El mercado de la vivienda es muy particular. Habiendo más casas (o suelo) que unidades familiares el precio puede subir o bajar.
Lo que sucede es que con un retroceso del PIB de un 10-15%, el paro llegando al 20-25%, el cierre de miles de empresas, 200.000 muertes en un trimestre, 200.000 viviendas de alquiler turístico vacías, una legislación que penaliza a las grandes rentas y patrimonios (y no tan grandes) y la expectativa de una segunda ola de contagios... a la fuerza entra en el mercado un buen número de oportunidades. Además, los precios de la vivienda estaban, hablando de una manera muy general, bastante sobrevalorados y se mantenían altos por la expectativa.
Los potenciales compradores son conscientes de ello y, mayoritariamente, sólo comprarán con rebajas significativas sobre los precios de Enero 2020. Sus expectativas se han dado la vuelta.
También sucede que los vendedores son muy reacios a revisar sus expectativas a la baja (algo muy lógico).
En estos escenarios el mercado entra en hibernación: sólo venden los que necesitan o los que son muy prácticos... en el 2007-2008, si eras de los primeros, vendías por un 10-15% menos. En 2014 el precio estaría fácilmente en (2007/2008)-30%. Si además no se alquiló y se añaden los gastos, es aún más práctico bajar pronto. Los que no quieran rebajar su precio, lo mejor que pueden hacer es poner en alquiler bajando precios.
Sin embargo después de estas consideraciones, los que quieren vender ahora no ven bajadas e incluso ven subidas... y los que quieren comprar ahora están a la expectativa de grandes bajadas porque no ven otra cosa. Dentro de dos-tres meses, con los primeros datos fiables, veremos todos más o menos lo mismo.