Un fraude billonario
Las mentiras de los republicanos con el presupuesto deberían seguir indignándonos.
Ya es una tradición del Partido Republicano: una vez al año, el partido elabora un presupuesto que, según dice, sirve para reducir drásticamente el déficit, pero que resulta contener un "asterisco mágico" de un billón de dólares; una frase que promete grandes recortes del gasto o aumentos de los ingresos, pero sin explicar de dónde se supone que va a salir el dinero.
Pero los presupuestos que acaban de publicar las mayorías de la Cámara de Representantes y el Senado abren nuevos caminos. Cada uno de ellos contiene, no uno, sino dos asteriscos mágicos billonarios: uno de gastos y otro de ingresos. Y, de hecho, este cálculo se queda corto. Si cualquiera de los presupuestos se convirtiera en ley, la deuda del Gobierno federal aumentaría varios billones de dólares más de lo que afirman, y esto solo durante la primera década.
Uno podría sentirse tentado a hacer caso omiso de esto, dado que esos presupuestos no van a convertirse en ley en la práctica. O podría decir que todos los políticos hacen cosas así. Pero no es cierto. La falta de honradez fiscal del Partido Republicano es algo nuevo en la política estadounidense. Y esto nos dice algo importante sobre lo que le ha sucedido a la mitad de nuestro espectro político.
Pero volvamos a los presupuestos: ambos piden reducciones drásticas del gasto federal. Y se concretan algunas de esas reducciones del gasto: habría recortes despiadados en los cupones para alimentos, recortes más o menos igual de despiadados en Medicaid que contrarrestarían con creces su reciente ampliación y se acabaría con las subvenciones para seguros sanitarios que contempla el Obamacare. Un cálculo aproximado indica que cada plan ente duplicaría el número de estadounidenses sin seguro sanitario. Pero ambos reclaman también más de un billón de dólares en recortes adicionales del gasto obligatorio, cantidad que casi con seguridad tendría que venir de Medicaid o la Seguridad Social. ¿Qué forma adoptarían estos recortes adicionales? No nos dan ninguna pista.
Es muy importante darse cuenta de que este no es un comportamiento político normal. El Gobierno de George W. Bush no se quedaba atrás a la hora de presentar los planes tributarios de forma engañosa, pero nunca fue tan descarado. Y el Gobierno de Obama ha sido extraordinariamente escrupuloso en sus dictámenes fiscales.
Sí, ya estoy oyendo las risas, pero es la pura verdad. ¿Recuerdan todas las mofas que hubo sobre las previsiones de gasto de la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible? El gasto real se está quedando muy por debajo de lo esperado y la Oficina Presupuestaria del Congreso ha reducido un 20% su previsión para la próxima década. ¿Se acuerdan de las burlas que hubo cuando el presidente Obama declaró que reduciría el déficit a la mitad antes de que acabara su primer mandato? Bueno, la escasa actividad económica retrasó las cosas, pero solo un año. El déficit de 2013 fue menos de la mitad que el de 2009, y ha seguido bajando.
De modo que no, la falsedad fiscal no es la norma histórica ni es propia del bipartidismo. Es un rasgo republicano moderno. Y la pregunta que debemos plantearnos es por qué.
La respuesta que a veces oímos es que, en el fondo, los republicanos piensan que el hecho de reducir la presión fiscal sobre los ricos se traduciría en una enorme expansión y en un aumento de los ingresos, pero les preocupa que la ciudadanía no considere creíble este argumento. Así que los asteriscos mágicos son en realidad un sustituto de su fe en la magia de la economía de oferta, fe que permanece intacta aunque los defensores de dicha doctrina lleven décadas equivocándose en todo.
Y la forma más sencilla de entender estos presupuestos seguramente consista en suponer que están pensados para hacer lo que, de hecho, harían en realidad: enriquecer más a los ricos y empobrecer más a las familias corrientes.
Pero, por supuesto, este no es un rumbo político que los ciudadanos respaldarían si se lo explicasen claramente. Así que hay que vender los presupuestos como si fueran un valiente esfuerzo por suprimir el déficit y pagar lo que se debe (para lo cual, deben contemplar un ahorro inexplicable de billones de dólares).
¿Significa esto que todos esos políticos que pronuncian discursos sobre lo malos que son los déficits presupuestarios (como en España) y que dicen estar decididos a acabar con la plaga de la deuda, nunca han sido sinceros? Sí, así es.
Miren, sé que es difícil mantener viva la indignación tras tantos años de fraudulencia fiscal. Pero, por favor, inténtenlo. Nos encontramos ante una estafa enorme y destructiva, y deberíamos estar muy, muy enfadados.
Paul Krugman es profesor de Economía en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía en 2008.
Un saludo