Aunque solo sea uno, no puedo dejar pasar un óleo sobre cobre, técnica que me suele llamar la atención, ya no solo por la dificultad que entraña pintar sobre material metálico, sino también por el especial color que toma la pintura, que le da un matiz, cómo decirlo, brillante, "mágico"...
Sagrada Familia con San Juanito. Óleo sobre lámina de cobre. Siglo XVII.
Las pinturas sobre cobre suelen estar realizadas con óleo sobre cuadros de pequeñas dimensiones, caracterizados por su colorido brillante y su preciosismo y gusto por el detalle. Son pinturas pensadas para ser observadas despacio y de cerca, para la meditación religiosa y la devoción privada e individual, aptas para espacios recogidos y domicilios particulares.
El cobre, como soporte para la pintura, tiene cualidades muy apreciables. Presenta la ventaja de no verse afectado por la humedad ni por los insectos y no necesita una preparación tan compleja como las telas. Frente a la madera, tiene la ventaja de no agrietarse ni cuartearse y además, como su superficie no absorbe los pigmentos, no necesita ninguna preparación. Pero su cualidad más apreciada se refiere a los colores; como la superficie no es absorbente, la pigmentación resulta intensa con los colores muy saturados. Además, se necesita muy poca cantidad de pintura para obtener los colores deseados.
Sagrada Familia con San Juanito. Museo Diocesano de Barbastro-Monzón
Estas pinturas sobre cobre se caracterizan por su delicadeza y la fina pincelada, que crea efectos de gran sutiliza tanto en los detalles como en el color, en la luz, los brillos, los reflejos en los paños o sus transparencias. Destacan el delicado modelado del rostro de la Virgen, los sutiles efectos luminosos de su aureola, la trasparencia del velo que cubre al niño dormido y sus dorados cabellos.
La Virgen, San Juanito y el Niño dormido en la camita centran una composición equilibrada y clásica. La Virgen, enmarcada con una aureola de fría luz, se destaca en el centro de la composición, que describe una línea en zigzag a través de las cabezas de los personajes.
En un plano secundario aparece San José. En época medieval su misión no había sido considerada importante por la Iglesia. Sin embargo, a partir del siglo XVII, cuando un 19 de marzo de 1621se instituye su fiesta, la Iglesia ensalzó la dignidad y santidad del personaje como modelo de esposo, padre y trabajador. Será el arte barroco el responsable de difundir la devoción a San José por toda la cristiandad y lo mostrará como un varón maduro en su plenitud.
San Juanito se lleva el índice de la mano derecha a los labios mirando al espectador, e imponiéndole silencio. Es un gesto afectuoso y familiar: “no lo despertéis”. Pero hay en este gesto, con el índice apuntando hacia arriba una significación más elevada: exige atención ante el misterio.
La devoción sentida en época barroca hacia la humanidad de Cristo obligó a los artistas a plasmar con imaginación escenas cotidianas que no se detallan en los Evangelios y en las que los miembros de la Sagrada Familia manifestaban su mutuo amor. Consecuencia de la gran demanda de este tipo de obras es la existencia de estos cobres pintados que en 2012 se incorporarán a la colección permanente del Museo Diocesano de Barbastro-Monzón para disfrute de todos.
A mua le encantará saber que me llama la atención -y no me importa reconocer, porque una imagen no cambia un ápice de mi fe- que las representaciones de los santos Primitos suelan ser tan "falsas" en edad. Si las madres coincidieron unos cuantos meses en sus períodos de gestación, es curioso que San Juan suela salir como niño y Jesús como bebé...
Un saludo cordial
¡Sed felices!
Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.