Catalunya Sentencia; más de un millón de catalanes rechazan la sentencia contra el Estatut del Trib. Constitucional
Catalunya respondió con contundencia. Cientos de miles de personas tomaron las calles del centro de Barcelona y desfilaron en una manifestación en respuesta a la sentencia contra el Estatut que el Tribunal Constitucional difundió el viernes, tres días antes de lo previsto y casualmente la víspera de una marcha que contó con la participación de 1.100.000 personas según la Guardia Urbana y 1.500.000 según Òmnium Cultural.
El recorte del Estatuto por el Tribunal Constitucional desembocó ayer en la manifestación más grande de la historia de la democracia en Cataluña
La clamorosa respuesta de los catalanes a la sentencia del Tribunal Constitucional (TC), que invalida 14 artículos del Estatut y reinterpreta otros 27, fue ayer de tal magnitud que desbordó no solo las más optimistas previsiones de asistencia, sino también el propio planteamiento de la marcha. Los ciudadanos asumieron el protagonismo y dijeron alto y claro que consideran inaceptable el pronunciamiento del alto tribunal. En muy pocas ocasiones, el uso del calificativo histórico no resulta abusivo. Esta es una de ellas.
El colapso por la multitud de gente que se manifestó fue brutal, la manifestación Incapaz de avanzar al ritmo previsto, esta acabó disolviéndose antes de alcanzar el punto de destino, en la plaza de Tetuan.
Cuando esta imprevista cabecera popular terminó de desfilar, muchas personas todavía no habían logrado andar un solo paso en la confluencia del paseo de Gràcia y la Diagonal, punto de partida del acto, por lo que optaron por ocupar las calles adyacentes. Sobre la marea humana, un manto de senyeres y estelades, con predominio de las banderas independentistas y su consiguiente grito como protagonista: «Independència». Sin embargo, ampliando el zum de la fotografía, la composición de la protesta fue mucho más transversal. Salió a la calle gente de todas las generaciones. Muchos de los que estuvieron en aquella manifestación de 1977, pero también muchos que nacieron en democracia. Los más jóvenes, por delante, espolearon el acto con sus consignas. Los mayores y un gran número de parejas de media edad con niños pequeños marcharon en la parte final, en un ambiente mucho más tranquilo.
Prueba de que el protagonismo se lo llevaron los ciudadanos anónimos fue el vía crucis que soportaron las máximas autoridades, que no avanzaron un solo milímetro hasta media hora después de las seis.la cabecera estaba a la altura de la calle de Aragó¿. Los ruegos por megafonía de la organización para que el gentío despejase el centro del paseo fueron en balde y se toparon siempre con fuertes abucheos y un grito muy significativo dedicado a los políticos: «¡El pueblo es la cabecera!».
En los laterales del paseo de Gràcia se coció el clamor de la manifestación, mayoritariamente independentista. Más allá de la desafección entre unos y otros, ciudadanos y políticos coincidieron en el denominador común de la protesta, expresado alto y claro a lo largo y ancho del kilómetro y medio que separaba la cabeza y la cola de la manifestación: Catalunya entiende que el TC ha agredido a su autogobierno y que nada será como antes del fallo.
La multitud transversal, cívica y coral reclamó respeto para aquello que votó el pueblo catalán y, a partir de aquí, cada cual reivindicó una u otra reacción: recuperar lo que el Constitucional ha recortado, avanzar con claridad hacia una España federal o, directamente, romper con ella. En este último cometido, los partidos independentistas concibieron desde el principio el acto como el punto de partida de una campaña electoral decisiva para marcar territorio. Fueron, con diferencia, los que más gente movilizaron. Pero, tras lucir músculo, ahora deberán atraer el voto de ese millón largo de personas para demostrar que, como dicen, la ruptura con España es una apuesta creciente entre los catalanes. De momento, ayer, lograron desbordar toda previsión.