Re: El PSOE se hunde....
José Luis Rodríguez Zapatero ve a Susana Díaz como futura presidenta
El expresidente considera que la andaluza «respeta la historia del partido y quien respeta la historia tiene seguridad en el futuro»
José Luis Rodríguez Zapatero ve a Susana Díaz como futura presidenta
El expresidente considera que la andaluza «respeta la historia del partido y quien respeta la historia tiene seguridad en el futuro»
Susana contra Pedro: ganar a un impostor
Víctor Gómez Frías @vgomezfriasTOMÁS SERRANO
La buena política exige tomar decisiones complejas. El populismo pretende que todas deberían ser simples, reducibles a clichés como el del “bien común” frente a “los intereses de los poderosos”. El PSOE es hoy el partido más veterano de España, el que más ha gobernado en democracia y muchos creemos que el que con más acierto ha transformado este país. Haberlo logrado, desde la fidelidad a un núcleo de muy firmes principios (libertad, igualdad, solidaridad, paz), implica habernos atrevido a tomar esas decisiones complejas para adaptarnos a los tiempos que recorría la sociedad española.
La democracia implica también reconocer que no tenemos el monopolio de la verdad, ni siquiera de las buenas intenciones. En consecuencia, podemos o no llegar a acuerdos, pero siempre debemos estar dispuestos a escuchar a nuestros rivales, a parlamentar con ellos, a no levantarnos nunca de la mesa de negociaciones. Lo que el populismo intenta denigrar por ejemplo como “el régimen del 78” es sencillamente el respeto no ya a otros partidos sino ante todo a sus electores, porque unos y otros son expresión de la soberanía nacional.
El PSOE lo hizo admirablemente en la Transición, junto a los partidos de entonces, y debemos seguir haciéndolo hoy. Sentarse a negociar solo debe negarse a los enemigos de la democracia (los terroristas, los que intentan reventar las instituciones) para no caer en su chantaje de buscar concesiones solo por respetar las reglas del juego más elementales.
La no asunción de responsabilidades de quien encabezó dos derrotas seguidas nos dejó sin ningún espacio político
Nuestra Constitución también exige que la democracia se proyecte internamente en los partidos. En el PSOE debemos aspirar a ir más lejos, implicando a los militantes en la elección de todos los cargos orgánicos y a los ciudadanos en la de todos los candidatos institucionales, sin quedarnos en los cabezas de lista o filtrando con excesivos avales. Pero contamos ya con un modelo de contrapesos muy desarrollado, con un “parlamento del partido” (el Comité Federal) mucho más ágil y útil que el de otras formaciones. Nada que ver con el modelo populista de partido, basado en un plebiscito permanente, de un líder al que solo puede cuestionar “el pueblo”, que en la práctica es mucho más difícil que se movilice que a través de representantes.
En el PSOE nos hemos equivocado muchas veces. Algunos creen que la abstención en la investidura de Rajoy el pasado octubre pudo ser una. Yo no creo que lo fuera. La falta de asunción de responsabilidades de quien encabezó dos importantes derrotas consecutivas, agravadas por la negativa a cumplir con nuestro deber democrático de sentarnos a negociar nos dejó sin ningún espacio político. Si no hubiéramos dejado correr el reloj, podíamos haber exigido que Rajoy no fuera el candidato –además de otras medidas económicas y sociales muy necesarias para España– pero Pedro Sánchez no lo hizo porque eso suponía también que él debía retirarse.
No hicimos nada y por eso, a esas alturas, considero que fue un ejercicio de responsabilidad abstenerse para evitar unas terceras elecciones que no deseaban la mayoría de españoles, y que además hubiesen supuesto con toda seguridad que el voto socialista siguiera bajando. La abstención fue talar un árbol seco que se nos iba a caer encima al partido y a los españoles; la culpa no fue de quienes asumieron la tala sino de quienes lo dejaron secarse. No obstante, respeto a los compañeros que pese a todo hubiesen preferido un voto negativo y lanzarse a unos terceros comicios. Pero ni Pedro Sánchez dimitió por eso, ni el 21 de mayo está en juego elegir entre un PSOE “libre” y uno seguidista del PP.
