En efecto, tengo completamente claro que ni Azvalor ni Cobas -aún menos los primeros, como fondo prácticamente temático en que se han convertido, y en un sector de incierto, cuando menos, futuro- son fondos en los que alguien como yo -con un buen patrimonio para mi edad, cierta capacidad de ahorro recurrente y vida austera y frugal- no necesito estar. Y remarco el "necesito" recordando las palabras -creo- de Buffett: "Es una necedad arriesgar en exceso lo que ya se tiene para intentar ganar lo que no se necesita". Mi cartera debería ser patrimonialista, en el sentido de que un crecimiento sosegado, junto a la recurrencia de mis ingresos y la pequeñez de mis gastos, la hagan crecer sin asumir errores que pudieran mermarla en un disparatado mecanismo de riesgo-beneficio muy asimétrico.
En base a eso me pregunto continuamente si no serán dos defectos -casi pecados- no menores los que me hacen mantenerme en ese tipo de fondos, con perjuicio de la rentabilidad y, lo que es mucho peor, de mi tranquilidad. El primero puede tratarse de la vanidad, al intentar demostrarle a no se sabe quien que, en efecto, teníamos razón nosotros y los gestores value por los que apostamos; que, después de tantos años pareciendo los tontos del negocio, en el fondo éramos listos que disimulábamos. Quizá el argumento pueda parecer que tenga un razonable sustrato psicológico, pero objetivamente es un dislate, que sólo conlleva sufrimiento personal y mermas económicas, salvo para aquellos que obtienen una jugosa -y no dudo que merecida- comisión anual de nuestras esperanzas siempre postergadas.
El segundo es, como dije antes, la avaricia. Combinado con el anterior, la evanescente promesa de unas futuras rentabilidades estratosféricas nos amarra a un presente continuo de pérdidas y nos refuerza la disonancia cognitiva de ver valores liquidativos objetivos en el futuro donde sólo hay mermas de capital en el presente. Ese pretender multiplicar por dos o por tres, como las gestoras sugieren, nos induce a no asumir como un coste hundido lo que el pretérito nos ha dejado atrás y soñar con una recuperación extraordinaria siempre más hija del deseo que de la realidad.
En fin, la reflexión, como veis, está hecha. Pero el lunes -me conozco- echaré un ojo a Tullow o a Aryzta a primera hora de la mañana, las veré rebotar y el mecanismo de entusiasmo volverá a ponerse en marcha, anegando cualquier reflexión sosegada. En todo caso, trataré de seguir entendiendo qué nos pasa, paso previo obligado para saber qué hacer con mejor criterio que impulsos.