El don Tancredo, o la suerte de don Tancredo, era un lance taurino con cierta afición en la primera mitad del siglo XX. Consistía en que un individuo que hacía el don Tancredo, esperaba al toro a la salida de chiqueros, subido sobre un pedestal situado en mitad del coso taurino.
Wikipedia
Una de las cosas más alucinantes que he visto en política en los últimos tiempos – y ya es decir – es la actitud de los políticos europeos de que el riesgo de deflación – y sus consecuencias económicas – es un asunto que no va con ellos. Literalmente.
La “estrategia” es la de “ya lo arreglará el BCE”, el cual, inexplicablemente, limita sus críticas a que le dejen solo ante la deflación con frases tipo “hay que hacer reformas”, cuando saben perfectamente que sin una acción política concertada de primer nivel es imposible generar un crecimiento serio en la eurozona, premisa necesaria para evitar una espiral deflacionista.
Aclaremos primero que, efectivamente, la deflación puede ser buena si no dura excesivamente o se limita a los bienes que importamos desde fuera, especialmente la energía (en ese caso es un problema para esos países, no tanto para nosotros). El problema surge cuando es persistente y generalizada, lo que significa que todos los agentes económicos tienen que bajar precios, que es como cuando todo el mundo devalúa para vender más, y al final no gana nadie (y pierden todos).
Es fácil de entender: si un consumidor ve que el precio de los coches, lavadoras y ordenadores baja un mes sí y otro también, lo que hace es posponer su decisión de compra, especialmente porque a él también le han congelado o incluso bajado el sueldo porque la economía no crece. Y si se aplazan las compras se vende menos y se genera un círculo vicioso del que un país como Japón lleva 17 años intentando salir. Si a esto unimos que el mundo en general crece menos, la tarea para que una determinada zona económica crezca en solitario se convierte en hercúlea y no basta la acción estimuladora del banco central.
El tamaño del reto es enorme y ¿saben que hacen los políticos? Lo ignoran. Permanecen quietos parados mientras sale el toro. No bajan los impuestos para generar consumo e inversión ni tampoco aumentan la inversión pública. Lo segundo me parece una solución mucho peor que la primera, sin la menor duda, por mucho que fuera lo que haría Keynes, pero al menos demostraría que son conscientes del problema y se mueven. Pero es que ni eso, oiga.
¿Qué interés tiene esto para el inversor? Pues todo. Lo que hagan los mercados de renta variable y renta fija va a tener mucho que ver con lo que hagan la economía y los tipos de interés. Y todos ellos van a evolucionar en función de si nos “japonizamos” – estancamiento y deflación crónicos - o nos recuperamos y volvemos a tasas de crecimiento acordes a la media histórica. Por no decir que si seguimos creciendo al 1% “petará” algún banco, ya que tenemos infraestructura bancaria para crecer al 3%, no al uno y con tipos de interés a cero. En ese escenario alguien sobra.
Lo que era una simple posibilidad cuando lo advertía hace 5 años – si quieren el artículo pídanmelo por twitter a @AlvargonzalezV – cada vez tiene más probabilidades de cumplirse: la “japonización” de Europa. Muchas más que entonces, porque en aquellas fechas China era todavía una importante locomotora económica y porque ni en mis sueños más locos se me habría pasado tanta desidia política por la cabeza.
En el próximo artículo les comento cual sería la estrategia de inversión a seguir en una Eurozona “japonizada”.
Que tengan una buena semana.