Sánchez se fue al no poder imponer un congreso e impostó el relato de que era el único capaz de hacer frente a Rajoy
Pedro Sánchez dimitió porque los contrapoderes estatutarios funcionaron. El Comité Federal rechazó su intento de organizar un congreso federal en solo 20 días y a punto de convocarse unas nuevas elecciones, después de ser el único secretario general que había impulsado retrasar varios meses su convocatoria ordinaria –algo que no había ocurrido ni durante la Guerra Civil ni en los largos años que sufrió el partido en el exilio–.
De hecho, su renuncia tendría que haberse producido unos días antes cuando renunció más de la mitad de la ejecutiva. El relato de sus afines lo calificó de “golpe”, pese a estar previsto en los estatutos como otra garantía de equilibrio entre poderes: una responsabilidad colegiada de la dirección donde el secretario general nombra su equipo pero debe saber preservar la confianza de más de la mitad para seguir en el cargo. Pedro Sánchez se negó a irse entonces y quiso interpretar que una gestora no estaba prevista, así que le correspondía gestionar los asuntos corrientes, pero eso en ningún caso podía incluir echar pulsos plebiscitarios al Comité Federal.
Se fue al no lograr imponer el congreso exprés que le convenía, y a partir de ahí impostó el relato de que era el único capaz de hacer frente a Rajoy. La realidad es que en absoluto defendió esa postura donde podía y debía hacerlo: no asistió al siguiente Comité Federal donde se votó esa posición cuando los ex secretarios generales siempre pueden participar en los mismos, volvió a ausentarse en la reunión del grupo parlamentario que la ratificó pese a que aún era diputado, y renunció al escaño a pocas horas de la investidura buscando el efecto mediático pero impidiendo así que la siguiente diputada pudiera tomar posesión (lo que tuvo un efecto equivalente a una abstención).
¿Alguien de verdad se atreve a sostener que el objetivo de un militante del PSOE es que el PP mantenga su ventaja?
Que quede claro: el 21 de mayo no se elige entre un PSOE “auténtico” y otro satélite de los conservadores. ¿Alguien de verdad se atreve a sostener que el objetivo de otro militante sea mantener la ventaja del Partido Popular? No, en las primarias y en el congreso no está en juego que todos queramos retomar la senda de las victorias electorales y de gobiernos de progreso. Está en juego elegir un líder que ayude a todo el partido a avanzar cuanto antes por ese camino. También (y ojalá se debatiera de manera más intensa) construir las bases programáticas que servirán para que los españoles nos otorguen de nuevo mayoritariamente su confianza.
Ni Susana Díaz ni nadie es pues el candidato de la abstención ni de la oligarquía. Tampoco tiene Pedro Sánchez el derecho a arrogarse ser el “candidato de la militancia”, como si los 134.257 que no lo hemos avalado fuéramos militantes de segunda, títeres u obedeciéramos a algún interés inconfesable. Y debería evitar expresiones insultantes a los veteranos como decir que “ González o Zapatero con 35 años menos estarían con nosotros", como si la edad y experiencia de estos referentes los hicieran perder perspectiva o mermaran su juicio.
El 21 de mayo, el PSOE no vuelve a votar la posición ante la investidura de octubre. Lo que sí nos jugamos es lograr que la democracia del partido funcione en el futuro para tomar en las mejores condiciones decisiones complejas, con contrapoderes como un Comité Federal que delibera sobre decisiones clave como las alianzas electorales y los pactos de gobierno, de manera que las consultas a la militancia sean sobre propuestas informadas y no sobre plebiscitos de carácter personalista.
