Toda una vida dedicada a la medicina. Miles de horas invertidas en investigación, al perfeccionamiento de técnicas novedosas, cientos de pacientes que te deben la vida –o, al menos, la salud- y un largo etcétera. De repente, tu nombre aparece en los medios porque decidiste actuar con un paciente y el resultado no fue el esperado.
Una de las habilidades de los médicos es sortear a la enfermedad, muchas veces fintar a la muerte con su técnica y su sabiduría. Muchas de estas habilidades no han sido aprendidas en la Facultad. Tras su licenciatura los médicos acumulan experiencia y miles de horas de investigación y de formación continua o viajes para aprender nuevas técnicas. Siempre a la última, aprendiendo de los mejores para mejorar la calidad de vida de sus pacientes y siempre con la premisa de ganar la batalla de la vida.
Pero no siempre se triunfa en esa batalla. A veces no se puede hacer más, surgen imponderables y complicaciones que arrastran a un paciente a una muerte inevitable o a resultados no deseados. En esos momentos toda una carrera profesional queda reducida a un solo caso, aquel en el que supuestamente se falló. Se disecciona el acto médico, se valora desde una posición ex post, se trabaja sobre él como si se hubiera dispuesto de todo el tiempo del mundo para diagnosticar, hacer pruebas, volver a evaluar, replantear el tratamiento justo…
Un médico labra a lo largo de su carrera una legión de pacientes y familiares agradecidos por sus casos de éxito. Cuando el resultado no es el deseado surge el peligro de la demanda judicial. Un trago largo y amargo en el que hay que demostrar que se hizo lo que la lex artis ad hoc aconsejaba. El mundo judicial es un mundo misterioso en el que hay que abandonarse en el buen hacer de los abogados especialistas para que el caso se salde con éxito.
Un peligro añadido surge cuando el caso salta a la opinión pública. Es en estos momentos cuando la indefensión se muestra en su máxima expresión al surgir los llamados ‘juicios paralelos’. Todo el mundo habla, todo el mundo opina impunemente. A diferencia de la esfera judicial todo el mundo se convierte en juez, los hechos se presentan fuera de contexto, se ocultan parte de ellos, se magnifican nimiedades… La fama tan duramente labrada después de duros años de trabajo parece tambalearse, saltar por los aires.
El negocio de los medios de comunicación necesariamente es la simplificación. El espacio y el tiempo son limitados y hay muchas cosas que contar. No existen los miles de folios que pueden constituir un sumario judicial, apenas se dispone de unas columnas o de unos segundos en radio y televisión. Es la habilidad del periodista la que permite hacerse cargo de una situación en apenas unas líneas.
En estos casos hay que apelar a la responsabilidad de los periodistas cuando se trata de comunicar investigaciones judiciales en vigor. Normalmente, hasta que no se han cerrado estas investigaciones, las conclusiones que se pueden extraer siempre son parciales y, normalmente, perjudican al demandado que se encuentra en situación de indefensión ante la opinión pública. A esto se suma las tachas al honor, que al ser expuesto ante toda la sociedad es prácticamente imposible de restituir.
En estos casos, desde la prensa, se debería contar siempre con la presunción de inocencia que, en muchos casos queda vulnerada ante opiniones, habitualmente, frívolas y gratuitas.
¿Qué se puede hacer ante estos ataques al honor o a la imagen? Normalmente tus abogados te aconsejarán callar, te explicarán que todo se dirimirá en los juzgados, y que es la opinión del juez la que verdaderamente hay que conquistar con las pruebas. Pero, mientras tanto, se sigue hablando y la impotencia crece ante la imposibilidad de hacer nada.
Actualmente se pueden listar los casos de varios médicos laureados que ven cómo su trabajo se juzga y despacha alegremente en los foros públicos. Es una situación claramente injusta porque nunca se tienen en cuenta todas las pruebas.
Es por casos de este tipo por los que Uniteco Profesional incorporó, hace años, lo que hemos denominado garantía de ‘contraataque’, esto es, la capacidad de reaccionar ante aquellos que ponen en tela de juicio la buena fama de un médico o de un dentista.
Porque hemos hablado de un caso extremo, un caso mediático, pero en la actualidad cualquiera puede difamar a un profesional ante un amplio abanico de audiencias: foros, redes sociales, blogs, etc.
Aunque no se puede actuar contra una campaña mediática, el profesional tiene la tranquilidad de que puede verse respaldado para paliar las consecuencias de estos actos.
Esta publicado en Lex Sanitaria.
Gracias a todos los que habeis llegado hasta el final