El pasado 28 de febrero el líder de Ciudadanos en Castilla y León, Francisco Igea, hacía un llamamiento al boicot de Dia por tener un propietario ruso, Mikjail Fridman, que ha sido incluido en la lista de oligarcas sancionados de la Unión Europea por sus lazos con Vladimir Putin, al que incluso habría financiado.
Fue solo una chispa, pero provocó que un fuego que se extendió como la pólvora en las redes sociales.
La presión fue tal que Fridman se ha visto obligado a abandonar el consejo de administración de LetterOne, sociedad a través de la cual ostenta el 77% de las acciones de Dia.
Y la propia compañía tuvo que salir al paso ante la CNMV negando que
Fridman tuviera control alguno sobre la empresa. Que haya griterío en Twitter es algo que nadie puede evitar, pero ni en el sector de la distribución en particular, ni en el mundo de la empresa en general, entienden cómo alguien con responsabilidades políticas, como es el caso de Igea, puede llamar al boicot contra una empresa que da empleo a cerca de 38.000 personas, y que serían los primeros afectados en el caso de que se produjera una caída de la compañía.
Eso sin olvidar que Dia tiene una fuerte presencia en Castilla y León, sobre todo después de que en 2014 comprara la cadena de supermercados El Árbol. La situación de Dia no es nada fácil. Cuando Fridman tomó el control a través de LetterOne en 2019 Dia era la tercera cadena de supermercados en España, con una cuota del 6,5%, acercándose incluso a Carrefour, que era segundo en ese momento con el 8,7%. Pero la realidad ha cambiado y, aunque la reestructuración financiera ha permitido garantizar la viabilidad del negocio,
la empresa ha perdido casi un tercio de su participación y tiene ahora solo el 4,6%. Lidl la ha superado ya, haciéndose con un 5,4% de cuota y Eroski, que tiene el 4,5%, está también cada vez más cerca de relegarla al quinto puesto.
Dia ha ido cediendo cuota de mercado a todos sus rivales y, pese a que la compañía había pronosticado que volvería este año a los beneficios, en 2021 registró unas pérdidas de 257,3 millones de euros, lo que supuso un descenso de solo el 29,3% respecto a un año antes. La empresa ha atribuido este descenso, principalmente, a la reducción en un 3,8% del número de tiendas al final del periodo y a la devaluación del real brasileño y el peso argentino. Fridman ha negado en todo momento que Dia se vaya a ver afectada por las sanciones aprobadas contra él -la Comisión Europea ha acordado congelar todos sus bienes y prohibirle la entrada en el territorio de la Unión-, recordando que, a través de LetterOne, salvó a Dia de la quiebra y que el vehículo inversor ha inyectado más de 2.000 millones en la empresa. "Tenemos la gran aspiración de construir una gran empresa en España", ha dicho.
Poco importa que tenga o no razón. Dia es mucho más que LetterOne y, por supuesto, mucho más que Fridman. Son muchos los empleos que están en juego, sin contar con la amplia red de franquicias con las que cuenta la empresa, que deja a muchos pequeños empresarios en situación de máxima vulnerabilidad. Los ataques gratuitos no tienen sentido, especialmente sin provienen del ámbito político. Es incoherente.