Tengo claro que Pedro Sánchez no es la persona adecuada ni para hacer funcionar el partido ni para ganar comicios
Los avales han funcionado como una primera vuelta en la que Patxi Lópezha quedado descolgado ya que para ganar tendría simultáneamente que detraer una parte importante de quienes ya avalaron a otro candidato, captar a casi todos los indecisos y que apenas hubiera abstención. Además, en un debate polarizado, su cercanía a Pedro Sánchez (fue presidente del Congreso sin dimitir de su ejecutiva), cruzada con su abstención en la investidura a Rajoy, dificulta que adquiera un perfil dominante sobre los otros candidatos.
Tengo claro que Pedro Sánchez, precisamente por cómo ejerció la secretaría general, por sus resultados electorales y por el discurso engañoso con que intenta explicar su salida no es la persona adecuada ni para hacer funcionar el partido ni para ganar en próximos comicios. Al frente del PSOE, intentó que el partido estuviera permanentemente en campaña alrededor de su persona, jugando con avanzar o retrasar las convocatorias internas, fijando normativas de primarias a su conveniencia que ahora se permite criticar, destituyendo arbitrariamente al candidato electoral y a todo el Comité Regional de Madrid sin más argumentos que rumores y encuestas, amordazando la democracia en tres federaciones regionales al prolongar sus gestoras hasta más de dos años, y un largo etcétera.
Servir al partido y no intentar que el partido te sirva a ti es lo mínimo que se debe exigir a un líder. No pretendo ser cándido, la ambición es un motor de las personas: bien utilizada ayuda tirar de la organización, aunque en ocasiones pueden surgir roces. Hasta ahora, todos los secretarios generales del PSOE (también candidatos que no ganaron: recordemos por ejemplo la estrecha colaboración de Bono con Zapatero) habían probado que sus aspiraciones nunca podían llegar a comprometer la lealtad al partido, asumiendo sus responsabilidades electorales o políticas. Esa ha sido también la tónica a nivel autonómico y local.
Con Susana Díaz la democracia interna en el PSOE estará mejor preservada, y es la que más “cultura de partido” tiene
Es duro decirlo, pero considero que Pedro Sánchez –con quien casi todos cumplimos votándolo y pidiendo el voto para él mientras fue el candidato elegido por el partido– no cumplió ese mínimo. Durante su mandato, antepuso en varios casos sus ambiciones al limpio funcionamiento del partido. Políticamente, tampoco demostró gran tino, descuidando la reflexión ideológica y dando bandazos oportunistas de un acuerdo con Ciudadanos a restar importancia al agresivo populismo de Pablo Iglesias, quemando equipos de colaboradores y propuestas, según pensaba que podía conseguir la carambola de llegar a la presidencia del Gobierno. Al irse, intentó construirse un relato favorable para su revancha a costa de perjudicar al partido, al cuestionar públicamente que la abstención no fuera un ejercicio de responsabilidad votado por los órganos competentes sino una capitulación movida por manos oscuras.
Prestaré atención a la campaña pero, al igual que mi aval, creo que mi voto será para Susana Díaz. No repetiré las ponderaciones de sus mayores aciertos que errores que destacan otros de quienes también la apoyan. En mi caso, la razón fundamental es que considero que es la candidata con la que la democracia interna estará mejor preservada, con la que mejor sabrá tomar el partido las decisiones –distintas pero seguro que tan complejas como las que hemos tomado el pasado octubre y en muchas ocasiones a lo largo de 138 años– y la que más “cultura de partido” tiene para asumir sus contrapoderes, incluidos los que puedan suponer controlarla o contradecirla. Creo acertar, espero que acertemos.
*** Víctor Gómez Frías es militante del PSOE.
S. N.. Madrid. Hace 30 minutos 1
La presidenta andaluza, Susana Díaz, ha asegurado que mantiene su postura sobre Cataluña y que no apostará por cambiar el artículo 2 de la Constitución, a la vez que ha advertido de que no va a entrar en una "subasta" para "arañar un puñado de votos".
