Definir ideológicamente a Podemos, más allá de su discurso populista y radical, es tarea complicada porque alrededor de este nuevo partido se juntan colectivos de toda índole. En la manifestación de ayer se juntaron elementos de la CGT (anarquistas) con colectivos de indignados de distintos sectores, antiguos votantes socialistas y de Izquierda Unida, inmigrantes sin ideas políticas muy definidas... Si fuera por el número de banderas exhibidas los republicanos serían mayoría, aunque los líderes de la nueva formación se cuidaron mucho de criticar a la Monarquía, ni mucho menos al Rey. Si fuera por gestos, a Pablo Iglesias le gusta levantar el puño derecho, como a muchos, y Juan Carlos Monedero parece preferir la mano abierta, con los dedos bien separados, eso sí, no le vayan a confundir...
No obstante, también se vieron banderas griegas, que no ondeaban griegos sino españoles orgullosos del cambio en ese país, alguna cubana y, eso sí, cientos de pequeñas pancartas confeccionadas artesanalmente por círculos de distintas localidades y que eran distribuidas entre los asistentes, en las que podían leerse los eslóganes habituales del partido de Pablo Iglesias.
Entre esa gran variedad de asistentes destacó, por surrealista, la presencia de la televisiva Carmen Lomana, identificada por la mayoría como aficionada al lujo y a la buena vida y que el Día de Reyes invitó a Juan Carlos Monedero a comer roscón a su casa. Locuaz con todo aquel que le preguntaba -y no eran pocos, extrañados de su presencia-, lo cierto es que había asistido a la manifestación como «glamourosa» reportera de un programa de Telecinco.
Ante la ausencia de un programa de gobierno definido, ni siquiera esbozado, lo que de verdad une a los seguidores de Podemos, tal como se vio ayer en Madrid, es su hartazgo por la situación económica actual y la corrupción, la necesidad de un cambio total después de que hayan sido los «poderosos», con sus recortes que han llevado a cientos de miles de familias a la ruina, los que han roto el pacto social.
A partir de esa percepción social, detectable en buena parte de los ciudadanos, son muchas las posibilidades de que cale un discurso populista de frases efectistas bien construidas, en el que no se hacen muchas concreciones probabemente para evitar la división entre las filas propias. Pero como decía uno de los asistentes más ecuánimes de cuantos acudieron al acto, un hombre de mediana edad, trabajador por cuenta ajena y que como muchos ha pasado y pasa por dificultades, «una cosa es predicar, y otra dar trigo. Y de esto último nadie ha dicho nada».