Recientemente tuve la oportunidad de coincidir con analistas especializados en el sector energético, y discutir sobre las implicaciones del acuerdo alcanzado con Irán para levantar las sanciones económicas contra dicho país. Lo cierto es que, aunque las opiniones fueron variadas, uno puede hacerse una idea de lo que podría ser un escenario factible para los próximos años. A continuación, resumo algunos puntos clave.
En primer lugar, Irán será capaz de aumentar su producción de crudo desde los actuales 2,8 millones de barriles diarios a los 3,6 millones que producía antes del último endurecimiento de las sanciones en 2012; y, en última instancia, volver a alcanzar su pico de producción de 6.000 barriles diarios de la década de 1970, cuando la industria petrolera de Irán disfrutaba de los beneficios de la tecnología know-how y financiación occidentales. Es más, los avances en materia de tecnología extractiva acaecidos desde la década de 1970 sugieren que Irán debería ser capaz de producir más petróleo a largo plazo de lo que fue hace 40 años. ¿Es este un escenario factible? Dado que Irán posee la cuarta mayor reserva de petróleo, y que dichas reservas son tan fácilmente accesibles geográficamente como las de Arabia Saudí. Alcanzar (o superar) los niveles de producción de 1970 se antoja un objetivo demasiado modesto a largo plazo, según algunas fuentes.
¿Cuáles podrían ser los posibles efectos sobre los precios del petróleo a corto plazo? Varias fuentes confirman que para hacer un hueco a todo este petróleo extra en el mercado, Irán debe competir ferozmente no solo con la producción creciente de Arabia Saudí, el Kurdistán, Libia o Nigeria, sino también con la capacidad de producción iraquí, que sigue mejorando según la EIA (la Administración de Información Energética de Estados Unidos, por sus siglas en inglés). La guerra de precios entre los productores de la OPEP, que se suma a la guerra ya existente entre la OPEP y los productores no convencionales de EE UU, probablemente se intensificará a medida que Irán se reintegre en la economía mundial. Esto mantendrá los precios del petróleo a unos niveles muy moderados, situándose en torno a los 50 dólares por barril, o incluso por debajo.
En línea con esto, mi visión a largo plazo sobre el precio del crudo descansa en una evidencia contundente. Si Irán alcanza los niveles de producción de 1970 en el medio-largo plazo, aportará tanta producción a los mercados globales la segunda mitad de esta década como lo ha hecho la revolución del shale norteamericano en la primera mitad. Con esto en mente, ahora resulta mucho más fácil imaginar el impacto que esto puede tener en el precio del petróleo. El mercado del crudo, sin duda, se ha desplazado des de una fijación de precios monopolizada por la OPEP a una especie de fijación de precios competitivos, y deben saber ustedes que en los mercados de competencia normales el precio se fija por el coste marginal de producción de los productores con costes más elevados (en este caso, los frackers estadounidenses, cuyos costes marginales rondan los 50-60 dólares por barril, pero que están cayendo rápidamente a medida que los costes de perforación también se reducen). Si el coste marginal se llega a situar en los 50 dólares, sería de esperar que este nivel represente un techo en lugar de un suelo para la fijación del precio del petróleo en un sistema de precios competitivo. Por lo tanto, en este nuevo y competitivo mercado del petróleo, los precios fluctuarán entre un techo, determinado por los frackers estadounidenses o productores canadienses, y un suelo, fijado por los productores de la OPEP de Oriente Medio, Azerbaiyán, Kurdistán, Rusia, etc. Todos, con costes de extracción mucho más bajos.
Personalmente, comparto la opinión de algunos compañeros veteranos del sector, según la cual el mercado del petróleo está volviendo a entrar en un periodo de precios competitivos similares a los que tuvimos entre 1986 y 2004, y en donde 50 dólares por barril podría ser perfectamente un techo. Algunos analistas aún creen que los países de la OPEP pueden establecer los precios del crudo al nivel que deseen (como lo hicieron durante los periodos de monopolio de 1974-85 y 2005-14). Sin embargo, en un mundo en el que el consumo de crudo se ve condicionado por los avances en las tecnologías de combustibles no fósiles, y los suministros de petróleo se siguen expandiendo como resultado de nuevas técnicas de producción, ese poder de monopolio se me antoja, por ahora, un espejismo.
Álex Fusté es Economista Jefe de Andbank.