Mira que me gusta saberme desprendida de las cosas, creo que es la mejor definición de buen cristiano, pero claro, una es humana, la carne es débil y la colección y recolección de objetos varios una actividad lúdica que rejuvenece la memoria.
¡Qué placer hallo en observar objetos de mi cotidianidad (antes decía cotidianeidad) y poner en juego mi recuerdo sobre ellos! En aquel rinconcito se sentaba mi madre a tejer y dejaban pasar las horas, ella y mi tía abuela, charlando sobre todo, sin importarles nada de nadie, solo contaban las personas, el cariño, el trato, la familiaridad... Se hablaba de corazón a corazón, mientras se disfrutaba con el arte de confeccionar todo tipo de textiles, toallas, mantelerías, ropa...
No necesitaban nada más para ser inmensamente felices. No eran marginadas por la sociedad por ser simple y llanamente mujeres de su casa, amas de casa. ¿Por qué hemos ensuciado tan digno concepto con nuestro miserable desprecio?
Ellas, necesarias, importantísimas, desempeñaban un papel fundamental en la salud del desarrollo en la sociedad de su tiempo. ¡Y mira quién redacta y escribe estas líneas! La pequeña prole proletaria que un día rasgó y rompió sus vestiduras para salir, estudiar, trabajar y labrarse un futuro, fuera de presuntas ataduras descritas por mentes de baja catadura y menor intelecto.
Mal entendido feminismo que desprecias a la mujer que se queda en su casa, tra-ba-jan-do, sí, repito, trabajando, pero sin cobrar un salario, ni básico, ni mínimo, ninguno. ¿Qué será de ti, cuando te des cuenta de que necesitas de estos importantes roles? ¿Volverás sobre tus equivocados pasos?
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Si conocieras a un tío mío, siempre le gustaron los automóviles, coger uno viejito, incluso comprarlo y en lugar de destrozarlo, despiezarlo, hacer todo lo contrario, cuidarlo, arreglarlo, mimarlo hasta el último detalle. ¡Incluso cambiando el motor!, que eso ya es vicio, jajaaaa. Ahora le llamarían reciclaje o "tunning" o vaya usted a saber qué otro barbarismo.
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Ya sabes que cada vez me importa menos el qué dirán. Tampoco me importa si dicen que llevo algo viejo o que ya me podría cambiar de objeto, que empieza a ser una pieza de museo. ¡Infelices! Fijaos más en vuestro interior y menos en lo que parece que muestran o demuestran tener los demás.
Pues me vuelvo a reír del sistema, qué quieres que te diga. Esta mañana me he despertado reinvindicativa de lo contrario a lo impuesto. Si a los "others" no les gustan mis gafas vintage y las ridiculizan, pero al mismo tiempo, son capaces de comprar unas que simulen ser de esa época, pagando un potosí -y la mitad del otro-, jajaaa, es su problema: ¿No se dan cuenta de que no compran algo "vintage" sino simplemente "retro"? Tengo serias dudas al respecto.
El consumismo nos invadió, en algunos temas incluso diría que nos pudrió, y lo peor del caso, es que en plena crisis, lejos de haber aprendido a valorar las cosas por lo que nos aportan anímicamente, seguimos valorándolas por el vil metal con el que las valoran los otros, arbitraria o parcialmente. Así, aceptando la valoración "social" del objeto, volvemos a caer en lo mismo, más consumismo.
Veremos dónde se halla el fin del absurdo.
Un saludo cordial
Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.