A mí mismo interpelo sobre cual puede llegar a ser la doctrina arcana del menesteroso talento, que engendra el perentorio e irrepremible menester de reconducir cualquier opinión, del ámbito que fuere, hacia el manido tema de la confrontación política entre catalanes y el resto de españoles; resulta plúmbeo constatar reiteradamente cómo las opiniones muñidas de nuestros oligarcas pueden llegar a mancillar cualquier debate y extinguir la aptitud intelectual para inferir conclusiones emancipadas
Se han abierto, se empiezan y se principiarán infinidad de hilos sobre el tema Catalunya-España (escribo primero la novel nación, pues sino barrunto que montarán en cólera porque haya situado en emplazamiento preponderante al depredador tiburón sobre el cándido "pez-queñín"), en los que todos somos libres de aportar nuestros juicios (ya sean pro-catalanistas, antiespañolistas, pro-españolistas, anticatalanistas, anarquistas, fascistas, comunistas...), pero no encapotemos con un manto de senyeras y rojigualdas todo el foro.
Cuando emponzoñamos todos los ámbitos de la vida con la política, no emerge nada bueno; ¿cual es problema cuando hablamos de política lingüística, política, social, política sanitaria, política educativa...?; evidentemente es la irritante palabra que se repite y que abole cualquier intento de debate o acuerdo razonable.
Cuando mis amigos, compañeros, conocidos me preguntan sobre cuales son mis ideas políticas, siempre respondo lo mismo: "yo no tengo ideas políticas, sino ideas propias".
Observo decepcionado cómo por doquier (de naciente a poniente y de boreal a austral) se expande, cual peste bubónica, la vagancia e impericia para discurrir, razonar, discernir, y albergar pensamientos independientes de los medios de comunicación y las consignas políticas.
También desconcierto a aquellos a quienes manifiesto que me informo tanto en la sexta, telecinco, público, el país.., como en abc, intereconomía, el mundo..., o incluso en la vanguardia, deia..., y escucho a todas las personas, construyendo a través de las diferentes y más extremas visiones de la realidad, mi propia opinión de la vida; pero todo ello requiere un contínuo ejercicio de introspección, meditación y disección de las más profundas convicciones y valores que uno alberga, con la esperanza de evolucionar en nuestro conocimiento y sabiduría; pero resulta mucho más cómodo comportarse como un haragán intelectual.
Como colofón, ¿qué podemos esperar de un ministro de educación que dice "soy como un toro bravo, me crezco con el castigo", o de una consejera catalana de educación que no tiene intención de dar marcha atrás en una política de "inmersión lingüística"?.
Nos manipulan a su antojo y ni siquiera nos enteramos. Tenemos los políticos que nos merecemos.