Re: Me voy a Lisboa
Menos mal que escribimos, porque no podriais oirme sin palabras, jaja.
Cuando sea el momento me la devuelves.
Salud compi
Hilo cerrado
Menos mal que escribimos, porque no podriais oirme sin palabras, jaja.
Cuando sea el momento me la devuelves.
Salud compi
Es cierto da para mucho, abarca tantas ramas que es increible que una persona fuera tan polifacética.
Centrandome en su dote inventiva, es admirado por tantos prototipos que en un futuro serian básicos para la inv3ncion del helicóptero, el submarino, increible.El diferencial, que se emplea hoy en dia para los automóviles.
Quizá el mayor genio , muy adelantado a su época.
Hoy no doy para más, esto de trabajar en horario partido y llegar tarde a casa , entre que cenas y te pones al dia, te vuela el tiempo.
Salud y un besazo Karli
PD Mañana intentaré aportar algo, hoy estoy un pelín aturdido.
Si no fuera que he visto uhoy unos cuantos "me gusta"suyos,me empezaria a asustar,jaja.
Ahora sí que termino que se me cierran los⊙⊙,~~, zzzzzzzzzz
Besos saludables
Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.
¡Buenos y felices días!
A veces pienso de qué habrían sido capaces con estas inteligencias y genialidades, si hubieran tenido a su alcance la tecnología actual...
Me temo que nos quedaremos sin saberlo. ;-)
Otro personaje que siempre me ha asombrado mucho, en otro ámbito e incluso, en otra escala de valores, es Julio Verne y sus fructífera y conocida serendipidad. Hay pocos autores con tanta imaginación. Vamos, que ni escribiese sobre sus propias premoniciones.
Descansa, repón fuerzas que mañana te quiero fuerte. El trabajo es importantísimo, una verdadera lotería decía mi abuelo y hoy se hace esa frase más actual que nunca... Pero la salud, ay, la salud es lo más importante, porque sin ella en este mundo no hay nada.
Por cierto, sí que aportas, nada más entrar ya estás aportando, nos regalas tu presencia y eso es lo más bonito que se puede entregar, parte de tu valioso tiempo compartido entre compañeros.
Mi anterior firma, en honor a mi padre que nos acababa de dejar era: "El mejor legado de un padre a sus hijos es haber compartido tiempo con ellos"... No he sido textual, pero venía a decir eso. Como "los mejores regalos para los hijos, suelen ser gratis". O también "las cosas verdaderamente importantes no las puede comprar el dinero"...
Un abrazo fuerte
¡Sed felices!
Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.
En Lisboa, como muestra del buen rollito que había entre todos, solíamos recomendar todos y cada uno de los posts que aquí se escribían. Todos recomendábamos los de todos, jajaaa, hasta que el foro tuvo que tomar la decisión de sacarnos del listado de "los más recomendados", porque siempre figurábamos nosotros, en ocasiones, solo por entrar a saludar, y no tenía ningún sentido, claro.
Hace ilusión ver tus posts recomendados, sobre todo por los foreros que en mayor consideración tienes y más admiras, por su educación, su inteligencia, su conocimiento, su saber estar, su amabilidad... Estas características casualmente suelen coincidir en una persona.
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Hablé con Don Gato ayer y me hizo mucha ilusión volver a verle por estos lares por la tarde, aunque también me habría encantado que me dijera que se iba a dar la vuelta al mundo, para celebrar la lotería. Le deseo todo bien, porque es una gran persona y me lo demuestra en cada circunstancia de mi vida... De los 100% recomendables.
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Cierra los ojitos y a dormir, ;-) Bueno, cuando leas esto, ábrelos bien, que ya será de día, jajaaa
Un abrazo fuerte, lleno de deseos de salud para todos
¡Sed felices!
Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.
De esas cosas raras que leo y que me resultan entretenidas, interesantes, amenas, divertidas...
