Mariano Rajoy ha conseguido llegar a la recta final de la Legislatura desmontando malos augurios que se cernían sobre sus expectativas y confirmando algunas de las buenas previsiones por las que él apostó personalmente, incluso contra el criterio de algunos de sus colaboradores más cercanos. La realidad es que, frente a la demanda de otros sectores de su propio partido, dudas internas y críticas externas por no hacer más política, Rajoy siempre ha defendido ante los suyos que la economía era su mejor baza electoral y que tenía que ser el argumento central de su discurso político y electoral. De ahí no se ha movido, ni siquiera aunque los resultados obtenidos en las urnas no le acompañaran.
De hecho, en las elecciones autonómicas y municipales del pasado mes de mayo el mensaje de la recuperación no frenó el golpe que el PP recibió de los ciudadanos, y esto le obligó incluso a hacer cambios en la dirección de su formación y a revisar su política de comunicación. Pero, de momento, las últimas encuestas, y también las proyecciones internas que manejan en Moncloa, coinciden en señalar una tendencia al alza para las expectativas populares, que en algunos sondeos va acompañada de una significativa caída de Podemos, que no repercute a favor del PSOE.
Todo suma a favor del PP, resaltan en la «cocina» electoral de Génova, donde dan tanta importancia a este último dato como a su propia recuperación a la hora de hacer sus cálculos sobre sus posibilidades electorales ante las próximas generales. En estas elecciones se dilucidará por primera vez en la historia de la democracia, en lo que afecta al Gobierno de la Nación, si lo ejerce la lista más votada o si hay una alianza alternativa de izquierdas sobre el mismo eje que la que se ha conformado a nivel territorial entre los socialistas y el partido de Pablo Iglesias.
Hoy, Rajoy no presidirá la reunión del Comité de Dirección del PP, los primeros «maitines» para marcar la estrategia del partido, y que tendrán muy en cuenta la realidad electoral catalana, ya que por la tarde, el presidente será recibido en Schloss-Meseberg (Gransee-Alemania) por la canciller alemana, Ángela Merkel. Después de dar un paseo por el entorno del lago Huwenow, en Meseberg, asistirá a una cena ofrecida por su anfitriona.
En la estrecha relación entre ambos mandatarios, que no se ha visto afectada por los pulsos que se han librado en Bruselas, entra también una de las cuestiones que marcan la agenda del último curso político de esta Legislatura en España: el desafío independentista de Artur Mas y Esquerra. Con discreción, el Gobierno sigue moviendo sus hilos diplomáticos y afianzando sus apoyos ante el reto soberanista. Trabaja intensamente Exteriores, pero también lo están haciendo en Moncloa. Y Merkel es uno de los apoyos blindados más significativos. Un respaldo que el Ejecutivo asegura que se visualizará de manera expresa «cuando toque».
Confianza en Albiol
En la parte doméstica, las previsiones electorales del PP en Cataluña siguen apuntando a la baja, aunque en Génova apelan a su confianza en el efecto que pueda tener la candidatura de Xavier García Albiol. Los estrategas electorales admiten que es difícil anticipar el efecto sobre las generales de ese resultado electoral, pero en Génova pesa más, en cualquier caso, su confianza en que la acumulación de nuevos datos positivos económicos les facilitará recuperar parte de los apoyos perdidos en estos años. Una baza que incidirá, especialmente, en su electorado más tradicional y que está desencantado por decisiones como la política fiscal o los casos de corrupción que les han afectado.
La tramitación de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) les sirve también de coartada para apurar hasta diciembre la convocatoria electoral, ganar más tiempo para dar aire a la mejoría, además de ser otro sostén del discurso sobre la recuperación. Diciembre entra dentro de plazo, y la agenda lleva al 13 o al 20, si bien en medios gubernamentales se inclinan más por esta primera fecha.
Con el calendario legislativo ya cerrado, la maquinaria electoral de los partidos se impone sobre todo lo demás y Rajoy arranca el curso con dos prioridades. Primero, movilizar a su formación, corregir las disfunciones que han quedado en evidencia en otros comicios y aumentar la resonancia de su discurso económico para que cale por fin en el «núcleo duro» de sus votantes, pero también en el segmento más centrista, el votante menos ideológico, y del que dependió la mayoría absoluta de 2011. Y su segunda urgencia es frenar la mayoría independentista en Cataluña.
En lo que afecta a la agenda del partido, la previsión de Génova es que el próximo lunes 7 de septiembre el jefe del Ejecutivo presidirá una reunión del Comité Ejecutivo del PP, el pistoletazo oficial de salida de la precampaña electoral de las generales, pero con las catalanas ya en tiempo de descuento. En relación a estas últimas, el resultado amenaza los intereses partidistas del PP, pero en la dirección popular subrayan que por encima de la inherente pelea de los partidos que acompaña a todo proceso electoral, lo decisivo será el resultado de la lista independentista, si ésta obtiene o no la mayoría y en qué porcentaje. Si les va bien, Mas volverá a presentar su frente independentista al Congreso de los Diputados para trasladar su presión al Parlamento nacional en un contexto en el que un Gobierno saliente tendrá además que responder a los nuevos movimientos rupturistas de la Generalitat y del nuevo Parlamento catalán.
«Con escaños necesarios»
Pese a la amenaza de Cataluña en ciernes y pese al desgaste que les ha dejado la corrupción y que sigue restando al PP, Rajoy está convencido de que ganarán las elecciones generales y que tendrán la mayoría suficiente como para frenar la alianza de la izquierda. «Sin mayoría absoluta, pero con los escaños necesarios para gobernar sin demasiados apuros en una etapa que seguirá marcada por la mejoría económica», sostienen en su entorno.
Incertidumbres políticas, como la evolución del problema catalán, dependerán del resultado que salga del 27-S y la economía «continuará dándonos buenas noticias». El presidente vuelve al despacho «optimista» sobre el intenso curso que terminará en las urnas.