Lo leí cuando a poco de salir el libro y ya no me acordaba. Gracias.
Como el fragmento es pequeño lo pego aquí:
Gestión en equipo (2003-2014) 2003: Álvaro
En 2003 comenzamos con otro hecho esencial. Después de trece años de trabajo básicamente en solitario, el tamaño del equipo de gestión dobló ese año. De ser un gestor pasamos a ser dos. Es cierto que Mario Serna me había estado ayudando como analista durante casi dos años, pero no tenía ninguna experiencia previa y estaba en plena fase de aprendizaje. Previamente, los muchos analistas que habían pasado por Bestinver Sociedad de Valores y Bolsa realizaron un trabajo estupendo, pero enfocado al análisis para los clientes extranjeros que invertían a través de la sociedad de valores. Colaboré en la contratación de algunos e incluso los dirigí en ciertas épocas, pero todos ellos eran jóvenes recién licenciados que me ayudaban esporádicamente para cuestiones puntuales, como la defensa de las valoraciones de Endesa y sus filiales. Su tarea principal no era la gestora, sino dar soporte al bróker. Con Mario cometí un error que también posiblemente he repetido antes y después: enseñar sólo con el ejemplo, sin dedicar un tiempo específico para ello ni aplicar un método coherente. Para algunos puede ser suficiente, y creo que el grupo de jóvenes que pasó por la gestora tuvo una formación adecuada por esa vía, pero quizás no lo sea para todos. Quizás por este motivo, Mario se cansó y se marchó en el momento en que llegó Álvaro. En los siguientes diez años, afortunadamente, sería el único caso de salida de alguien del equipo de análisis de la gestora. La decisión de incorporar a un segundo gestor no fue fácil. Buscaba un verdadero gestor que, aunque fuera joven, tuviera experiencia. Y como estaba acostumbrado a tomar las decisiones a solas, con un sistema que funcionaba para los clientes y para mí mismo, me resultaba difícil cambiar a otro en el que debía empezar a consensuarlas. No obstante, y especialmente en el área internacional, era imprescindible contar con la ayuda de otra persona para mejorar la toma de decisiones y reducir el riesgo de los clientes. Ya hemos visto que los resultados habían sido buenos, pero parte de las pérdidas de 2002 se debieron a que manteníamos demasiadas compañías en la cartera internacional, sin un control exhaustivo sobre las múltiples situaciones que se daban. Una sola persona no podía conocer con detalle las 150 compañías que componían la cartera, las 30-40 que componían la española y los cientos de posibles candidatos a entrar en ellas (ver Anexo al final del capítulo). En España se trataba de elegir entre 100 posibles inversiones, cosa factible en aquel momento después de trece años de experiencia. Pero debíamos intentar aplicar a las compañías globales los mismos procesos que utilizábamos en España, donde el índice de errores era bajísimo, y para ello era imprescindible dedicar más recursos a ese análisis. La incorporación de Álvaro Guzmán de Lázaro se produjo de una forma natural, como todas las relevantes que hemos hecho. Me lo presentó nuestro amigo común y exanalista de Bestinver y de Beta Capital, Antonio Velázquez-Gaztelu. Vinieron un día para comentarme las bondades de Repsol, quedamos después un par de veces para comer juntos, y para mí estaba claro que era la persona que necesitábamos. No iba a comenzar un proceso rutinario de selección de personal o algo parecido. De hecho, para puestos relevantes nunca lo hemos hecho. En la primavera de 2003 empezó a trabajar con nosotros. Era la persona que necesitábamos porque conocía perfectamente nuestra filosofía de inversión, la compartía y llevaba tiempo gestionando la cartera familiar de una forma semejante. Trabajaba como analista «estándar» en Banesto Bolsa, y al terminar su jornada se dedicaba a lo que de verdad le gustaba: encontrar valores realmente buenos para su cartera, con una gran dosis de esfuerzo y persistencia. Álvaro es un ejemplo mucho más habitual que el mío de cómo empezar a invertir. Si nadie te ofrece la posibilidad de pagarte por ello, cosa lógica cuando se trata de gente joven y sin experiencia, hazlo en tus horas libres. La cantidad con la que se empieza es irrelevante —mi caso, en este sentido, todavía es más claro que el de Álvaro, pues empecé con 100 acciones del Banco de Santander—. Lo esencial es aprender el proceso, sufriendo y disfrutando, para después creerte que lo puedes hacer bien y explicárselo a los demás. Pensar que somos capaces de gestionar y poder demostrarlo, aunque sea con un capital pequeño, es un primer paso casi imprescindible. En los tiempos actuales, con internet, se puede ser un buen autodidacta, aprendiendo y copiando a otros inversores. Álvaro aportó la sistematización de los modelos de las compañías en que invertíamos, algo que no teníamos. Hasta ese momento casi todas las ideas las tenía en la cabeza, pues tiendo a pensar que aquello de lo que no me acuerdo no es muy relevante. Probablemente sea un planteamiento erróneo, pero que se adapta bien a mi forma de ser. Afortunadamente con su llegada y la del resto de compañeros más adelante, todo empezó a quedar perfectamente registrado en papel o en forma electrónica. Con todos ellos formábamos un equipo que funcionaba bien. A lo largo del tiempo hubo pocas discrepancias en la selección de valores que se resolvían de forma «democrática»: no me parecía correcto imponerles un criterio y nuestro sistema de decisiones exigía la unanimidad de los gestores para comprar un valor. Si ésta no se daba, no comprábamos. Es verdad que en algunos aspectos macroeconómicos Álvaro y yo tuvimos algunas diferencias de punto de vista, pero no se trataba de elementos esenciales en nuestro tipo de inversión. Creo que sólo estuvimos en desacuerdo en dos o tres valores, lo que me parece un buen resultado. A partir de su llegada empezamos a viajar con más frecuencia por Europa para visitar nuestras compañías, y de esta forma mejorar nuestro conocimiento sobre ellas. Así, gradualmente fue aumentando la calidad del fondo internacional, y a finales de 2003 los valores europeos suponían ya el 67 por ciento de la cartera internacional. Gracias a una revalorización del 32,7 por ciento en 2003 (el índice se revalorizó un 8,83 por ciento) conseguimos recuperar las pérdidas sufridas en 2002.
Paramés, Francisco García. Invirtiendo a largo plazo: Mi experiencia como inversor (Spanish Edition) (Posición en Kindle1517-1565). Grupo Planeta. Edición de Kindle.