Muy de acuerdo con tus comentarios.
Obviamente nadie va a saltar una millonada sin un mínimo de condicionalidad, pero plantear el tema en términos culturales o moral-religiosos e históricos no tiene ningún sentido porque 1) es un callejón sin salida, que no se puede cambiar de un día para otro y la situación actual exige decisiones contundentes a corto plazo; y 2) no sólo se ha demostrado un argumento muy endeble sino maleable con el tiempo, moviendo a conveniencia la flecha de la causalidad (de la cultura a los resultados y de los resultados a la cultura).
El libro más famoso al respecto es La ética protestante y el espíritu de capitalismo de Max Weber, donde defiende que el puritanismo calvinista encaja especialmente bien con el capitalismo de trabajo duro, ahorro e inversión que tanto le gusta a Bastos. Ni veinte años después R. H. Tawney y otros puntualizaron que Weber se equivocaba en su interpretación de los escritos (y actividad política) de Calvino, que las estadísticas que manejó para su trabajo estaban mal y que no podía explicar el capitalismo judío o florentino.
Mucho menos conocido es su siguiente libro sobre sociología de la religión, La religión de China, en el que intentaba probar que supone un impedimento para su desarrollo económico. Cuando China empezó a despegar en los años 80, ¿cómo lo explicaron los "culturalistas"? Pues precisamente echando mano del revival neoconfuciano que estaba viviendo el país, tirando por la borda la tesis weberiana.
Este tipo de explicaciones se vienen utilizando una y otra vez con los asiáticos, los más exitosos en las últimas décadas (con el permiso de Botsuana). Un par de ejemplos más:
* Hoy creemos que los japoneses son como hormigas disciplinadas. En cambio, cuando el general MacArthur fue comandante supremo de las Potencias Aliadas en Japón, los veía como impuntuales, a los que no les importaba el trabajo bien hecho y muy propensos a montar huelgas.
* Tras la guerra de Corea, no se ponía en duda que había que ayudar al país (estaba al nivel del Afganistán actual), pero que tendría que ser de muy corta duración porque se sabía que los coreanos eran poco trabajadores y se aficionarían a vivir de las dávidas extranjeras. Hoy en día en los países ricos nadie echa tantas horas trabajando como ellos, a años luz de los estajanovistas holandeses.
Una última anécdota para terminar. Paul Lagargue, yerno de Marx, escribió El derecho a la pereza. En él proponía que los trabajadores, a cambio de las ganancias de productividad que el capitalismo logra con su alienación, obtuvieron el suficiente tiempo libre para consagrarse a las ciencias, el arte, etc... Desgraciadamente, a una serie de pueblos iba a ser muy difícil convencerlos porque, según él, para ellos el trabajo era una "necesidad orgánica": auverneses, escoceses, pomeranios, chinos... y gallegos.
No sé si los gallegos somos tan trabajadores como él pensaba o si lo fuimos y ahora ya no, lo que está claro es que seguimos estando entre las Comunidades más pobres. A ver si resulta que la cultura, la religión y la ética del trabajo dejan mucho sin explicar, tanto del pasado como del presente y el futuro.