KOSTOLANY. MUSICA Y CRASH BURSATIL
Unos años después de que Groucho se arruinara, como deliciosamente habéis aportado, llego el turno a China de ser atacada por el ejército imperial japonés, que ocupó enormes extensiones del país, y la Manchuria. Kostalany en Paris, no era un aficionado de la bolsa. Él era un especulador profesional.
“Ocurrió en 1.937 en Paris. Esperaba lleno de expectante alegría la llegada de la noche, pues había conseguido entradas, para la representación en alemán, en función de gala de “Los maestros cantores de Viena” de Wagner, bajo la batuta de Wilhelm Furtwängler. Para millones de aficionados a la música, esta es la más bella de las operas del mundo. Cuando se representaba, en un radio de cien kilómetros de donde me encontraba, nunca me perdí una sola de sus representaciones desde mi niñez. Esta es la música que yo me llevaría en discos, si fuese desterrado a una isla desierta.
Pero esta alegría estaba enturbiada, por la preocupación de un compromiso bursátil. En Manchuria había guerra. En la bolsa de Nueva York temblaban los cambios y se iniciaba una preocupante tendencia descendente. El índice Dow Jones, cayó de 250 a 180. En esos días, el punto crítico de los 180 se había aproximado peligrosamente algunas veces, pero no había sido superado. De acuerdo con la teoría de Dow Jones, cuando las cotizaciones descienden por debajo de la última línea defensiva de los 180, caen en picado y se precipitan. Eso al menos afirman los lectores de gráficos. La guerra chino-japonesa que acababa de estallar, hacia temer que las cosas ocurrieran de ese modo, dada la amenaza a la baja. Poseía una completa colección de acciones norteamericanas, que amenazaban amargarme. ¿Cómo podía disfrutar de la melodías sublimes de Los maestros cantores, si mi cabeza hervía con las cotizaciones de Us Steel y General Motors? (En aquellos días, estas dos acciones eran las vedettes de la bolsa). Mientras me cambiaba de ropa estuve pensando: ¿De que me sirve la bolsa, las cotizaciones, todo ese esfuerzo en busca de las ganancias y el dinero, si me impide gozar plenamente del arte y la música?. La única solución, me pareció, era vender mis acciones, a riesgo de que volviesen a subir rápidamente. Antes de dirigirme a la opera, llame a mi agente de bolsa en Paris, J.S. Bache y Cia., y pocos minutos antes del cierre de la sesión, me desprendí de todos mis valores. Me sentí en unos minutos como un ser distinto. Sin compromisos bursátiles en tiempos difíciles, pude gozar plenamente de la representación. US Steel y General Motors, me parecían cosas de otro planeta, envuelto por la música de Wagner.
Durante los días siguientes la bolsa se mantuvo, pero al cuarto día el índice Dow Jones bajo de 180 a 120 de modo continuado. Las pérdidas del público y de los profesionales de la bolsa fueron muy grandes. YO SIN EMBARGO HABIA SABIDO PONER A TIEMPO MIS OVEJAS BAJO TECHO. Mi entusiasmo musical me había salvado de lo peor. Hans Sachs, era al mismo tiempo zapatero y poeta. De mi podría decirse que era bolsista, y además músico. EL dinero es perecedero, el arte es eterno”. S 2