ya con tipos reales negativos y dependiendo de que el mercado esté dispuesto a participar en un sistema que en esencia no paga nada a cambio del dinero.
La expansión de la cuenta de balance de los bancos centrales no es inflacionista mientras el mercado perciba que se trata de medidas temporales. Si el proceso se mantiene en el tiempo el mercado en algún momento decidirá que eso es malo para el valor del dinero, y empezará a huir del dinero. Si esto ocurre, aumentará la velocidad del dinero y se disparará de golpe la inflación. Frente a ello, el proceso inevitable de cancelación de deudas bien por su pago, o más probablemente por su impago, es fuertemente deflacionista, al disminuir la cantidad de dinero.
Creo que Margrave se equivoca confiando en las monedas como proyección política de los estados. Él mejor que muchos debería saber que todas las monedas están destinadas a valer cero (si exceptuamos su valor de coleccionismo es lo que han hecho sin excepciones en 5.000 años de existencia). Si cree que comprar pan con oro es complicado, debería intentar comprarlo con reales de vellón o maravedíes.
El actual contexto monetario hace que el riesgo de que el dinero que usamos pase a valer una ínfima parte de su valor en un tiempo sorprendentemente corto es real. Todos los estados sin excepciones se han lanzado a una carrera a depreciar el valor de su dinero (como para confiar en los estados) porque ello soluciona algunos de los problemas que tienen. Obviamente las soluciones de los problemas de los estados prácticamente siempre pasan por endilgárselos a sus ciudadanos.
Lo verdaderamente preocupante es que todos los estados y poderes del mundo rechacen asumir que se ha llegado al final del ciclo de expansión de crédito y que toca arbitrar medidas para facilitar desenrollar la madeja de los créditos impagables, el apalancamiento y los rehipotecamientos del mercado de derivados de la manera más ordenada posible. En vez de ello están todos apostando por acrecentar el problema en vez de resolverlo, y el resultado solo puede ser la introducción de mayor inestabilidad, ciclos más cortos y violentos, y mayor sufrimiento y pérdidas para los ciudadanos, en un intento de defender a los titulares de las deudas. Al final no pueden ganar, pero nos van a arrastrar a todos en sus pérdidas.