La campaña para las primarias socialistas encara su última semana con Sánchez y Díaz enfrentados y Patxi López pidiendo paz.
Por qué no pones la noticia de hoy de El Mundo.es?, o es que ni te interesa??.
http://www.elmundo.es/espana/2017/05/14/591750e9468aebac518b4590.html
no me ha dado tiempo y me alegro que con sanchez saque mas votos el psoe que con susana asi sabemos que el maximo del psoe seran 85 diputados...jjj
saludos
El PSOE se asoma al abismo
Madrid
La socialdemocracia encadena derrotas por toda Europa que la conducen a la desaparición, la marginalidad y la dispersión de su base tradicional —la alianza entre el voto obrero y la clase media urbana— hacia propuestas de izquierda radical, populismos construidos sobre el rechazo al sistema o nuevas plataformas de corte liberal. En España, donde las encuestas dan todavía a los socialistas un suelo de en torno a un 20% que les permitiría albergar cierta esperanza, el PSOE se ha embarcado en una auténtica guerra fratricida, una por su liderazgo que hace temer a muchos de sus dirigentes la posible fractura del partido a partir del resultado de las elecciones primarias del próximo domingo.
Incapaz de dar una respuesta contundente a la rivalidad por la izquierda que trajo Podemos, el ex secretario general del partido, Pedro Sánchez, ha resurgido de su derrota del 1 de octubre ante el comité federal del partido con un desafío hacia los dirigentes que forzaron su dimisión. Frente a Sánchez, la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, defiende un PSOE que sea capaz de obtener mayorías y gobernar. En medio de ambos, aunque muy por detrás en apoyos, el exlendakari Patxi López promete unidad en un partido que ha trasladado a sus militantes la tradicional guerra entre dirigentes. Históricos líderes del PSOE explican cómo ven y hacia dónde debe ir el partido.
¿Y si la permanencia de España en la OTAN hubiese estado solo en manos de los militantes del PSOE? ¿Y si hubieran decidido que esa cuestión pendiente era un asunto interno a resolver solo entre ellos, sin tener en cuenta a sus votantes ni mucho menos al resto del país? La pregunta, aunque retórica y sin duda fuera de contexto, abre un juego de pistas para entender cómo han llegado los socialistas al actual nivel de fractura, algunas razones ocultas de su crisis y qué está realmente en juego en las primarias del próximo domingo, en las que deben elegir un nuevo secretario general del partido.
Hay que hacer una primera aclaración, no por obvia menos necesaria: “Hay dos tipos de primarias. Hay primarias para elegir al secretario general de un partido, que tienen que celebrarse entre los militantes de ese partido, ¿o no? ¡No van a votar al secretario general de un partido los del partido contrario!”, aclara con ironía el exministro socialista y ex secretario general de la OTAN, Javier Solana. “Otra cosa es elegir al candidato a presidente del Gobierno, que no tiene por qué ser el mismo”, señala.
Los socialistas, plenamente convencidos unos, a regañadientes otros, aceptaron la elección directa por los afiliados del secretario general en 2014, cuando se enfrentaron por ese puesto Pedro Sánchez y Eduardo Madina. Ya nadie discute abiertamente este procedimiento, pero la mayoría admite, o al menos intuye, que existe un problema no resuelto. “La doble legitimidad que existe en un partido cuando hay dos procedimientos para elegir liderazgos o líneas estratégicas”. La reflexión es de Carlos Solchaga, ministro en los primeros Gobiernos de Felipe González. “Por un lado, tienes el procedimiento representativo, que era lo propio o histórico de este partido. Se elegían a los delegados, ellos elegían la línea política, y luego la minoría lo aceptaba. Y por el otro lado, tienes la legitimación también directa de la apelación a los militantes. La tendencia es a que ambas legitimidades entren en conflicto. Un conflicto que no llega a resolver cuál es el mejor método, sino que solo permite que cada cual haga lo que le conviene en cada momento”.
