Hace años tuve la oportunidad de ir al Amazonas, donde uno de los mayores riesgos, aparte de las míticas pirañas, es que te ataque un caimán. Así que charlando con el guía le pregunté cuál sería la mejor defensa – si la es que la había- si tienes la desgracia de que un caimán te engancha un pie.
Yo pensaba, por puro instinto, que lo que habría que hacer es intentar zafarse rápido del bicho. Me respondió que eso es precisamente lo que NO hay que hacer, porque las fauces del caimán son más rápidas – mucho más rápidas - que cualquier movimiento humano, y, encima, al caimán le gusta jugar sobre seguro: espera al mínimo movimiento que hagas para engancharte un poco más. Sabe que en ese momento es cuando lleva ventaja. En otras palabras: a más te muevas, antes te come.
Curiosamente, el consejo del guía era mantener la tensión, pero no hacer movimientos para tratar de sacar el pie. Así, con un poco de suerte, el animal podría decidir mover ficha, que es cuando abre un segundo la boca y tú puedes escapar o al menos reducir el envite. Si te ve quieto puede confiarse – piensa: este es fácil, no opone resistencia - o puedes tener suerte y que te toque un caimán impaciente o muy hambriento. En realidad, yo creo que el consejo de quedarse quieto se da sobre todo para que ganar tiempo para que alguien llegue en tu auxilio, pero eso es lo de menos en este caso.
Porque, se preguntarán ¿Y a qué viene contar aquí esta historia? Pues a que es lo que me viene a la cabeza cada vez que veo actuar – o más bien “no actuar” - al BCE ante la amenaza de deflación (*) en Europa– que en la mayoría de los países de la zona no es una amenaza, es una realidad-. Me recuerda a lo que NO se debe hacer si te pilla un caimán, pero justo a la inversa. Si te ataca la deflación – o la inflación- lo peor que puede hacer un banco central, teórico guardián de la estabilidad de precios, es quedarse quieto cual conejo deslumbrado de noche en medio de una carretera esperando con cara de tonto a que le arroye el coche. Como dijo Paul Volkler, el presidente de la Reserva Federal Norteamericana (la FED) que combatió - y elimino - la hiperinflación norteamericana de inicios de los años 80: “es fácil sacar la pasta del tubo, pero es muy difícil volverla a meter dentro”. Y la pasta está saliendo. Lleva años haciéndolo. Sólo tienen que ver el gráfico que viene a continuación. Salvo el BCE, cualquier puede ver cuál es la tendencia del IPC en la Eurozona que es como decir que cualquiera puede ver cómo sale la pasta lenta pero inexorablemente del tubo. Y pueden imaginarse como sería el gráfico si quitáramos a Alemania del mismo.
Gráfico: IPC de la zona Euro desde el año 2010. “Pasta saliendo del tubo”
Fuente: Bloomberg
Curiosamente esta no es una mala noticia para el inversor, pero matizaría que para el inversor paciente cual caimán, no para el cortoplacista, porque el BCE es lento e indeciso y eso retrasará su entrada en modo pánico. Es muy simple: decir “a más salga la pasta del tubo más difícil será volverla a meter” es lo mismo que decir que a más tarde el BCE en tomar decisiones drásticas, más agresivas y drásticas tendrán que ser. En otras palabras: si el BCE pensaba – de momento sólo piensa - emplear un billón de euros en estímulo monetario y dudaba de si incluir deuda pública o no, cuando países como España lleven ocho meses de IPC negativo y el del Eurozona haya entrado en deflación, - probablemente Alemania incluida - en lugar de un billón será billón y medio lo que hará falta para volver la pasta al tubo. Y tendrán que comprar hasta en los mercadillos si quieren que la gente deje de posponer sus decisiones de compra porque “mañana todo estará más barato”, “esperemos al Black Friday” y los comercios se inventen el “Red Monday”, el “Green Tuesday” y así un color por día de la semana para poder bajar precios sin que se note que si no tiran los precios no venden un colín.
Para un inversor esto significa que cuando el Consejo de Gobierno del BCE se vea con medio cuerpo en la boca del Caimán, pasarán de “maricomplejines” - como diría Jiménez Los Santos – a comprar todo lo que se mueva: deuda corporativa, deuda pública y hasta acciones cotizadas en bolsa. Vamos: para el inversor bien asesorado puede ser como tirar un penalti en lugar de tener que lanzarte al área a buscar hueco.
Así que, paciencia. La recompensa merecerá la pena. IPC bajando durante años, tendencia bajista clarísima (ver gráfico), inflación en el 0,3% (cuando el objetivo de estabilidad de precios fijado por el propio BCE es nada más y nada menos que ¡“cerca del 2%”! No sé cuánto y cuando el estímulo monetario acabará llegando a la economía real – hay teorías al respecto - pero que tiene que pasar por los mercados, eso lo tengo clarísimo.
Víctor Alvargonzález, Director de Inversiones de Tressis, SV y autor de "¿Y yo, que hago con mis ahorros?"
@AlvargonzalezV
(*) Para quién se pregunte porque va a ser mala la deflación, si todo es cada día más barato, le diré que sí, que baja todo, pero a medio plazo también bajan los salarios. La empresa que no vende o tiene que reducir márgenes acaba bajando sueldos. Pero lo que no bajan son las deudas. Al banco le debes lo mismo por la hipoteca. Y la Deuda del Estado tampoco baja por la deflación. Lo cual hace que lo otro que no bajen son los impuestos. Bonito escenario ¿no? Un poco de deflación es buena, sobre todo si es porque baja el petróleo, pero años de deflación son nefastos, sobre todo si son porque la gente no se anima a consumir y pospone sus gastos importantes a la espera de mejores precios. Y esto obviamente afecta también a las empresas, que a su vez posponen sus planes de expansión, etc., etc.