Re: Encuesta Margrave: ¿Cuánto dinero necesitas para vivir sin trabajar, y ser feliz?
Los puntos de Daniel Lacalle , me suelen convencer .
S2
La desigualdad importa aunque aún no lo sepas
Los puntos de Daniel Lacalle , me suelen convencer .
S2
La desigualdad importa aunque aún no lo sepas
Alenjadro Dumas .
Edmon Dantes mi personaje favorito de novela , la habre leido como 15 veces .
s2
La desigualdad importa aunque aún no lo sepas
Bueno, vaya por delante que no soy experta en Nutrición, sino farmacéutica, pero como sabrás en Farmacia se estudian ambas cosas, por un lado Nutrición y por otro Bromatología, sobre la que hice la tesis. He trabajado varios años en este campo y me gusta mucho.
Ya me comentaron la posibilidad de abrir un blog al respecto, al fin y al cabo, lo que gastamos en nuestra comida y la de nuestra familia es la mejor inversión que podemos hacer, ;-) pero no soy muy partidaria de consejos a gran escala o al "por mayor", sino estudiar caso por caso, algo que solo se debe hacer en consulta privada y conociendo el historial del paciente/cliente, ya sea con la supervisión de un galeno/nutricionista..., etc.
Tampoco soy amiga de dietas con nombre y apellido, creo que se deduce de mi anterior párrafo, ni de esas que te hacen perder locuras en una semana o en un mes. Prefiero estudiar la alimentación de cada persona y en cada caso proponer una dieta concreta en la que entren todos los nutrientes en su justa medida y siempre y cuando no padezca ningun tipo de enfermedad, ya que en ese caso, le enviaría inmediatamente al médico.
Considero que muchas personas no necesitarían hacer una dieta demasiado estricta si cuidasen su alimentación mejor a diario, con un criterio bien formado, sin hacer excesos, ni barbaridades...
Un saludo cordial y feliz día.
Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.
Pero para la medalla de plata (despues de Spirou , Teniente Blueberry, etc )
Hugo Pratt y su Corto Maltes ,
tampoco es mucho atrevimiento.
S2
La desigualdad importa aunque aún no lo sepas
No soy conservadora (si y no), bueno quiza no compro acciones para 15 años, a mi lo que me interesa es hacer fructifier mi capital sin que este mengue, como nuestra economia.
Se defirenciar, si reconozco que pueden serlo..de doble filo..pero no se jamas me he cortado..ni sangrado, jaja (no soy de mañana )
Tu crees que una guaja, que se fue de su pueblin siendo un pequeño renacuajo, que se ha criado en un mundo donde ella solita ha luchado por superarase, que lo que tiene se lo ha ganado
te puedo asegurar que no es facil ..hay que tener teson..y en cierto modo vision y unas ganas de luchar insaciables,menos mal que eso lo tenia en mi.
(bueno ya lo sabes..tu tambien lo has echo)
Marchar con la maleta de carton duro, con su madre..y regresar añoooos mas tarde y instalarse en una de la mejores zonas de Madrid..creo que lo dice todo.
Hacer fructifiar es lo mio..siempre he sabido, no se porque, no creo que mucha gente pueda hacer lo que he echo... de nada hacer mucho, Soy coma una bufetina a pequeña escala, jajajajajaj
En serio, la suerte que he tenido la he buscado y me he aferado a ella.
Ahora solo aspiro a estar tranquila, he cumplido mi mission ahora toca protejer y protejido esta la grand parte de mis activos.
Me has dado la noche..prefiero tus chistes malos
BB
PD, la proxima vez cuando pidas a la torre de control de las Rozas..trae una sidrina y unos chistes..
y gracias por decir que soy una de las mejores que has conocido, aunque no sea cierto..( toi aussi tu est pas mal du tout..`même mieux, a bientôt mon Noir Chevalier)
Mar un apunte te lo he visto escribir varias veces .
Los Jemer son de Camboya (indochina Francesa).
The Killlings Fields es la peli que lo retrata genial .
fueron una franquicia aumentada de lo peor del maoismo .
The Killing Fields Trailer .
http://www.youtube.com/watch?v=gGDbZlax0pM&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=ZRugzZuqikg&feature=related ( Genial musica de Mike olfield).
S2
La desigualdad importa aunque aún no lo sepas
Totalmente de acuerdo. Veamos lo que dice al respecto Perez-Reverte, que fue quien me hizo interesarme por Dumas hace años (despues de leer su novela "El Club Dumas")
Arturo Pérez-Reverte escribió hace años este artículo sobre El Conde de Montecristo una novela llena de intriga, pasión, drama y sobre todo, venganza. Una de las obras maestras de Dumas.
