Sobre este asunto hay al menos un par de mitos, que los estudios de Dan Kahan y otros han puesto de manifiesto:
El primero es que tener estudios superiores implica una superior capacidad de discernimiento o razonamiento objetivos, cuando lo único que otorga de partida es una mayor confianza (que corre más rápida que el conocimiento) en las propias creencias.
El segundo es que lo que impide a los “cultos” ver la luz de la verdad es su pereza intelectual, cuando en realidad se empecinan más y más en el error a medida que profundizan en el tema polémico que se trate.
En cuestiones en las que hay muchas veces una clara separación ideológica y está en juego hasta la identidad de las personas (vacunas, cambio climático, control de armas, etc…), cuantos más estudios tengas más polarizado e irrazonable te vuelves. La razón es que posees un arsenal argumentativo más elaborado para racionalizar tus sesgos y una mayor soberbia para autoconvencerte de las debilidades ajenas (“son unos ignorantes o estúpidos o malas personas si no piensan como yo”).