Si ya resultaban difícilmente controlables en los congresos socialistas tradicionales, las pasiones y las animadversiones se desbordan cuando la apelación a la militancia es directa, en detrimento de las razones argumentadas. Por eso el ejemplo del referéndum de la OTAN no resulta tan extemporáneo. Frente a la idea de una España que necesitaba entrar en la modernidad y formar parte del club de las naciones europeas, resultaba mucho más arrollador y reafirmante el odio atávico al imperialismo yanqui. Frente a la sugerencia de que la estabilidad institucional del sistema democrático estaba por encima de los intereses del PSOE, de que abocar a los españoles a terceras elecciones en 2016 era no tomarles en serio, moviliza mucho más las tripas y los corazones la idea de que la derecha, Rajoy, el PP, la corrupción y los recortes sociales sigan en el poder.
Y sobre esa ola de frustración y rabia de gran parte de la militancia, Pedro Sánchez resurgió de sus cenizas. Debido en gran parte a la falta de arrojo de muchos líderes socialistas convencidos de que la breve “era Sánchez” había llevado al PSOE al borde del abismo, pero fueron incapaces de expresarlo. La confesión más descarnada la hizo el actual presidente de la gestora socialista, Javier Fernández, en su intervención ante el comité federal del 14 de enero, al defender la abstención que permitió finalmente que el PP gobernara. “Al día siguiente de las elecciones de junio, la inmensa mayoría de los dirigentes de este partido sabíamos lo que había que hacer, lo que no sabíamos era cómo ganar el congreso después de hacerlo. Y eso quiero decirlo porque callar sería insultar a la verdad”, dijo Fernández en un extraño acto de contrición.
La decisión puso fin al bloqueo institucional de España, pero dejó en carne viva la herida abierta en el partido. El reposo pretendido por la gestora nunca fue tal. Primero fue el exlehendakari e histórico dirigente vasco, Patxi López; poco después, Pedro Sánchez; finalmente, la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. Enseguida arrancó una precampaña soterrada de primarias que reventó los puntos de sutura de una cicatriz sin cerrar.
“La fractura del partido es evidente, porque se ha trasladado a los militantes”, reconoce un veterano socialista que, resignado, ha decidido ver los toros desde la barrera. “Ahí está el problema. Esto ya no es una guerra entre dirigentes, sino entre afiliados. En los momentos más duros del enfrentamiento entre Felipe González y Alfonso Guerra, las bases del partido se preguntaban desconsoladamente por qué no podían arreglar sus diferencias. Para ellos, Felipe era el padre y Alfonso, la madre”, se lamenta.
Como en las muñecas rusas, la crisis de liderazgo del PSOE está dentro de un problema mayor, la falta de un proyecto socialista creíble para las próximas décadas, que recupere la alianza entre las clases obreras y las clases medias urbanas, que a su vez es parte de un reto mayor: la crisis de la socialdemocracia en Europa. Los socialistas griegos, en ruinas; los laboristas británicos, al borde de la catástrofe; los franceses y los holandeses, arrasados; los italianos, en su penúltimo proceso de reinvención. “Todavía aguantamos. Si comparas los últimos sondeos del CIS [el PSOE recuperó la segunda posición, detrás del PP, en el barómetro del pasado 9 de mayo, con un respaldo del 19,9%] con los resultados de Francia en la primera vuelta de las elecciones [el PSF obtuvo el 6% de los apoyos, su peor resultado desde 1969], todavía estamos en una crisis menos avanzada que la de los franceses o la de los holandeses, pero estamos en crisis”, se muestra rotundo Joaquín Almunia, el ministro más joven del primer Gobierno de González y exvicepresidente de la Comisión Europea. “Hemos perdido capacidad de parecer una alternativa creíble de gobierno, una alternativa al Gobierno de Rajoy. Es muy difícil encontrar gente que no piense que, si no cambiamos mucho, si no mejoramos las propuestas políticas del partido y su proyecto, tengamos posibilidad de ganar en las próximas elecciones”, concluye.
