«Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez como farsa» (Carlos Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte).La obsesión por la legitimidad histórica, por las fechas míticas y los héroes que han jalonado la lucha por la independencia de Cataluña provoca en los dirigentes nacionalistas efectos perniciosos, casi trágicos.Mas se ha empeñado en ser un Companys redivivo y está dispuesto a poner en juego la estabilidad de Cataluña y de España con tal de pasar a la Historia como el hombre que proclamó y presidió la primera república catalana.El papel que en su día cumplió la Alianza Obrera (que incluía al trotsquista Bloque Obrero y Campesino) como fuerza de choque aliada de Companys lo cumple ahora la CUP (también trufada de elementos trotsquistas).La dinámica abierta por Mas (Convergència y ERC), condicionada por la CUP, de ruptura de la legalidad, tiene un objetivo inconfesable: provocar al Gobierno para que aplique el artículo 155 de la Constitución, que llevaría a la suspensión temporal de la autonomía. El 155 sería una especie de general Batet, pero, en este caso, según los cálculos del nacionalismo, no serviría para aplastar el movimiento, sino que generaría en la sociedad catalana una repulsa generalizada hacia el Estado español que, finalmente, propiciaría la consolidación de la independencia por la vía de los hechos, ya que nadie se plantea una intervención militar como la que tuvo lugar en octubre de 1934.Los tiempos, la hoja de ruta, de la política en Cataluña los marca la CUP. La condición para investir a Mas como presidente es la aprobación de la resolución de desenganche con España y, por ello, la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, no tiene inconveniente en saltarse el reglamento de la Cámara con tal de que se cumplan los pactos a los que llegaron Mas y la dirección de la CUP en su reunión secreta.La maquinaria legal se ha puesto en marcha. Ayer, Ciudadanos, el PSC y el PP decidieron plantear sendos recursos de amparo ante el Tribunal Constitucional sobre la ilegalidad de la junta de portavoces que ha dado luz verde al Pleno del próximo 9 de noviembre, donde, en principio, se aprobaría la resolución de desenganche y en el que, posteriormente, se votaría la investidura de Mas como presidente de la Generalitat, para la que necesita, además de los votos de Junts pel Sí, los de la CUP.Fuentes solventes apuntaron que el TC admitirá a trámite el citado recurso, pero que es dudoso que pueda resolverlo antes del próximo lunes, ya que tiene que abrir un plazo de alegaciones. También es dudoso que el Alto Tribunal acepte, si se plantean, medidas cautelarísimas, como la suspensión del Pleno.Una vez aprobada la resolución, los tres partidos mencionados plantearán un recurso de inconstitucionalidad sobre el contenido de la misma. El TC lo admitirá a trámite y dejará en suspenso su aplicación. La idea de los magistrados es tener resuelto el fondo del asunto en el plazo de un mes. En todo caso, antes de las generales del 20-D.Será a partir del 9-N cuando la situación en Cataluña adquirirá tintes dramáticos. La propia resolución que puede ser aprobada ese día incluye la desobediencia a las resoluciones del TC. Por tanto, lo más probable es que se pongan en funcionamiento los mecanismos de creación de una Hacienda y una Seguridad Social propias, haciendo caso omiso de la suspensión.Sea cual sea el camino que elija el Gobierno para frenar la ruptura, Rajoy debe contar con el respaldo del PSOE y de Ciudadanos.Una vez que la Generalitat ha entrado en la dinámica de la desobediencia ya no habrá tribunal que imponga sus resoluciones. Ese es uno de los objetivos de este golpe a la legalidad. Ayer lo expresó con claridad Albert Rivera: «Es una cortina de humo. Se han vuelto independentistas en proporción de lo que han robado en nombre de Cataluña».La tragedia en la que derivó la insensata aventura de Companys se repite ahora, pero sólo como farsa. Detrás de las grandes proclamas, de la apelación a valores innatos, a una cultura centenaria, se esconden otras razones más pueriles, como el intento de ocultación de una extensa red de corrupción, con cuentas en paraísos fiscales, lavado de dinero, cobro de comisiones, extorsión, etc., que justifican este irresponsable salto al vacío. No hay más que leer la información que publicaba ayer La Vanguardia, en la que se relata la artimaña de Jordi Pujol para que su hijo pudiera engañar a su esposa, arrogándose falsamente la propiedad de las cuentas en Andorra, para percatarse de la catadura moral del máximo referente del independentismo catalán.Mas no es más que un aprendiz de su maestro. A Companys le daría vergüenza que gente así reclame su legado, por muy trágico que este haya sido.