Las comisiones de los fondos de gestión pasiva triplican las de los ETF
Ambos se limitan a poner el piloto automático, a imitar la composición de un índice concreto como fuente de la rentabilidad que luego dan a sus partícipes. Ninguno de ellos ofrece, por tanto, gestión activa de la cartera pero la diferencia entre lo que cobran los fondos índice y los gastos que soporta un ETF (fondos cotizados que replican el comportamiento de un indicador bursátil) es abismal.
Mientras que los primeros cobran de media un 1,45 por ciento anual sobre el patrimonio, los segundos tan sólo soportan unos gastos medios del 0,50 por ciento, según los datos de Morningstar.
Es decir, ambos ofrecen el mismo servicio pero no el mismo coste por él. Y esto influye en la rentabilidad que ofrecen a sus partícipes. Pero, ¿hay algo que pueda justificar que un inversor que no busca una gestión activa sino indexada acuda a los fondos índice en vez de contratar un ETF? "Lo único que puede justificar que alguien contrate un fondo de gestión pasivo en vez de un producto cotizado es que el primero cuenta con la ventaja fiscal de que tributa como fondo mientras que el ETF lo hace como una acción", afirma Jacobo Zarzo, analista de Atlas Capital.
Esa ventaja fiscal se debe a que los traspasos entre fondos están exentos de tributar a Hacienda, lo que permite al inversor diferir en el tiempo el pago de impuestos por las rentabilidades obtenidas. En el caso de los ETF, el partícipe tendrá que pagar los impuestos correspondientes a las plusvalías obtenidas (un 19 por ciento para cantidades inferiores a los 6.000 euros y un 21 por ciento a partir de esa cifra) en el mismo momento en el que venda la participación. Aunque hay excepciones, ya que los ETF registrados en CNMV pero que no cotizan en la bolsa española reciben fiscalmente el tratamiento de fondo de inversión y no de acción.
Sea como fuere parece que cada vez son menos los inversores que optan por los fondos de gestión pasiva para invertir en bolsa y más los que se decantan por los ETF, siempre que no busquen una gestión activa de la cartera.
Fuente:El economista