Por si no fuera bastante, la tarea hercúlea de reinventarse, al PSOE, como a muchos de sus correligionarios europeos, le ha surgido la amenaza por la izquierda, en forma de populismo. Podemos se ha convertido en el elefante en medio de la habitación, imposible de esquivar, mucho más cuando la intención manifiesta del partido liderado por Pablo Iglesias es la de interferir en el proceso interno de los socialistas. No es coincidencia que la manifestación convocada en Madrid para respaldar su anunciada moción de censura contra el Gobierno de Rajoy, con nulas posibilidades de salir adelante, vaya a celebrarse el próximo sábado, 24 horas antes de que los militantes socialistas celebren sus primarias.
Sánchez paseó, posó ante las cámaras y se dio la mano con Iglesias en el intento por sacar adelante su investidura tras las elecciones de diciembre de 2015. Luego renegó de ese partido, en la campaña de la segunda convocatoria electoral, la de junio. Confesó más adelante, después de su dimisión como secretario general del PSOE y cuando ya barruntaba su regreso, en el programa Salvados de La Sexta, que se había equivocado con Podemos y que los socialistas debían tratar a esa formación “de tú a tú”. Metido ya en la precampaña para las primarias, propuso una “alianza de progreso” que alcanzara al partido de Iglesias y a los sindicatos. En su último quiebro, ha rectificado para hablar de una “alianza social” y aclara que no busca el acuerdo con Iglesias sino con los votantes que un día fueron socialistas.
“Antes de pensar en alianzas tienes que pensar en tu propio proyecto. Porque si no piensas en tu propio proyecto son los otros los que lo piensan por ti”, reflexiona Almunia. Él, mejor que nadie, puede llegar a esa conclusión. Su aventura electoral con la Izquierda Unida de Francisco Frutos, en el año 2000, que ninguno de los dos partidos se creyó, contribuyó a poner en bandeja a José María Aznar su única mayoría absoluta. “Podemos, como Syriza en Grecia, tienen en parte un origen de viejos comunistas y otra parte de gente que se suma a un movimiento de este tipo como protesta ante una situación de crisis económica, de aumento del paro, de aumento de las desigualdades, de recortes en las políticas del bienestar... pero esa posición no tiene una alternativa de Gobierno. No está pensando en qué hay que hacer para gobernar, sino en términos de poder o simplemente de renuncia o de rechazo”, concluye.
“Es cierto que el PSOE, como pasó en los años treinta, cuando estaba empujado por los comunistas y por la Tercera Internacional, tiene una tentación muy grande de radicalizarse hacia la izquierda”, coincide Solchaga, “pero no sabe muy bien cómo, porque sigue siendo un partido socialdemócrata y no desea ninguna aventura revolucionaria que quiebre de una manera dramática el esquema institucional de funcionamiento del país”.
Los líderes históricos del partido están asustados ante la visceralidad en la que se ha sumido. Se mueven entre un claro posicionamiento que exprese en qué modelo se reconocen —Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero o Alfonso Guerra se dejaron ver en el acto de Susana Díaz en el que anunció su candidatura—, la distancia, la resignación o un optimismo que puede sonar voluntarioso. “Yo creo que el PSOE está en una encrucijada. Pero las encrucijadas no son malas. Es una encrucijada como en la que estamos todos, incluidos los periódicos”, dice Solana. “La nuestra es más importante porque queremos representar a otros y por lo tanto se debe resolver mejor. Este es un partido que quiere gobernar y que tiene la voluntad de gobernar. Así ha sido siempre. No ha sido un partido de frases sino un partido de Gobierno”.