Hacía mucho tiempo que deseaba regresar al castillo de If. Así que, veinte años después, desempolvé el viejo tomo de la editorial Porrúa -841 páginas, texto a dos columnas, como debe ser el folletín canónico- y me puse a ello. Reencontré a Edmundo Dantés y al abate Faria como a dos viejos amigos, y poco a poco la vieja fascinación retornó a la vuelta de cada página. Todo seguía allí, intacto: la traición, el tesoro, la venganza. Inmensa ficción y, al mismo tiempo, real; de carne y sangre como la vida misma. Y entonces, releyendo asombrado lo que tan nítidamente creía recordar, llegué al capítulo donde el banquero Danglars reprocha a su mujer, no que tenga un amante, sino que los manejos de ese amante lo estén arruinando, y añade sus sospechas de una conspiración para llevarlo a la quiebra. En ese momento dejé el libro sobre las rodillas, apoyé la cabeza en el respaldo del sillón e hice una pausa-homenaje, con los ojos en el retrato imaginario del viejo Dumas que preside junto a otros colegas -Sendhal, Sabatini, Stevenson- mi rincón de lectura. No sé de qué diablos se sorprenden ahora, pensé, cuando ven la televisión o los titulares de los periódicos. Él ya lo había contado todo, hace siglo y medio, mejor que nadie podrá hacerlo nunca. Con la certeza de que sólo los muy estúpidos o los muy soberbios se jactan de conocer los límites entre la realidad y la ficción.
Hay novelas de las llamadas populares que conocen un curioso destino: escritas con un objeto, terminan convirtiéndose, a pesar incluso de la intención del autor, en símbolos, en banderas de algo. A veces hasta sobreviven y van mucho más allá de las intenciones de su creador. Cuando Eugenio Sue escribió Los misterios de París para diversión de una clase burguesa, ávida lectora de folletines, no imaginaba que su obra terminaría siendo acogida como una denuncia de la triste condición de los oprimidos, y que, muchos de quienes lucharon en las barricadas de 1848 lo harían por haber leído aquellas páginas. Otro tanto puede decirse de Los Miserables de Víctor Hugo, o de El conde de Montecristo , de Alejandro Dumas. Todas ellas son novelas que admiten, ya en su origen, dos lecturas paralelas: la de quien se sumergía en sus páginas por el puro placer del planteamiento, nudo y desenlace, y la de quien encontraba en ellas otros elementos, otras claves ocultas que daban profundidad y valor social a lo que en apariencia, y a veces incluso en la misma intención del autor, sólo era un elemental divertimento de masas.
Pero hay otro punto de vista posible a la hora de abordar estas lecturas: una visión de esa materia narrativa a la luz del tiempo y del concepto de lo relativo. Del mismo modo que la Ilíada puede leerse en 1992 con la conciencia de que de Troya a Sarajevo no hay, en cuanto a distancia histórica, sino algunos adelantos técnicos en cuanto a la forma de arrasar una ciudad, el lector que se enfrenta a una novela como El conde de Montecristo tiene a su alcance, aparte del placer de la pura narración, de las peripecias apasionantes de Edmundo Dantés entre sus amigos y enemigos, el gozo sutil de observar la supuesta ficción a la luz del mundo concreto en el que vive, de la sociedad que lo rodea. Entonces, por uno de esos milagros fascinantes que sólo las grandes obras maestras deparan, todos los personajes cobran vida, rostros, nombres de ahora mismo, y uno descubre que la materia manejada por el talento de Alejandro Dumas es materia viva, eterna, actual. Pero también que, desde 1844, la llamada sociedad moderna fue rigurosamente fiel a sí misma: nada nuevo se ha inventado desde entonces en lo tocante a ruindad, hipocresía, arribismo, corrupción en las instituciones y poder omnímodo, absoluto, del dinero. La diferencia es que antes, cuando Edmundo Dantés maquinaba su evasión del castillo de I f, aún había esperanza para los parias de la tierra. Hoy sabemos cómo suelen terminar los parias y hasta es posible intuir, por escasa imaginación, cómo puede terminar la tierra. Por eso, aunque no sea ya bajo idénticos motivos que el lector de folletines decimonónicos, el lector actual siente también que un sudor frío perla su frente ante los oscuros recovecos de la narración y de la vida que en ella se describe. Pero ahora, agonizando el que fue siglo de la esperanza, el sudor resulta más frío; el estremecimiento es mayor.