""La Historia de la Ciencia está llena de ‘serendipias’.
Por ejemplo, Arquímedes elaboró su famoso Principio al sumergirse en una bañera y descubrir, de manera totalmente azarosa, que el volumen del agua desalojado era idéntico al de su cuerpo.
También es sabido que Luigi Galvani planteó las bases biológicas de la neurofisiología y la neurología cuando uno de sus colaboradores rozó el nervio de una rana diseccionada con un escalpelo electrificado de manera casual.
Y Alexander Fleming llegó a la penicilina gracias al desorden y suciedad que le rodeaban, ya que se marchó de casa dejando sin lavar unas probetas que contenían estafilococos. A su regreso comprendió que el moho generado en dichas vasijas inhibía el crecimiento de las colonias de estafilococos, algo que le impulsó a investigar el hongo Penicillium notatum.
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Por su parte, Umberto Eco ha afirmado en varias ocasiones que Descubrimiento de América, obviamente casual, fue pura ‘chiripa’ o, siendo más técnicos, ‘serendipia’.
No obstante, en literatura la palabra ‘serendipia’ designa aquellos textos que han adelantado acontecimientos sin que sus autores fueran, en principio, conscientes de sus dotes proféticas. Y no nos referimos a las llamadas ‘novelas de anticipación’, como podrían ser las de Julio Verne, Arthur C.Clarke o H.G.Wells, autores que de alguna forma supieron hacer prospectiva en los campos científicos objeto de sus obras, sino a vaticinios mucho más extraños.
De igual modo, la expresión ‘serendipia literaria’ tampoco hace alusión a las intuiciones que ciertos autores hicieron sobre sus propias vidas, como ejemplifica el caso de aquel Mark Twain que pasó los últimos días de su vida repitiendo eso de ‘yo nací con el cometa y me iré con él’, y que murió el 21 de abril de 1910, justo cuando el Halley surcaba nuestro cielo.
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Bien al contrario, la auténtica ‘serendipia literaria’ requiere que no exista ninguna intención profética en las palabras escritas o dichas por el autor.
El caso de Jonathan Swift es, sin ningún género de dudas, el más representativo. El irlandés, de quien se ha dicho que era un iniciado en asuntos esotéricos, consiguió la gloria literaria con ‘Los viajes de Gulliver’, una novela que, del mismo modo que ocurre con el resto de su obra, podría contener alguna suerte de ‘código romano’ que revelaría mensajes ocultos dentro del texto central siempre y cuando se leyera saltándose determinado número de letras.
Sin embargo, lo que más interés ha despertado entre los ‘conspiranoides’ es la parte en que se habla de dos estrellas menores, que orbitarían alrededor de Marte, a las que el autor bautizó como ‘Miedo’ y ‘Terror’ y a las que describe de un modo muy similar a lo que, 156 años después, descubrirían los telescopios al divisar las dos lunas que realmente orbitan Marte, llamadas a partir de entonces ‘Fobos’ y ‘Deimos’ (el equivalente griego a los nombres dados por Switf.
Pese a todas las especulaciones que esta suerte de premonición han provocado entre astrónomos del mundo entero, nadie ha elaborado una teoría fiable sobre cómo supo el irlandés de la existencia de dos satélites en aquel tiempo imposibles de detectar.
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Pero todavía sorprende más el caso de Edgard Allan Poe, en cuya novela ‘Las aventuras de Arthur Gordon Pym’, publicada por primera vez en 1838, profetizó un hecho absolutamente imposible de adivinar. La parte de la obra que aquí interesa versa sobre el naufragio del bergantín Grampus cerca de las islas Maldivas. Cuatro sobrevivientes quedan a la deriva en un bote y uno de ellos, temeroso de no alcanzar la costa con vida, propone a sus compañeros que se sorteen quién deberá dejarse matar para que su cuerpo sirva de alimento a los demás. La propuesta proviene de un personaje llamado Richard Parker y precisamente será él mismo quien pierda la apuesta, convirtiéndose en objeto de canibalismo de sus compañeros.
