Otro producto típico de Bilbao, como no el típico vaso txikitero que se vuelve a hacer
SU aspecto es inconfundible, sus formas, únicas y su interior muy valioso por las miles de historias que puede esconder. Es el vaso de txikitero. Un emblema de la tradición vasca, y vizcaina en particular, cuya fabricación ha sido recuperada por la empresa Vicrila. Desde Leioa produce en la actualidad este singular recipiente de cristal que DEIA ofrece a sus lectores y que atesora un misterioso pasado.
"Los escritos que aluden al origen del vaso de txikitero son numerosos, pero muchos textos hablan siempre en términos más sentimentales que profesionales", puntualiza Marta Goikolea, de Ametsarte, empresa encargada, junto a Vicrila, de relanzar el entrañable vaso. Por eso, acertar con el cómo y el porqué nació este utensilio de tan curiosas formas no es fácil. Sin embargo existen algunos documentos escritos sobre ello. Según recoge la Gran Enciclopedia Vasca, K-Toño Frade escribió en 1963 un artículo titulado La luz eléctrica, en el que sostenía que estos vasos fueron recipientes de aceite que se usaron como farolillos. "Corría el año 1865. Visitaba la villa, el Príncipe de Asturias (más tarde Alfonso XII), acompañado de su augusta madre, Isabel II, quien había concedido favores de vital importancia a Bilbao, como el ferrocarril de Bilbao a Tudela. Bilbao, para demostrar su agradecimiento por tanto beneficio, tiró la casa por la ventana y engalanó la ciudad con farolillos de aceite. Una vez se había marchado la reina, se decidió repartir estos recipientes entre los taberneros de la ciudad. Dada su resistencia y el hecho de permitir establecer una medida homogénea de vino entre las distintas tabernas se empezaron a usar como vasos", describe el texto. "También hemos recogido testimonios de personas que aseguran que los mineros de La Arboleda trasladaban materiales altamente corrosivos en ellos porque eran muy resistentes", indica Goikolea.
Además, hay dudas sobre su nombre. El historiador Luis Alonso, de Las Arenas, comenta que no existe una denominación única: se emplean términos vaso de vino, vaso de Bilbao, vaso de txikito, vaso de txikitero o incluso vaso de txikitos. Las más utilizadas son vaso de txikito, txikiteros o txikitos, en alusión a la porción de vino que cabe en el interior, aproximadamente 12 centilitros. Esto hacía que se denominara a este trago de vino txikito; unos dicen que el origen está en el adjetivo txikia en euskera y otros mantienen que el coste en la taberna era de una perra chica, que era como se llamaba coloquialmente a la peseta.
Lo que sí está claro es que el txikiteo ha unido su historia a este vaso. Esta tradición que comenzó a finales del siglo XIX instauró un vaso apropiado para acompañar un ritual en el que por encima del trago de vino primaba el hecho de compartir vivencias y cantar entre amigos. Aquellas rondas del vino trasladado directamente desde el almacén de la Alhóndiga hasta las tabernas fueron convirtiéndose en costumbre a la par que lo iba haciendo el vaso, que fue definido como macizo, de vidrio basto y grueso, culo gordo y un cuarto de cuartillo de capacidad. Pese a esos más de 600 gramos de peso, una ventaja para mantener el pulso, según algunos, y ese traguito, los txikiteros destacaban que conservaba bien la temperatura del vino y que su embocadura era especial debido al grosor del borde. Ahora, estos vasos recuperan su sitio perdido y su hueco en el corazón de los melancólicos.