Todos sabemos que cuando una empresa multinacional decide lanzarse a la conquista del mercado español, se instalará, en un 80% de los casos, o más, en Madrid o Barcelona. No buscan el mercado madrileño ni barcelonés, sino el español (47 millones). También las empresas españolas, en un alto porcentaje, cuando adquieren cierto tamaño buscan nuevo emplazamiento en esas ciudades por la necesidad de estar más cerca de los centros de decisión, del poder político y financiero, del que dependen. La propia administración, pese a que es de todos, cuando elige sedes para sus organismos, descarta automáticamente a Villaconejos del Monte.
Esas empresas venderán en toda España (en donde recaudarán el IVA que paga el consumidor final, sea castellano o asturiano, no lo olvidemos), y de donde extraerán sus propios beneficios. Empero, crearán puestos de trabajo (que pagarán IRPF) prácticamente solo en sus sedes centrales (Madrid y Barcelona), y abonarán el impuesto de sociedades que les corresponda (IS), solo en donde tengan su sede central (ídem) pese a que el beneficio provenía de toda España. Si lo determinante es el mercado global español, no parece justo que luego venga un mamarracho, por muy presidente de la Generalidad que sea, a decirnos que la riqueza de Barcelona (que se beneficia de ser parte destacada de la jerarquización urbana económica española) es suya, y que ellos ‘pagan’ más impuestos y que soportan un déficit fiscal inadmisible. Mamarracho que incluso tiene la jeta de financiar campañas para decirnos que España, Restospaña más bien, les roba. No parece justo por dos razones. Ni Cataluña ni Madrid pagan impuestos, solo los recaudan (A).
¿Desde cuándo las administraciones o territorios pagan impuestos a los ciudadanos? Quienes pagan son los consumidores (IVA e impuestos especiales) que pisan España (españoles y turistas), los particulares españoles (IRPF) y las empresas con CIF español (Impuesto de Sociedades sobre el beneficio), es decir, las empresas españolas (que lo son todas aunque sean filiales de extranjeras o su capital no sea español). Ni Madrid ni Barcelona ‘tendrían’ la riqueza ni el tamaño que tienen… sin el mercado total español en el que operan, ni la riqueza que recaudan es enteramente suya (B). Simplemente, es de todos, y ello porque el mercado era único, de todos. Si se separan, dejarán de recaudar aquí y comprenderán entonces que no era suya.