Yo aborté el triunfo del 23-F
Pues sí queridos compañeros, 23 de Febrero de 1981, por quinta vez desde enero del 61, el DowJones tocaba techo para darse la vuelta. Aquello ya parecía un cachondeo señores, de la crisis energética pasamos a la financiera y aunque los dividendos seguían altos capturando el interés de no pocos inversores, no había pasado un año cuando la mayoría de los bancos, junto a otras, suspendieron el dividendo, ni cupones cortaba ya.
En estas, andaba yo como alférez montando guardia y fumando un pitillito en la puerta del polvorín del Escuadrón de Carros de la Mecanizada XI en Betera cuando aparece por ahí con muchos aires Jaimito (Milans del Bosch), que entre el pitillito y el tratamiento de TU, en lugar del preceptivo Vuecencia me solicita entrar con él al Cuerpo de Guardia a punta de pistola de los dos PMs de su escolta (figuerense, yo, todo un Baeruck tratando de vuecencia a un plebeyo, por muy heredero del inventor de las bujías que fuese).
Ya en el Cuerpo de Guardia, el irritable y geniudo Mariscal de Campo, llama a la Zarzuela y habla a gritos con su colega Armada que está en el despacho del Rey. Confirmada la Operación Alerta Roja parte hacia la Capitanía y, a falta de personal, me introducen como chofer en el vehiculo en el que el Coronel de la BRIM31 guía la primera columna de tanques hacia Valencia.
Ya tomando el Gobierno Civil, distintas instituciones y la Estación de Autobuses, y dirigiendo el grueso de los tanques y baterías por Fernando el Catolico, escucho en la radio del Coronel la toma del Congreso, figúrense, ¡¡¡a 200 metros del edificio de la Bolsa!!! Hasta ese momento mi pulso de relojería suiza no estaba alterado pero... mi mente ya avezada en tantos avatares empieza a elucubrar con el pánico inversor y las oportunidades al día siguiente. Yo tenía siderúrgicas Montaña Quijano a 278 de las antiguas pesetas y ya podían comprarse a menos de 71, imagínense a la mañana siguiente!!! ¿Pero qué hacer si tomaban la Plaza Libertad?
Ahí fue cuando comprendí la utilidad que la Bolsa de Valencia (providencialmente inaugurada solo 6 meses antes) podría tener. Yo podía procurar la custodia de la Institución hasta garantizar la apertura del día siguiente, avisar a Paquillo y Tomasín y adquirir títulos que hubiesen quedado en venta aquella tarde.
Obviamente dejé a un lado órdenes del Coronel y pasé de largo a toda prisa la Plaza del Ayuntamiento, entonces Plaza del País Valenciá, en dirección a la Calle Libreros donde se hallaba el lugar en cuestión, con toda la columna de los 5 escuadrones de tanques y baterías de distinto calibre siguiéndome.
El Coronel que resultó a la postre un cabeza cuadrada y un delator, me zarandeaba y gritaba más que mi padre, alertando a gritos por radio a Jaimito de “gravísimo intento de sedición”, Jaimito frenético a su vez llamó a Armada que seguía en la Zarzuela y el Rey, nervioso en extremo y capitulando amargamente, llamó a Pujol y los medios para decirles que acababa de controlar la situación, salvando así su propia cabeza.
Excuso decirles que como un oprobio más del ejercito para conmigo, el nuevo Capital General de la III División, Aceituno, no colgó la oportuna Orden de Isabel la Católica de mi pechera y pude comprar más “Quijanos” por debajo de 60 antes de que quebrasen.
Quedo humildemente a sus pies y no hace falta que les recuerde sus juramentos de discreción.