¿Es posible una economía más sostenible e inclusiva?
La economía circular trata de reducir los residuos y de proteger el medio ambiente, pero también de transformar profundamente el funcionamiento de toda nuestra economía. Reconsiderando nuestra manera de producir, trabajar y comprar, podemos generar nuevas oportunidades y crear nuevos puestos de trabajo".
También desde el Consejo Económico y Social Europeo (CESE), se han aprobado varios dictámenes relacionados con una economía más sostenible e inclusiva como el de la promoción de la economía social o la Economía del Bien Común.
Se trata de respuestas a nivel europeo, todavía incipientes, a una demanda social que se refleja en el florecimiento de iniciativas que desde la sociedad se están promoviendo, todas ellas surgidas de la pretensión de transitar hacia una economía más sostenible e inclusiva.
Estas iniciativas comparten el interés por una economía más humana y más amigable respecto al medioambiente. Unas son partidarias de introducir correcciones al sistema de mercado. Otras más radicales proponen sistemas diferentes. Pero, en general, de ellas se pueden extraer algunas ideas interesantes con potencial para mejorar el sistema económico tal como lo conocemos hoy en día.
La Economía Circular mencionada se nutre de los principios de la Economía Azul, cuyo concepto se basa en el ciclo de vida del uso de los recursos y propone que la producción se diseñe y se lleve a cabo desde la perspectiva del funcionamiento de los ecosistemas naturales, asegurando un uso más racional de los recursos y extendiéndolos a cualquier proceso productivo. También está relacionada con la Economía de la Funcionalidad, que estimula la producción de bienes más duraderos primando el uso (frente a la propiedad), buscando hacer frente a la estrategia empresarial de la obsolescencia programada.
Enfatizando otra dimensión, la Economía Social de Mercado aboga por una economía atemperada por una política social que posibilite un mayor equilibrio entre la libertad de mercado y la equidad social. Más recientemente, ha surgido con fuerza la Economía del Bien Común que entiende que éste debe ser el objetivo de la economía y propone que la competencia se sustituya por la cooperación que en definitiva es un sentimiento más acorde con la naturaleza humana.
El desarrollo de las tecnologías de la información y comunicación ha propiciado el desarrollo de la Economía Colaborativa, que promueve el intercambio de recursos, disminuyendo la presión sobre la producción. Comparte el mismo principio que la Economía de la Funcionalidad de primar el uso aprovechando el potencial de interconexión de las nuevas tecnologías.
Existen otras iniciativas como la Economía Participativa que propone democratizar el uso de los recursos en beneficio de una mayor participación de los trabajadores. Por su lado, la Economía de Comunión se centra en el uso de los beneficios empresariales que entiende deben ser destinados a la solidaridad y al crecimiento de la empresa. La Economía Comunitaria aboga por promover dinámicas locales basadas en estilos de vida más sencillos que no ejerzan tanta presión sobre los recursos. Por último, la Economía Basada en los Recursos propone que los bienes y servicios sean patrimonio común asegurando un uso equitativo de los mismos.
Sin entrar a valorar la idoneidad o factibilidad de cada una de ellas, sí se puede afirmar que constituyen el reflejo de un deseo de mejorar los efectos del sistema económico.
http://www.huffingtonpost.es/fernando-varela-de-ugarte/es-posible-una-economia-m_b_9252816.html?utm_hp_ref=es-economia
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Mierda de Ciudad
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