Resulta difícil marcar distancia, aunque se ponga todo el empeño. Analizar es, a la fuerza, repartir culpas. Y aunque las figuras consultadas para construir este relato se han esforzado por no entrar en la refriega, alguno, como Solchaga, ha querido ir más allá. “El PSOE está en una encrucijada muy importante. Quienes han llevado la discusión han estado a una altura muy baja. Veo un clima tal, generado por gente con muy poco sentido de lo que es el partido y la responsabilidad del patrimonio histórico que están manejando, que podría llevar a una ruptura. No quiero ser injusto. No todos se están comportando igual. Creo que la desvergüenza ideológica con que se está comportando Sánchez no es comparable con lo que están haciendo las otras dos candidaturas. Pero lo que sí es evidente es que unos y otros han puesto al partido en una situación en la cual, cualquiera que sea el resultado de las primarias, el riesgo de escisión no es en absoluto despreciable sino francamente elevado”, sentencia.
El episodio de enfrentamiento en el comité federal del 1 de octubre, que forzó la dimisión de Pedro Sánchez en la secretaría general del PSOE, erosionó la imagen del partido, afectando a la intención de voto, según los diferentes sondeos publicados en su momento.
Siete meses después, el PSOE, dirigido por una gestora desde entonces, ha dejado atrás la caída en las encuestas y ha emprendido un camino ascendente que parece apuntar que ya ha pagado el precio de aquel espectáculo y de la abstención en la investidura de Mariano Rajoy.
Fue en noviembre de 2016 cuando tocó suelo, con el 17% de intención de voto, justo después de la investidura de Rajoy y del comité federal en el que Pedro Sánchez perdió la confianza de la mitad de su ejecutiva. Los dos barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas posteriores han cambiado su tendencia descendente. En el de abril, publicado el pasado martes, el partido sube 1,3 puntos respecto al de enero, cuando ya había mejorado 1,6 respecto al barómetro anterior.
Ainhoa Martínez, Madrid. Hace 8 horas 9
La presidenta de la Junta obtendría el 42,1% de los votos, por el 40,7% del ex líder y el 17,2% de López. Los votantes del PSOE ven a la andaluza escorada al centro y al ex secretario general, más a la izquierda.
PSOE
Tres candidatos a la secretaría general del PSOE y un único debate
Los tres candidatos a la Secretaría General del PSOE, Susana Díaz, Pedro Sánchez y Patxi López, se han enfrentado durante hora y media al que será su único debate en las primarias socialistas, que se celebrarán el próximo domingo, y que pondrá fin al mandato de la Gestora desde que el Comité Federal del pasado 1 de octubre forzara la dimisión de Sánchez y aumentara la fractura del partido.
12491 votaciones
Ir a la encuesta¿Y así quieren gobernar la cuarta economía del euro?
Ninguno de los tres aspirantes a gobernar un día la cuarta economía del euro desde la dirección del PSOE dio importancia al apartado económico del debate. Apenas esbozaron hermosas promesas de inclusión social o ingreso mínimo vital sin aclarar cómo financiarlas. Dieron a entender, por omisión, que los tres están de acuerdo en respetar los compromisos del actual Gobierno de bajar el déficit público de acuerdo con el calendario de la Unión Europea, pero desperdiciaron media hora de bloque económico para intentar mostrar solvencia y proyecto de alternativa de Gobierno capaz de atraer inversión y crear empleo.
Al contrario, por un lado, La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, dedicó más tiempo a hablar de la situación laboral de la ex diputada socialista Irene Lozano, que de la dramática tasa de paro que mantiene España. Se quejó de que Pedro Sánchez concediera a la ex dirigente de UPyD "el premio de un escaño" en su día sin ser del PSOE.