Pues bien, casi medio siglo después de la publicación de aquella novela, en concreto el año 1884, la prensa francesa se hizo eco del naufragio de la goleta británica Mignonette cerca de las islas Sandwich. Cuatro personas sobrevivieron gracias a una barcaza que los mantuvo a la deriva durante varias semanas. Los ocupantes alcanzaron tal punto de desesperación que en cierto momento decidieron comerse a un grumete de 17 años que, no teniendo familia a la que mantener, parecía el más indicado para sacrificarse en pro de los demás. Extrañamente, el marinero víctima de dicho canibalismo se llamaba Richard Parker. No es baladí añadir a esta extrañísima historia que la madrugada en que Allan Poe habría de morir, bramó en numerosas ocasiones el nombre del profesor Reynols, explorador polar en el que se había basado para escribir ‘Las aventuras de Arthur Gordon Pym’.
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Y aún más misterioso resulta el asunto de Morgan Robertson, un marinero venido a escritor que publicó ‘Futility’ en 1898. Al principio, esta novelucha pasó desapercibida a ojos del gran público, pero su autor, que siempre gozó de cierta fama de visionario entre sus colegas, alcanzó cierto renombre cuando, 14 años después, se hundió el Titanic.
Y es que ‘Futility’ versaba sobre un buque de enormes proporciones bautizado como Titán que, cómo no, se hundía al chocar contra un iceberg en el Atlántico Norte.
Pero no quedan ahí las coincidencias: tanto el barco imaginado como el real estaban propulsados por tres hélices, zarpaban del puerto de Southhampton, se fueron a pique en el mes de abril, estaban capitaneados por un hombre de apellido Smith, y fueron calificados de ‘inhundibles’ por sus creadores.
El resto de datos imaginados por Robertson tampoco distaban tanto de la realidad: el Titán pesaba 75.000 toneladas (frente a las 66.000 del Titanic), tenía una eslora de 243 metros (268), transportaba a 2.177 pasajeros (2.277), llevaba 24 botes salvavidas (20), navegaba a una velocidad de 25 nudos (23) en el momento del impacto...
De cualquier modo, investigaciones posteriores han demostrado que ‘Futility’ fue reimpresa en 1912, siendo introducidos algunos cambios para aumentar el número de coincidencias, cosa que ha puesto en tela de juicio algunas de las ‘serendipias’ presentes en las ediciones posteriores.
También es interesante resaltar que Morgan Robertson escribió posteriormente la novela ‘Beyong the Spectrum’ (‘Más allá del espectro’), en la que describía una guerra del futuro en la que los aviones lanzaban lo que el autor llamó ‘bombas soles’, las cuales explotaban creando una luminosidad cegadora.
Cuando el ex marinero publicó este libro, los aviones apenas podían sostenerse en el aire y nadie los imaginaba como instrumentos bélicos.
Del mismo modo, las bombas atómicas ni siquiera eran dignas de la menor de las especulaciones. Además, la guerra de la que Robertson hablaba en ese libro comenzaba un mes de diciembre (como habría de ocurrir con la II Guerra Mundial) con un ataque sorpresa de los japoneses sobre Pearl Harbour.
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Otra de las ‘serendipias literarias’ más comentadas por los amantes de lo misterioso es la escrita por el norteamericano Lester del Rey, nombre abreviado de Ramón Felipe San Juan Mario Silvo Enrico Smith Heartcourt-Brace Sierra y Álvarez del Rey y de los Uerdes, un escritor sin éxito que en 1954 publicó ‘Viaje a la Luna’, novela en la que imaginaba que la nave espacial Apolón aterrizaba en la Luna y que el comandante Amstrom ponía el primer pie humano sobre dicho satélite.
