El diario El País ha demostrado en ocho horas que nadie es mejor que Tomás Gómez. Es decir, si nadie se presentara a las elecciones por el PSOE en Madrid obtendría mejor resultado que Tomás Gómez. Vota PSOE sin nombres. Vota Nadie. Y eso que dicen que los españoles preferimos nombres y apellidos antes que siglas. Pues no. El diario global latifundista ha colocado demoscópicamente a Gómez como el estorbo del PSOE, el lastre que impedía su ascenso. Cortada la maroma, el globo socialista del diario global sube, sube y sube sea cual sea el proceso electoral que se celebre en la República Demoscópica de España. Anuncios por palabras en El País:
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Todo lo sucedido en torno a la defenestración del socialista resulta extravagante: la rueda de prensa de la víctima, arropada por la tribu que asentía, negaba, gesticulaba y aplaudía cual círculo de Podemos; el rostro inenarrable de Miguel Carmona –quién me mandará a mí meterme…–, con la mirada fija en algún punto medio entre la nada y el abismo y las manos escondidas –el único que no aplaudió– porque se las había apostado con Vulcano; el miniasalto a la sede de Ferraz, el cambio de cerraduras en el cuartel del PSM. Y, lógicamente el enésimo intento de Invictus por ocultar lo que no cabe en escondite alguno: su tranvía y lo que llevara dentro, que tarde o temprano irá saliendo. Pero la noticia era que el hombre sin vocales había borrado todas las letras a Tomás Gómez. Por cierto, ni siquiera lo de Snchz era cosecha del líder. Ya lo ensayó Rbcb, de nuevo protagonista, con una apócope que era la fórmula química de la mentira.
Todo ha sido extravagante, sí, y hasta cómico en algunas formas, pero no inédito. Mil veces hemos recordado en estas páginas otros episodios como el de María San Gil –"Arriba España"– de la que llegó a insinuarse que quedó trastornada tras el asesinato en primer plano de Goyo Ordóñez. O aquel "Discurso del método" de Juan Luis Cebrián en El País que sirvió de burofax para fulminar a Nicolás Redondo Terreros como secretario general del PSOE vasco. Cambian los escenarios pero las tramas, más o menos sofisticadas, suelen repetirse.
En el caso PSM, Gómez acusó de contubernio a Ferraz, la derecha y El País. Qué manía la de esconder los nombres –al menos no dijo "poder fáctico fácilmente reconocible". ¿Se refería a Rubalcaba-Felipe González, Soraya Sáenz de Santamaría y Juan Luis Cebrián, el regente? Pero, ¿no eran estos los mismos que desearían repetir una jugada similar con Pedro Sánchez. Los mismos que prefieren a Susana Díaz? Desde luego, saben que sólo un buen resultado electoral obtenido entre PP y PSOE alejará a la Bestia y les permitirá volver a decorar La Moncloa cuatro años a uno y cuatro al otro. Tal y como están las cosas, menos es nada. Ese es el plan. Pero entonces, ¿cuál ha sido el papel de Pedro Sánchez? Valga una alegoría boxística: ¿ha dado el puñetazo o lo ha recibido? Ambas cosas son posibles: lanza un certero izquierdazo pero no ha advierte todavía el crochet que, al mismo tiempo, le impacta como una coz de percherón en toda la mandíbula. Tambaleándose ve caer a Gómez a la lona como un pelele. Sánchez parpadea con fuerza y sacude la cabeza. Sigue en pie pero empieza a ver doble… el árbitro no inicia la cuenta y tampoco suena la campana. En teoría el combate tendría que haber acabado y además por knock-out. Pero el público no se ha movido de sus localidades y un silencio sobrecogedor reina en el Ferraz Arena. Caerá.
Por el momento, los huérfanos votantes acérrimos del bipartidismo sólo podrán aspirar en Madrid a posibles pactos entre una gaviota y una rosa empuñada, sin más detalle. Lo dijo acertadamente Ana Botella: "Ya estamos todos igual". Madrid, ciudad desierta de candidatos. Quizá Aguirre se mida con Carmona, puede que González lo haga con Gabilondo –Ignacio y Ángel, no sueñen– y es posible que entre Abascal, Ciudadanos y UPyD la cosa se ponga interesante. Pero hoy parece que nadie es mejor que cualquiera. Ellos sabrán. En cuanto a la resolución del enigma socialista, El País proveerá.