Aqui te pego esto publicado el 1-11-2009
La banca de todo el mundo pidió socorro hace un año. A punto estuvo de caer el sistema financiero mundial a raíz de la quiebra de Lehman Brothers. Los estados salieron al rescate sin dudarlo y lograron frenar la hecatombe. Ahora, tanto EEUU como la Unión Europea empiezan a plantearse retirar esas facilidades; pero a la banca no le viene bien porque ha encontrado la manera de sacarle réditos millonarios a esas ayudas, por las que no tiene que hacer ningún esfuerzo ni en salarios ni en concesión de créditos.
Los bancos y cajas españoles han recibido, entre ayudas, facilidades, fondos anticrisis o cambios de normativa, unos 160.000 millones de euros en el último año. Y aunque al principio eran fondos para evitar su colapso y seguir concediendo créditos, ahora se ha convertido en una extraordinaria fuente de beneficios. Con ese dinero, y según cálculos basados en criterios del sector, este año conseguirán unos réditos de casi 6.000 millones, una cifra muy elevada si se tiene en cuenta que los beneficios anuales rondarán los 20.000 millones.
Compra de deuda
La fórmula para hacer tanto dinero es sencilla: consiste en coger el dinero público a un precio reducido y rentabilizarlo lo máximo posible. El Estado o el BCE ponen en manos de las entidades financieras fondos casi regalados, y ellas los invierten para sacarles rendimiento. El objetivo era que ese dinero se destinara a dar créditos, pero la realidad es que buena parte del botín se está desviando a la compra de deuda pública o de otras entidades o a cubrir los vencimientos de su propia deuda.
Esta estrategia les está resultando especialmente rentable con los préstamos que les da el BCE a un tipo de interés del 1% y con unas garantías muy inferiores a las de antes de la crisis. Descubierto el truco, las entidades españolas han elevado sus peticiones al Banco Central hasta casi 80.000 millones de euros en septiembre. Los expertos, de forma prudente, calculan que están sacando a ese dinero un rendimiento del 2% anual, es decir, 1.600 millones. No obstante, la estrategia es arriesgada porque buena parte del dinero se invierte en deuda pública española a largo y, sin embargo, ellas deben devolverlo en seis meses.
Al Fondo de Adquisición de Activos Financieros (FAAF) le sacarán este año otros beneficios de unos 800 millones, gracias a que pudieron vender al Estado a un precio razonable unos activos (por 19.341 millones) que no podían colocar en el mercado, y ahora, además, los están rentabilizando con sus inversiones o con la concesión de créditos.
Con los avales les ocurre algo similar. El Tesoro se ofreció a respaldar emisiones de las entidades por importe máximo de 100.000 millones este año. Hasta el momento, se han emitido 38.700 millones, que tras ser invertidos rendirán 800 millones, cifra que se elevaría hasta 2.000 millones si hubieran hecho uso de todos, calculan en el sector.
Además, el Estado ha puesto a su disposición todas las facilidades posibles para que concedan este año hasta 38.700 millones en créditos del ICO, unos préstamos en los que asumen sólo una parte del riesgo y con los que pueden ganar en un año 700 millones con los intereses que cobran a los clientes (a cambio también corren con todos los gastos de ser la red de distribución del organismo público). Hasta el momento, sólo han entregado 11.100 millones, con un rendimiento de 200 millones anuales.
Además de las facilidades de fondos del Estado y del BCE, el Banco de España ha dado un gran impulso al sector al suavizar sus exigencias de provisiones (colchón antimorosidad). Gracias a ello, podrán liberar este año unos 3.500 millones (el 7% de lo que tenían ahorrado) y dedicarlos a cubrir otros préstamos, con lo que no tendrán que restar esa cifra de sus beneficios. Por el contrario, el supervisor les obligará a bajar los precios de los inmuebles comprados a promotores para canjear sus deudas, lo que podría costarles unos 1.000 millones en los próximos meses.
No cuesta al contribuyente
La banca española ha encontrado la fórmula del éxito con unas ayudas que recibió de buen grado y por las que nadie le ha exigido un esfuerzo supremo, ni en salarios, ni en créditos. A cambio, esos subsidios tampoco han costado nada a los contribuyentes hasta el momento, a diferencia de otros países, como Reino Unido, donde las inyecciones de dinero para salvar bancos han supuesto el 30% de su Producto Interior Bruto.
Pero si de lo que se trata es de que esas ayudas sirvan para que el crédito crezca, que nadie mantenga la esperanza. Los banqueros lo tienen claro: es un milagro que el saldo crediticio se esté manteniendo cuando debería estar cayendo un 6% por el descenso de la economía. Hay que hacerse a la idea, dicen, de que los dos próximos años, con ayudas o sin ellas, habrá menos crédito porque el momento económico no da para más.