Re: Mejor dentro del euro que fuera
Salidas para Europa
JOSCHKA FISCHER 13/09/2011
Cada vez resulta más claro que la crisis financiera puede significar la destrucción del proyecto de unificación europea, porque deja al desnudo las debilidades de la eurozona y de su armazón; que no son tanto financieras o económicas como políticas. El Tratado de Maastricht creó una unión monetaria, pero la unión política nunca se concretó. Y ahora el euro y los países que lo adoptaron sufren las consecuencias. En la actualidad, la eurozona se apoya sobre pilares inestables: es una confederación de Estados que aspiran a tener una unión monetaria sin renunciar a la soberanía fiscal. Y en épocas de crisis, este esquema no puede funcionar.
En 2007 y 2008, en los albores de la crisis, estábamos a tiempo para corregir los defectos estructurales de la eurozona. Pero para los funcionarios alemanes pesó más la autonomía nacional; optaron por un modelo confederativo.
A lo largo de la historia, las confederaciones nunca funcionaron, porque dejan en el aire la cuestión de la soberanía.
La fórmula confederal en la que creen los funcionarios alemanes no funciona. Se precisa una federación
Europa tiene tres alternativas. Una es seguir improvisando, como hasta ahora; el resultado será agravar y prolongar la crisis. Otra, eliminar la unión monetaria, lo que significaría el fin del proyecto europeo y el inicio de un caos ingobernable. La tercera opción sería que Europa avance en la dirección de una integración económica y política efectiva; pero los líderes actuales no se atreven porque no creen que la opinión pública interna les dé el apoyo necesario. De modo que todo indica que la respuesta será una combinación de las primeras dos opciones. Más tarde, cuando el proyecto europeo esté a medio naufragar, puede que llegue la hora del federalismo. Pero la palabra clave es "puede": también puede ocurrir que Europa se hunda en el abismo.
La inacción de Europa ante la crisis ya produjo consecuencias negativas palpables. La pasividad de los funcionarios electos atizó la desconfianza popular, que ahora es una amenaza para el proyecto europeo. De hecho, la crisis comienza a socavar los cimientos en los que se basó el orden europeo de posguerra: la alianza franco-alemana, por un lado, y la transatlántica, por otro, que hicieron posible un periodo de paz y prosperidad sin precedentes.
. Durante los próximos años, asistiremos a un dualismo chino-estadounidense que se tornará cada vez más agresivo. Si bien esta rivalidad tendrá un componente militar, sus principales manifestaciones serán en el ámbito de la influencia económica, política y normativa.
China intentará arrastrar a Europa a este nuevo juego global, y ya lo está haciendo. Quedó clarísimo tras las recientes visitas del primer ministro Wen Jiabao a los países de Europa alcanzados por la crisis, a los que ofreció generosos préstamos y ayudas.
Al mismo tiempo, hay otros tres factores (la debilidad de EE UU, la creciente dependencia europea respecto del mercado chino para colocar sus exportaciones, los atractivos del Extremo Oriente) que favorecerán una promisoria perspectiva euroasiática a medida que decaiga el transatlanticismo. Las esperanzas europeas respecto de Asia estarán puestas en China, que entiende muy bien la importancia de Europa en su incipiente competencia geopolítica con (y contra) EE UU.
Joschka Fischer, exministro de Asuntos Exteriores y vicecanciller de Alemania, fue durante 20 años uno de los líderes del Partido Verde Alemán. © Project Syndicate / Institute for Human Sciences, 2011