Hola Josma:
Al hilo de tus reflexiones, aprovecho para hilvanar las mías y actualizar mi posición intelectual sobre la inversión minorista.
La pandemia en absoluto ha terminado
Y cuando termine, siempre vendrán otras catástrofes, o quizás no durante un tiempo,... pero siempre, venga lo que venga, en todo caso, será una dinámica de acontecimientos fundamentalmente impredecibles..
CONCLUSIÓN: el futuro se caracteriza por su inerradicable INCERTIDUMBRE. Nos cuesta trabajo interiorizarlo porque nuestro cableado cerebral está diseñado para predecir imparablemente e intentar anticiparse al futuro, una estrategia que funciona en los aspectos mas sencillos de la vida pero que resulta inútil ante sistemas complejos caóticos como los mercados.
Háganse la siguiente pregunta atendiendo a sus actos y no a sus supuestas intenciones (procuren no engañarse, si pueden): ¿Eligen sus inversiones desde la aceptación racional de la inerradicable INCERTIDUMBRE de los mercados o las eligen siguiendo las corazonadas a las que les impele su querido y antediluviano cableado cerebral que parece tener un claro barrunto de los futuros gestores ganadores?. Veamos las alternativas.
Si aceptamos de verdad la INCERTIDUMBRE inerradicable del futuro habrá que construir carteras con diversificación estructural, esto es, carteras que incluyan una variedad amplia de activos (renta variable, inmobiliario -cotizado o no-, bonos high yield, bonos de calidad a L/P, bonos ligados a la inflación, oro, plata y otros metales preciosos, materias primas, Bitcoin…), con una amplia diversificación geográfica, una diversificación de precios marcada por distintas entradas temporales, una diversificación de estrategias (Value, Growth, Momentum, Dividendos,…) y, todo ello, minimizando en lo posible los costes (preferencia por la indexación).
Cada uno de esos activos y estrategias nos protegerá en determinados escenarios económicos y nos destrozará en otros pero, en conjunto, amortiguará la volatilidad mientras nos proporciona una rentabilidad promedio razonable (aunque NUNCA será la mejor, algo a lo que habrá que renunciar a cambio de la robustez). Esa rentabilidad razonable se alcanzará, además, en parte gracias a rebalanceos periódicos que reequilibran la estructura de la cartera e incrementan de forma natural su potencial de revalorización (se compra con los activos/estrategias que más han subido un poco de lo que más ha bajado confiando en el poderoso efecto de la reversión a la media que es mejor guía que los patrones conductuales de los “hijos de Paramés” analizados por su padre a coste del 2% anual😜).
La otra opción (la que he preferido yo equivocadamente y supongo que muchos de vosotros), está dirigida por las corazonadas de nuestro cableado cerebral (aunque apenas se nota gracias a la capa de racionalización que todos le aplicamos) y solo requiere detectar los tipos de fondos que mejor lo han hecho en los últimos años, apostarlo todo al supuesto caballo ganador de esa época y felicitarnos en el espejo anticipando lo listos que somos (¡Mea culpa!).
De ahí salen carteras absolutamente concentradas y desequilibradas como la que yo presenté recientemente: en mi caso casi todo “value”, Europa, “microcaps”, con inmenso predominio de la renta variable frente a otro tipo de activos,…. Y eso que cuando hice el “streaptease” ya la tenía algo más diversificada debido a mi reciente incursión en fondos de “Cartera Permanente”…
Me queda, pues, obviamente, un largo camino que, necesariamente, debo de recorrer poco a poco en la medida que vaya incorporando nuevos conocimientos sobre construcción de carteras y sobre diversificación estructural (tipo de activos) y estratégica de las mismas.
Pero todo ese proceso de cambio requiere, además:
1) Aceptar que uno eligió mal su estrategia de inversión previa (elegir a los ganadores del pasado nunca ha sido una estrategia de inversión con garantías como nos recuerda machaconamente y sin éxito la CNMV constantemente con su lema de “rendimientos pasados NO garantizan rendimientos futuros”)
2) Hacer el duelo que supone aceptar que uno es menos listo de lo que pensaba
3) Alcanzada la humildad, ponerse manos a la obra a estudiar el mundo de la construcción de carteras diversificadas y proceder pausadamente (diversificación temporal) a ir transformando el batiburrillo de fondos que uno arrastra en una auténtica cartera multiactivo, multiestrategia y de bajo coste que cuente, por ello, con mucha más robustez y entereza frente a los inevitables embates del mercado.
4) Aceptar, finalmente, que “lo óptimo es enemigo de lo bueno” y que uno puede aspirar a volatilidades confortablemente bajas SOLO si acepta conformarse con rendimientos moderados (en torno al 4% anual por encima de la inflación) y aprende los procedimientos de diversificación de carteras que los posibilitan.
Por supuesto, si uno quiere seguir aspirando a obtener rendimientos exorbitantes (tipo 15% anual como prometieron los Azvalor) tendrá que aceptar, paralelamente, un proceso con elevadísimas volatilidades intermedias que, no obstante, NO EXCLUYE (repito, no excluye) la posibilidad de terminar teniendo resultados simplemente mediocres o directamente catastróficos a largo plazo (camino de ello va el Cobas Concentrados)… Y todo ello, encima, enriqueciendo con nuestro dinero a los gestores estrella del momento (eso SÍ garantizado), incluyendo el enriquecimiento de algún advenedizo como el que nos coló Renault porque “nos regalaban la financiera” (pista tiene una “Huerta” y NO es
@ceropatatero, 😜).
Y, hecho este análisis, lo que no tiene sentido es tener Cobas, Azvalor y los demás sospechosos “value” patrios habituales y quejarnos porque se van al pozo cada vez que “muere un gatito” (que ya sabemos que eso pasa todos los días, dicho sea de paso). ¿En qué mundo vivimos? Es el contrato que hemos firmado… ¡Vale! ¡Somos estúpidos!, pero lo hemos firmado. ¿Cuántas veces ha repetido Paramés y el “monaguillo” que la volatilidad es SU amiga? Repito es SU amiga… quizás el error fue interpretar que era también la nuestra ¡SEMOS GILIP…! (que nadie se moleste que estoy hablando de mí en plural mayestático).
Saludos, ¡buen finde!