La entrada fue una espuma de trufa blanca, que sinceramente saturó mi paladar. Estaba bien hecha, era llamativa, pero demasiado sabor para una entrada.
En el plato principal, oh sorpresa, de guarnición la misma espuma, hecha crema ligera, exactamente el mismo sabor, ya la dejé en el plato y mira que yo no soy de las que dejo algo en el plato, pero tenía saturación de las papilas gustativas y no pude evitarlo. Mi marido me preguntó: "¿lo mismo?" Afirmé con carita decepcionada.
Como no hay dos sin tres, llega el postre. Increíble, pero cierto. No recuerdo bien qué fue, pero como guardo todas las facturas "interesantes" cinco añitos, si me empeño igual hasta la encuentro, al ladito mismo del postre, ¡zas! ¡¡la espuma cremosa de trufa blanca otra vez!! Me dio la sensación de que tenían un tupper de plástico en la cocina lleno de esta crema espumosa y tenían que amortizar el gasto, jajaaaa... Reconozco que iba de muy buen rollo, con mi maridín y no me apeteció armar el pollo, pero motivos no me faltaron, jajajaaaaa
Te aseguro que pienso igual que tú. Ya no es cuestión de uno, dos, tres astros celestiales o todo el firmamento lleno de estrellas y soles. Es que, sencillamente, yo en mi casa, cuando preparo una comida a nuestras amistades -ni te cuento si viene la suegra, jajaa-, quiero "quedar bien", ya me entiendes, no soy capaz de repetir la misma guarnición en los platos ni loca, me parece una falta de detalle. Como que no me he querido esforzar por agradarles... Es la imagen que me dio.
¿Qué voy a esperar entonces de un restaurante que me va a cobrar 234 euros por la comida de dos personas y sin vino? (Te hablo de hace un par de añitos, hoy igual es más, o vete tú a saber, igual con la crisis han bajado el listón...) Ya sabes que Barbudín y yo nos hemos vuelto abstemios a la fuerza. Ni imaginar quiero, si hubiésemos pedido vino...
Además, algo que me molestó bastante fue el tonito "paterno-filial" y obstinado del maître, como impartiendo clase de cómo se debe elegir el menú en un restaurante de tan alto copete. Leccioncitas no solicitadas a mi edad ya poquitas, señor maître... ¿Qué sabe él dónde hemos comido nosotros? Igual se quedaba de piedra si le empiezo a ennumerar los sitios. Pedante. El tono afrancesado conmigo se lo puede ahorrar, que mis raíces son en parte gabachas y no me epata el idioma. Tu sais ce que je veux dire, ;-)
Y es lo que os digo siempre, para mí, a cierto nivel de precio, le exijo cierto nivel en todos los sentidos. Hay que cuidar el detalle, manteles recién planchados, sin tara en las costuras ni en ningún sitio, sin enganchones como vi hace poco en otro sitio bastante pijillo por cierto -os hablé en Lisboa al respecto-, por supuesto bien limpios, de hilo.
Ahora mismo ya solo recuerdo un restaurante que ponga las servilletas calientes con pinzas, como antes. O que te traiga las de marisco en su momento... Algo que se está olvidando y sustituyendo por las horrorosas servilletitas de papel humedecidas con colonia. ¡Que no quiero perfumar el culito de ningún bebé, por Dios! Y luego, te tiras el resto de comida y sobremesa con ese horrendo olor, que se mezcla con tu perfume, el que traías puesto y se hace una mezcolanza que te marea, jajaaa.
¿No se les ocurre que sería mucho más agradable un cuenco de cristal con unas gotitas de limón o un par de pétalos de rosa? Y luego las mini servilletas de marisco para secarse, que prudentemente se retiran cuando todos se hayan aseado y no dejarles con el aromita a marisco hasta el postre.
¡En fin, desde mi punto de vista alguno que otro tiene muuuuuucho que aprender para llegar a tantas estrellas! Ahora en cuanto usan nitrógeno líquido para dejar con la boca abierta a los nuevos ricos, ya se les aplaude... Pues no, hay que cuidar muuuuuucho más al cliente, pero muuuuucho más. (Con tanto "Muuuuu" parezco una vaca, jejeje).
El de Murcia, que os comenté, lo hacía, el traer las servilletas templadas... En invierno es muy agradable. En los baños, detalle al máximo, ¡hasta cepillos individuales con pasta de dientes! Eso era lujo. Te quedas con ganas de repetir.
Cristalería fina, si es de diseño, mejor, que la imagen también me aporta comodidad. Vajilla bonita, si es a juego del grabado de la cubertería, con el anagrama del restaurante, otro detalle más. Ya no voy a pedir cubertería de plata, pero si se sirve con guantes de algodón 100% y se cambia en cada plato, empiezo a dibujar mis estrellas particulares, que no siempre coinciden con las Michelin, ni con los soles de Repsol. Ya lo siento...
A propósito de cubiertos, ¡cómo me molesta cuando tocan MIS cubiertos ya usados para retirarlos a la mesa y aprovecharlos en el siguiente plato! Grrr. Ahí no me callo y borde sutileza les pregunto: "¿Es que ya no les quedan más cubiertos? Inmediatamente los retiran, claro.
También me parece un detallazo un ligero sorbete de cava entre los platos principales, para "lavar" la boca y prepararla para el siguiente plato, del pescado a la carne, se ha de cambiar, digo yo. O de la carne a los postres. Estos detalles han pasado a la historia. Pero los precios no. Y fastidia.
El recibimiento a la entrada. Me sorprendió que en el de Dénia, entramos hasta el baño y nadie nos saludó. Alguno apareció atándose el delantal y todo. Reconozco que fuimos pronto, ya sabes que mi Pariente tiene horario europeo, cada vez menos, pero cuando fuimos, lo tenía, vaya que si lo tenía, jajaaa. Chico, pues si ya has abierto las puertas, ten el detalle de tener a alguien del personal en la puerta para recibir a los comensales, que son tus clientes.
La despedida sí estuvo a la altura de las circunstancias. En fila, el dueño en el medio, a su izquierda el maïtre y a su derecha un camarero, que nos acompañó hasta la puerta. ¡Menos mal!
En fin, hablando de comida, voy a ver qué les pongo hoy a los míos, pero primero tengo que sacar al peque a dar un paseíto, que hace una mañana que no se puede dejar de aprovechar.
Un saludo cordial
¡Sed felices!