El conde de Montecristo es una novela llena de recursos del oficio, de diálogos y descripciones forzadamente largos -Dumas cobraba a tanto la línea- ,de estilo tosco y descuidado, adjetivos superfluos, divagaciones y desvergonzadas metáforas profesionales. Además, a menudo roza el cuento de hadas: la fuga de Dantés en el saco del muerto, los bandidos que leen a Plutarco, los disfraces, el tesoro, las sospechosas veleidades que tanto ayudan a Dantés en su venganza. El lector se adentra en ello con la conciencia de que todo es un artificio lleno de trucos y trampas, y sin embargo, a su pesar, termina prendido en la trama, pasando las páginas febril, deseando incluso, víctima agradecida del mismo artificio, encontrar en el libro precisamente todos los lugares comunes, todos esos estereotipos melodramáticos que su sentido crítico rechaza, pero que su instinto de lector, la admiración por el talento de Dumas, por la extraordinaria estructura narrativa que se despliega ante sus ojos, termina haciéndole, incluso, desear. Y cuando Villefort da un paso atrás con ojos extraviados y el espanto en la frente, o Montecristo palidece de forma terrible y murmura ¡Fatalidad! , o cuando Fernando se arrastra con suspiros que nada tienen de humano y rechinándole los dientes antes de pegarse un tiro, el lector detiene un momento la lectura, paladea el sabor perfecto y deliciosamente folletinesco de todo aquello y lamenta que sólo queden hasta el ¡Confiar y esperar! que precede a la palabra Fin. Umberto Eco se preguntaba si hubiésemos amado igual esta novela en el caso de no haberla leído por primera vez -o las primeras veces- en sus arcaicas y ampulosas traducciones decimonónicas. Y es que hay otras novelas mucho mejor escritas, por supuesto. Pero, comparadas con el Montecristo, sólo son simples obras de arte.
Además, Edmundo Dantés somos todos. Su drama, su desdicha, su fortuna y su venganza conectan perfectamente con la condición humana de este fin de siglo. Prestemos atención con ojos de lectores de 1992 a los resortes argumentales de la novela: una inocencia, la del joven marino Edmundo Dantés, recién desembarcado del Faraón y a punto de casarse con su novia mercedes, se ve traicionado por aquéllos en quienes confía. Dantés es encarcelado por la envidia (Danglars), la lujuria (Fernando), la cobardía (Caderousse) y la ambición política (Villefort). Por un golpe de suerte, merced a su amigo el abate Faria, Dantés escapa y logra un tesoro, una fortuna incalculable, que le permite planear y ejecutar la minuciosa estrategia de su venganza. O, dicho de otro modo, sólo el dinero, la inmensa fortuna escondida en la isla de Montecristo, transforma al paria Dantés en el elegante e implacable conde que ejecuta, en la tierra, los designios de la terrible Providencia divina. Y es ahí donde desfila, a sus pies y ante los ojos del lector, la sociedad francesa de la Restauración, los Cien Días y la monarquía de Luis Felipe, tan hipócritas y corruptas en aquel siglo como en éste: con sus banqueros, sus dandies, sus altos magistrados con un cadáver enterrado en el jardín, sus políticos venales, su parlamento, sus sobornos, los banquetes, las fiestas mundanas, las letras de cambio, las aristocráticas damas de virtud fácil, los mediocres poderosos, los canallas encumbrados, los advenedizos arrogantes, los analfabetos convertidos, merced a la política o el dinero, en árbitros de la moda, la moral, la elegancia y la cultura. Y el lector, que a las veinte páginas no sólo comprende a Dantés, no sólo se identifica personal e íntimamente, en la deliciosa revancha que por mano interpuesta, la del Conde de Montecristo, Dios o quizá la simple y objetiva Justicia, tan huérfana y desvalida ayer como hoy, se desencadena contra la ambición arribista, la envidia personal y las tiranías sociales. Una venganza -y ahí está el detalle espléndido del asunto- llevada a cabo con las mismas armas de los enemigos: el poder del dinero. Un dinero que se vuelve, gracias al genio del abate Faria y a la Providencia, terrible arma arrojadiza contra ese mismo poder. Y el lector, incluso el escéptico y resabiado en la era de la televisión y la informática, aplaude el prodigio como hacía antes el público en el gallinero de los teatros y en los cines de barrio, cuando silbaba a los traidores y aclamaba a los caballeros sin miedo y sin tacha. Silbidos y aclamaciones que, para nuestra desgracia, ya no suenan en ninguna parte, convertidos en patrimonio exclusivo de los inocentes y de los niños.
Por eso Edmundo Dantés sigue vivo. La grandeza de El conde de Montecristo reside en que su venganza, la única justicia posible en aquel y en este mundo de tahúres y sinvergüenzas, también es la nuestra. Esperar y confiar: Y que Dios, además de las justas repúblicas que dan asilo a un hombre, además de las islas lejanas a donde nunca llegan órdenes de captura, bendiga también al viejo Dumas. Amén.
Sobre lo de quedar satisfecha , come despacio .
Manzanas , si no puedes evitar comer entre horas .
una cosa muy sencilla pehugas pero cortadas , finas.
Pones un poco de leche y le hechas Perejil y un poco de ajo .
Lo dejas macerar y antes de echar a la plancha o sarten pero casi sin aceite .
ponlo en plato grande y bien extendido ,hay que engañar un poco al cerebro .
Brocoli .
Cocerlo con sal y en Ensalada despues de escurrirlo bien con un poco de aceite y vinagre (buenisimo) .
El lomo de cerdo blanco si le quitas el gordo que hay por fuera , es la carne
con menos Grasa intramuscular .
La pechuga de pavo tiene mas grasa , aunque no te lo creas .
S2
La desigualdad importa aunque aún no lo sepas