Es que el caso de tu hija no tiene absolutamente nada que ver con los casos a los que yo hacía referencia. Alguien que se esfuerza, que lucha, estudia y/o trabaja merece una oportunidad para demostrar lo que vale. Y es cierto que en España no se está dando a muchos esa oportunidad. De hecho muchos nos tuvimos o quisimos salir fuera a encontrar horizontes de futuro que aquí no se veían. Ahora ¿para qué te voy a contar? Con 5 millones de parados cada vez está más negra la salida.
Nací en el seno de una familia de clase media y fui la pequeña de dos hermanos, hasta que mi hermano falleció a la edad de 17 años, cuando yo contaba solo con 12. Ni te imaginas lo hiper-protegida que fui a partir de esa fecha. Me siento identificada con tu hija (a su edad, claro está). No estoy muy de acuerdo contigo con que una hija única se esfuerce menos, aunque sí que es cierto que tenemos una vida más comoda que otros.
Mira, mi madre, que era una mujer muy concienciada con los problemas que en mayor o menor medida, siempre han afectado a la sociedad: pobreza, prostitución, drogas, paro, discapacidades de todo tipo, participaba activamente en asociaciones -ahora serían ONGs- de ayuda al necesitado. Pero no contenta con éso, cuando tuve la edad de la confirmación, en vez de en la parroquia que me correspondía, me la hizo recibir en un barrio gitano de Bilbao, para que empezara a abrir los ojos ante la desigualdad social, para que me hiciera sensible a los problemas sociales, para que viera que la vida no era toda del color de rosa que me rodeaba a mí.
En su momento no la entendí, es más me cabreé bastante con su decisión. La miseria de aquéllas chozas me parecía como de película, más que de realidad, pero como tuve que hacer toda la catequesis allí, me integré algo en "su mundo" y me empecé a concienciar de lo privilegiada que era. Hoy en día le agradezco que me hiciera ver esa otra realidad, para mí desconocida.
Ya de joven, acudí de motu propio a comedores sociales a servir comida, estuve como os he contado en una asociación de ayuda a madres solteras, trabajé de voluntaria en hospitales (ya estudiando) con niños con cáncer y enfermos terminales y aprendí a por una parte amar profundamente la vida, a dar gracias a Dios y a mis padres por regalarme a diario todo lo que no me había ganado nunca, a valorar lo que tenía...
Pero también me dí cuenta de que no todos los pobres son unos santos, algunos rechazaban la comida servida y el techo que se les ofrecía para dormir, algunos preferían dinero para ir a comprar drogas o simplemente tabaco antes que comida, ni todas las chicas "de vida alegre" eran unas marginadas..., que existía también, en definitiva, mucho vicio y mucha vagueza entre algunos jóvenes del mismo mundo que me había tocado vivir.
De éstos es de quienes hablo cuando afirmo que muchos se sientan a que se les den las cosas hechas y de éstos estoy seguro que más de uno y más de dos colapsan hoy en día nuestras plazas.
Sin llegar a estos extremos de marginalidad y pobreza, hay personas en esta sociedad entre los 20 y los 30 años que sin preparación académica ninguna, sin oficio ni beneficio, parecen pretender vivir del cuento y de los "bolos" de discotecas, por ejemplo. Estos me dan hasta miedo. ¿Qué harán de su vida cuando se les pase la dorada edad de la juventud y hayan llegado a los 40 habiendo vivido la vida a tontas y a locas y no conociendo lo que significan esfuerzo, trabajo y sacrificio?
Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.