En cuanto a Sánchez, sí dedicó algo de más tiempo a la economía, pero puso como ejemplo a seguir, el del primer ministro portugués sin acertar en decir bien su nombre. Habló de un tal "Antonio Soares", en vez de António Costa. Con este sorprendente lapsus sobre quien es un teórico modelo para él, sí dijo que, frente a "la gran coalición", él quiere formar "un gobierno de izquierdas" como el de Portugal. Apoyó las recetas del Ejecutivo de coalición luso que, según él, son: "Subir el salario mínimo, apostar por las energías renovables, actualizar las pensiones, bajar los impuestos a los autónomos...". Resucitó así indirectamente un posible gobierno con apoyo de Podemos y resituó a Ciudadanos "en la derecha". No mencionó el riesgo constante que mantiene Portugal en recaer en rescate dada la peligrosa situación de su sistema financiero.
Sánchez no insistió apenas en sus denuncias del pasado sobre que la "derecha económica" quiere hundirle y fue más Patxi López, el que atacó "a los del Ibex 35". Los tres candidatos sí alcanzaron un acuerdo en algo: "Derogar la reforma laboral". Los tres fueron explícitos en contra de la normativa implantada por Mariano Rajoy en 2012, lo cual pone en dificultades que el Gobierno del PP la pueda mantener. También abre un conflicto considerable entre el PSOE, por un lado, y la Comisión Europea y el Banco Central Europeo, por otro, que defienden la reforma laboral española e incluso quieren que vaya más allá en la flexibilización normativa.
La socialista andaluza puso en duda el compromiso de Sánchez con derogar la reforma laboral, porque cuando él dirigía el PSOE: "A veces derogábamos, otras recomponíamos...". Aludió así al acuerdo del ex líder socialista con Ciudadanos, Díaz aseguró que ella hace "política de izquierdas" sin presumir de que la Junta de Andalucía está cumpliendo con el calendario de austeridad y ha conseguido salir del llamado "bono basura" en que se encontraba cuando tomó posesión. No fue precisa sobre qué hará con los impuestos o recortes de gasto, si gana y aspira a gobernar España. Y algo tiene que hacer con sus promesas de hacer más gratuita la educación o crear otro pilar del Estado del Bienestar con nuevas subvenciones para lograr inclusión social. Si Díaz cree que todo eso se puede financiar solo con la bonanza económica, se arriesga a que el presidente del BCE, Mario Draghi, la propine un "no mientas, cariño", como el que ella ha manejado en el debate.
López se vino arriba y, pese al déficit crónico de la Seguridad Social, no solo prometió subir las pensiones el IPC, sino incluso "por encima". Sánchez insistió en afrontar este reto de revalorización de las pensiones con un nuevo impuesto, de modo que "grandes corporaciones y grandes patrimonios que no dan un céntimo de euro contribuyan a las arcas publicas".
Todo ello en un debate plagado de ataques personales y que hace difícil un mínimo consenso futuro en el interior del propio PSOE, que es importante alternativa de Gobierno. Sus argumentos contra la corrupción en el Partido Popular son imposibles de rebatir desde Génova, pero gobernar España exige, entre otras cosas, convencer a los inversores para poder colocarles cada año bonos de deuda pública y privada superior a los 350.000 millones de euros para poder financiar el Estado del Bienestar y el funcionamiento del país. ¿Así quieren gobernar la cuarta economía del euro?
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Si fuera Sanchista dejaría que se estrellara Susana...porque aunque gane...no lo veo con la máquina de podar.
Y ese es el problema...todo el mundo que tiene un jardín...sabe que hay que podarlo...al principio te queda hecho un zisco...pero a la larga vuelve a brotar.
El mayor problema es de credibilidad...con el PP ya sabemos que no podemos esperar nada...es como un cáncer para España...pero al menos... sabemos de ellos...que no nos pueden engañar....algo que no se puede decir del PSOE.
el pp el cancer de españa ???? pues eso no opina la mayoria por eso es el partido mas votado....y de cancer de españa ya sabemos todos quienes son...jjjj
serra es curioso que hables del psoe y termines en el pp
saludos compatriota
PD ladran luego cabalgamos