He aquí un extracto del principio de la novela: ‘La nave Apolón se posó en la superficie de la Luna. Tras varios pequeños brincos pudo estabilizarse. Se abrió su rampa y por ella descendió el comandante Armstrong para pisar por primera vez el suelo de ese mundo desconocido’.
Se dice que, cuando el auténtico comandante Neil Amstrong hubo terminado de leer aquella novela barata, se limitó a encoger los hombros. Evidentemente, Lester del Rey jamás explicó cómo había adivinado el nombre del astronauta, ni tampoco cómo se había aproximado tanto al de ‘Apolo’.
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Las ‘teorías de la coincidencia’ que tratan de explicar los motivos de éstas y otras casualidades llevan más de 2.000 años fascinando a científicos de todas las disciplinas.
Hipócrates creía que el Universo estaba unido por ‘afinidades ocultas’ que provocaban casualidades al unir dos elementos en principio solitarios. Siglos después y siguiendo los pasos del filósofo Pico Della Mirandolla, Schopenhauer definió la coincidencia como ‘la aparición simultánea de acontecimientos causalmente desconectados’, explicando además que determinados hechos circulaban por líneas paralelas, aun cuando estuvieran en eslabones distintos, uniendo de este modo destinos que en principio deberían permanecer inconexos.
A mediados del siglo XX, el matemático británico Adrian Dobbs inventó la palabra ‘psitrón’ para acotar lingüísticamente una fuerza desconocida que, residente en una dimensión temporal fuera de nuestro alcance, absorbería probabilidades futuras y las trasmitiría al presente sin ser captadas por los sentidos del ser humano y trasmitiéndose al cerebro de determinadas personas sin que nadie entienda cómo.
Por su parte, el doctor Paul Kammerer, que desde los veinte años llevaba un diario donde apuntaba hasta las coincidencias más nimias que detectaba, elaboró la teoría de los ‘seriales’, según la cual las casualidades se agrupaban por ‘grupos de números’ muy similares a los que podemos encontrar en cualquier clase de estadísticas y, por tanto, susceptibles de ser predichas gracias a las ‘cadenas de repetición’ que se podían extrapolar.
Además, ese mismo científico aseguró que las casualidades no eran más que la punta del iceberg bajo el que se ocultaba un principio cósmico todavía no teorizado por los humanos.
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Pero la gran teoría sobre las casualidades llegó cuando Wolfgang Pauli y Carl Gustav Jung crearon el término ‘Sincronididad’, un principio de conexión no causal que cierto crítico calificó como ‘el equivalente paranormal de una explosión nuclear’ y que en verdad determinaba que todas las coincidencias de las que somos testigos no revelan más que las ‘huellas visibles’ de ciertos principios todavía desconocidos por las leyes de la física.
Por último, destacar las investigaciones llevadas a cabo en 1998 por el psicólogo croata Mihály Csikszentmihalyi, quien investigó la personalidad de 91 individuos destacados por su capacidad creativa, concluyendo que ‘entre los rasgos que definen a una persona creativa, son fundamentales dos tendencias opuestas: una gran curiosidad y apertura por un lado, y una perseverancia casi obsesiva por otro’.
En otras palabras: no se puede ser serendípico sin estar dotado de una base cultural que ayude a interpretar aquellas intuiciones que asoman por nuestra imaginación.
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Ahora sólo falta esperar unos cuantos años para saber si alguno de los autores españoles contemporáneos ha predicho algo de interés en una de sus novelas. Ya veremos...""
Fuente: Frente al Escritorio. Álvaro Colomer. http://frentealescritorio.blogspot.com.es/2008/07/serendipias-literarias.html
Espero que lo disfrutéis tanto como yo...
Un saludo cordial
¡Sed felices!
Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.
Y ahora como si de cualquier serendipia literaria se tratara estoy intuyendo que unas acelgas me esperan en la cocina, jajaaaa
Un saludo cordial
¡Sed felices!
Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.