Quienes tienen el detalle – y la paciencia - de leer mis artículos saben que hace ya mucho tiempo que soy pro europeo, y no sólo cómo proyecto político, sino como estrategia de inversión. Pese al espectáculo casi continuo de incompetencia, improvisación y falta de sensibilidad hacia sus votantes que dan un día y sí y otro también nuestros políticos, creo firmemente que Europa saldrá adelante pese a sus políticos. Y creo que los errores de los políticos son oportunidades de inversión. Y así ha sido hasta ahora -, aunque como los errores suelen ser de bulto, las correcciones también (como regla nemotécnica a cada error sucede una caída de algo más del 10%, terreno a partir del cual se puede uno empezar a plantear comprar, aunque depende del nivel de incompetencia alcanzado en cada ocasión).
Miles de empresarios y asalariados (no digo “empresarios y trabajadores” porque los empresarios también son trabajadores) podrán más que una clase política que algo muy malo hemos tenido que hacer en otra vida para merecerla. Lo único que de verdad me preocupa es que ahora el “consenso” - ese “ente” que utilizan los que no se mojan para así justificar posibles errores - esté de acuerdo conmigo. No lo estaban, pero ahora lo están. Y eso me preocupa sobremanera, porque en los mercados el consenso suele tener más equivocaciones que aciertos. Pero en este trabajo hay que ser pragmáticos: que el consenso apueste ahora por las bolsas europeas no significa necesariamente que se equivoque.
De lo que no habla el consenso – porque suele hacerlo cuando el activo financiero objeto de consenso ya ha subido considerablemente - es del índice Hang Seng de la bolsa de Hong Kong. Ya publique aquí un artículo (“Los máximos se han superado y nadie se ha enterado”) sobre los motivos por los que tenía una visión favorable a medio plazo sobre el mercado de Hong Kong (siempre y cuando uno ya esté bien invertido en Europa). Los últimos acontecimientos aportan más información al respecto.
¡No es lo mismo, no es lo mismo!
Parafraseando a Ortega y Gasset - el de “¡No es esto, no es esto!” -, conviene aclarar que hay una distancia abismal entre lo que viene siendo el mercado de Shanghai y el de Hong Kong. De hecho, hasta ahora Shanghai estaba literalmente vedado – legalmente - a los inversores extranjeros. Y sigue habiendo grandes limitaciones para invertir allí. Vamos, que es un mercado para gente “del país”. Y se nota: el de Hong Kong es un mercado serio, creado por los ingleses y perfectamente comparable en funcionamiento a los grandes mercados europeos y norteamericanos. El de Shanghai es un casino. Y si no, vean su evolución en un gráfico y su índice de volatilidad histórica. Acero para los barcos.
Les cuento esto porque mucha gente habla del “mercado chino” – profesionales incluidos - como si hablara del norteamericano. Como si fuera un conjunto similar de bolsas que se mueven con una clara correlación positiva (en dirección muy parecida). Y no lo es. Es más: cuando comento estas diferencias entre profesionales no crean que todos lo tienen claro y a veces el tema hasta suscita ciertas bromas, como si fueras en plan listo por marcar la diferencia. Bromas del tipo “Pero si son todos chinos, que importa Hang o Shang o lo que sea”.
Claro, las bromas acaban cuando en una semana - como la pasada - el Shanghai Composite cae un 13% y el Hang Seng no sólo aguanta el tipo sino que sube un 1,20%. Chinos. Pero diferentes.
Detrás de estos movimientos hay más información (aparte de un buen ejemplo de que no son iguales). Para empezar uno está carísimo – el de Sanghai – y el otro muy barato. El PER del primero se mueve en niveles de treinta y tantos – una barbaridad – y el de Hong Kong en 11 (Europa está en 15 y EE.UU. en 18).
Además, se está produciendo un cambio fundamental: se ha abierto la puerta para que los ciudadanos chinos puedan comprar en la bolsa de Hong Kong. Imagínense que juguete para una inmensa comunidad que se apunta con auténtico frenesí a todo lo que suene a capitalismo. Y digo “jugar” – palabra que no me gusta nada para describir la inversión en bolsa - porque en esta ocasión es más que pertinente: el inversor chino es un especulador tipo años treinta en los EE.UU. De ahí la altísima volatilidad del mercado interior.
Como expliqué en el artículo mencionado anteriormente, invertir en China es apostar porque en algún momento las autoridades se asustarán al ver que su crecimiento no repunta y llevarán a cabo un proceso de estímulo económico. Y porque Hong Kong está barato. En otras palabras: no es una inversión a corto plazo, porque no sabemos cuándo se producirá ese estímulo o cuando se darán cuenta los inversores de que el Hang Seng está barato.
Un ejemplo de que la cosa no acaba de arrancar en la economía china es la imparable caída del precio de las materias primas (China es el mayor consumidor mundial de las mismas). Es un indicador más fiable que los que elaboran las autoridades chinas, que para la información mantienen un férreo control comunista. La caída de un 10% en el precio del cobre este año, después de la que acumula de años anteriores, es un buen ejemplo de cómo va la cosa. Aunque hay que aclarar que las autoridades buscan un crecimiento menos dependiente de la obra pública y la construcción y que el consumo interno tome más peso.
Así que Europa es sin duda la “niña mimada” del “consenso” y creo que esta vez ese señor tiene razón. Pero este blog se llama El Radar por algo y, en ese radar también tiene que estar el Hang Seng. Y digo el Hang Seng, no “China” en general. Pero no se preocupe: dado que la entrada en el casino de Shanghai está restringida a los extranjeros, fondos incluidos, la mayoría de las posiciones de los fondos “chinos” lo son en Hong Kong. Algunos tienen posiciones en Shanghai, pero eso tampoco es malo: los chinos no se han cansado para nada de especular con empresas tecnológicas “del país” – o lo que pillen -, así que si el fondo tiene entrada VIP con acceso al casino el gestor puede darle mucha vidilla, haciendo trading aprovechando la particular forma que tienen los chinos de “invertir”.
Que tengan una buena semana.
PD.: Muchísimas gracias a todos los asistentes a la Jornada de Valencia. Fue un placer estar con ustedes.