«Somos gente de paz», gritaban unos, sentados en el suelo con las manos alzadas. «¡A por ellos!», espetaban otros en actitud desafiante con la vista puesta en los agentes de la Policía mientras lanzaban botellas y latas a la línea de uniformados. La céntrica Vía Layetana (lugar en el que se encuentra la Jefatura Superior de Policía en Barcelona) condensó ayer la contradicción que marca, desde hace días, la respuesta del secesonismo a la sentencia del Supremo. Allí coincidieron quienes querían formar una «cadena humana» que separase a los manifestantes convocados por los Comités de Defensa de la República (CDR) y los antidisturbios. La cadena, liderada por un diputado de ERC, tuvo que escuchar los gritos e insultos de quienes pretendían enfrentarse de nuevo a la policía nacional. «Ni un paso atrás», les reprochaban los radicales, con ganas de encadenar la quinta noche de altercados en Barcelona.
También el portavoz de ERC en el Congresa, Gabriel Rufián, fue blanco de acusaciones de «traidor». «Aquí no te queremos, ¡Vete a Madrid!», le gritaron otros en la concentración paralela a la que acudió el republicano ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. No en vano, estos días el partido de Oriol Junqueras se debate entre las críticas a las cargas policiales y los esfuerzos por condenar los violentos disturbios de los CDR (que ayer sumaron seis nuevos encarcelados sin fianza por los altercados del viernes) sin demasiada contundencia, para no ser acusados de blandos por el ala más ultra del independentismo.
El intento del secesionismo para blanquear sus protestas, que han dejado más de 300 policías heridos desde el lunes, dejó anoche estampas curiosas. Manifestantes supuestamente pacíficos ataviados con casco y gafas de esquí para protegerse de los gases, levantando las manos al aire, sentados en el suelo, reivindicándose como «gente de paz».
Con el paso de las horas, las protestas fueron mutando y antes de las doce los radicales ya habían tomado la iniciativa. Hogueras en el centro, petardos y adolescentes encapuchados gritando «ya no somos gente pacífica» testificaban que la Ciudad Condal viviría anoche una nueva noche de incidentes que van camino de convertirse en la partitura habitual de la nueva fase del «procés» abierta tras la sentencia. Los policías repitieron la estrategia del día anterior, tratando de contener a los violentos con salvas y avisos de cargas inminentes que aún no se sustanciaron de forma contundente.