ientras el prófugo maniobra desde Bruselas, su partido se desploma por momentos. Los sondeos pronostican un gran batacazo del PDeCAT, dónde la división es latente. Sus dirigentes están enfrentados con Puigdemont, con quien no mantienen contacto alguno.
«Estamos hundidos», lamentan antiguos dirigentes de Convergencia, que ya no es ni la sombra del imperio fundado por Jordi Pujol. En el PDeCAT se ha instalado un compás de espera hasta la sentencia del juicio al «procés» y la consigna es enfriarlo. Al tiempo, el caos es absoluto en la Generalitat, dónde Quim Torra está cada día más amortizado, nadie le consulta y cada uno va por libre. «El Govern y el Parlament son un ejemplo de decadencia», reconocen varios consejeros y diputados. Este ambiente de desazón trasvasa el voto independentista hacia Esquerra Republicana, con una fuerte caída de la rama podemita de los Comunes, y el electorado no nacionalista al PSC, en opinión de varios analistas catalanes.
E
n sectores políticos y empresariales de Cataluña preocupa la presión de la calle en esta campaña del 28-A, con el juicio del Supremo sobre la mesa, que contribuye a la gran fractura emocional de la sociedad catalana bajo un separatismo «muy fanatizado». Esto sería aún más grave si la sentencia es dura y, si tras los últimos testimonios, queda probado el delito de rebelión, clave para la imposición de las mayores penas por el Alto Tribunal. La última semana, la Sala escuchó contundentes declaraciones de los jefes de Policía Nacional y Guardia Civil en Cataluña, así como del comisario de los Mossos, sobre los riesgos que implicaron la celebración del referéndum y sus advertencias a La Generalitat de que el 1-O desembocara en una escalada de violencia en las calles. Ello ha incendiado la postura de los abogados defensores, algunos de los cuales han mantenido duros rifirrafes con el presidente de la Sala, Manuel Marchena, con rostros muy serios del resto de los jueces integrantes del tribunal.
En el plano político, Carles Puigdemont sigue pasando de su propio partido y ha impuesto a los presos en las listas electorales.
El líder de la ANC, Jordi Sánchez, será cabeza de cartel de JxCat, la marca para el 28-A, junto a los ex consejeros Josep Rull y Jordi Turull que lo harán por Tarragona y Lleida. Apartados los veteranos Carles Campuzano y Jordi Xuclá, aspiran al Congreso Miriam Nogueras y Eduard Pujol, dos «halcones» del núcleo duro del ex presidente prófugo. Joaquín Forn irá como aspirante a la Alcaldía de Barcelona, seguido finalmente de la musa independentista, Elsa Artadi, mientras la antigua coordinadora, Marta Pascal, no se mantendrá en el Senado. Esta purga vaticina una ruptura definitiva del PDeCAT después de las municipales y autonómicas, según fuentes del partido. Ello puede suscitar una nueva plataforma con dirigentes del ala moderada de la antigua Convergencia, como la propia Marta Pascal, y otros de la extinta Unió Democrática como Ramón Espadaler.
El juicio contra el «procés» entra en su tercer mes y la intención del presidente del Tribunal es mantener las sesiones durante la campaña electoral del 28-A. Todo indica que Puigdemont, su sucesor, Quim Torra, y el mundo independentista activarán el victimismo y la movilización callejera con la incógnita de qué gobierno saldrá de las urnas el 28-A, el pesimismo cunde en círculos políticos y empresariales. «Una generación perdida», lamentan algunos. Bien lo afirma el histórico democristiano Josep Antoni Durán Lleida en su libro de memorias «El riesgo de la verdad», presentado con todos los honores en el Congreso de los Diputados bajo la atenta mirada de dos ex presidentes del gobierno, Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero: «Cataluña es un fracaso colectivo».