A falta de que Bruselas de el visto bueno a su lista de reformas, se puede dar por cerrado el acuerdo que prolongará durante cuatro meses el programa de rescate entre Grecia y «las instituciones». Algo que el nuevo Ejecutivo heleno quería evitar y a lo que finalmente se ha visto obligado. Tras unos primeros días al frente del Gobierno en los que el nuevo primer ministro, Alexis Tsipras, anunció algunas decisiones que rectificaban medidas tomadas los años anteriores, finalmente Grecia ha tenido que ceder a la práctica totalidad de las condiciones de sus socios, más allá de algunos logros más políticos pero sin gran calado económico. ¿Por qué ha tenido que hacerlo?
Tras el «road show» que Tsipras y su ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, emprendieron por las principales capitales europeas a los pocos días de tomar las riendas del Gobierno, Grecia se encontró con el primer escollo para las futuras negociaciones. Un inconveniente político en forma de posición infranqueable por parte de los socios del euro. Más allá de la complicidad en las palabras y en las formas de París y Roma, la gira sirvió para que Atenas se diese cuenta de que no iban a contar con aliados en sus reclamaciones.
El Gobierno heleno se ha visto obligado a extender el rescate para no perder el derecho a recibir el último tramo del programa, que alcanzaba los 1.800 millones de euros. Con esta prórroga accede también a la posibilidad de recibir otros 1.800 millones de euros correspondientes al beneficio que el BCE ha conseguido al adquirir títulos griegos. También consigue bonos por valor de 10.900 millones de euros para recapitalizar entidades financieras. Esta última es una cuestión fundamental, ya que Grecia está viviendo desde que se anunciaron las elecciones una auténtica retirada de fondos de las entidades. 3.000 millones de euros en depósitos fueron retirados en el mes de diciembre, una cantidad que en enero superó los 10.000 millones de euros.
De no haber alcanzado este pacto Grecia se encontraba expuesto a un exigente calendario de vencimientos. En el mes de marzo Grecia debe pagar un préstamos de 1.500 millones de euros que tiene contraído con el Fondo Monetario Internacional. Una cantidad que con otros compromisos se elvaba el próximo mes a 2.500 millones de euros.
Según datos recopilados por Bloomberg, Grecia afronta un calendario de pago de bonos muy exigente. Los pagos al Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Central Europeo (BCE) y otros acreedores ascienden a 17.000 millones de euros durante este año. Unos niveles que incorporando a las empresas estatales alcanza los 30.200 millones de euros. De esta cantidad total, dos tercios se concentran en pagos antes del verano.
Y Grecia se enfrentaba a este escenario con las cuentas descuadradas. En el mes de diciembre el estado esperaba recaudar 7.748 millones de euros, pero solo captó 4.923 millones. Esta situación se extendió al mes de enero, las elecciones fueron el día 25. Muchos griegos contuvieron el pago de impuestos y esto ha abierto una brecha de 1.000 millones de euros en la recaudación, cerca de un 25% menos de lo previsto. La pasada semana, el Banco de Grecia informaba de que en el primer mes del año el Estado registró un déficit de 217 millones de euros.
Con estos datos en la mano, el nuevo Gobierno ha ido viendo cómo se le estrechaba el margen de maniobra, primero para cumplir las medidas de aumento de gasto que anunció la primera semana, y segundo para detener los procesos de privatizaciones. Este último es un punto que entre este año y el que viene podía reportar a las cuentas públicas unos 50.000 millones de euros.
Grecia ha cedido, pero todavía queda un paso por resolver. Y es el visto bueno a la lista de reformas que Grecia presenta hoy. «Si a las instituciones no les gustan nuestras reformas el lunes, tenemos un problema», señaló en la noche del viernes un Varoufakis que salía de la reunión tras alcanzar un pacto que tiene más de cesión por parte de Grecia que de concesión para su economía.