Re: 18 de octubre de 1971, lucha obrera y sangre en SEAT
Esto si es ridículo...!
Esto si es ridículo...!
Un camión de la basura se llevó los trozos del claudillo. La cabeza de cerdo que ostentaba y la muñeca hinchable, se han conservado para fines más loables.
Has los perros se rien del cllaudillo
es el homenaje de un pueblo a un presidente de gobierno asesinado por eta ...saludos
la verdad vicenteT me dais pena franco goberno españa desde 1936 en pleno alzamiento nacional hasta 1975 año en que murio en la cama llorado por millones de españoles...yo ni entro a valorarle politicamente ni personalmente pero....que odio y que rabia manteneis despues de mas de 40 años de su muerte!!!! y curiosamente os da por insultarle ahora que esta muerto y un gobierno democrata de centro derecha gobernando...no se pero parece que le teniais mucho miedo en vida....bueno tu no se si habrias nacido tan siquiera cosa que me preocupa ya que yo al menos lo que no he conocido no odio....yo a napoleon no le odio y eso que nos invadió y mato a miles y miles de españoles....y menos a los franceses...por eso me preocupa cuando veo a gente con ese odio y rencor que no ha coincidido con el odiado.
Para mi es historia de españa y puede gustarme mas o menos pero odiar nunca...a mi lo que me preocupa es que un municipio como barcelona se gaste 200.000 euros en esto y no lo gaste en digamos atender a las personas mayores, cuidate vicenteT y vete a un psicologo quizas el te pueda ayudar en tu problema saludos
Con más gestualidad que gestión, el mandato de Ada Colau al frente del Ayuntamiento de Barcelona se ha caracterizado por una política pirotécnica. Como denuncian los grupos de la oposición, mucho ruido en forma de decisiones efectistas y pocas nueces en forma de mejora de la vida de los barceloneses.
El último episodio se vivió la noche del pasado jueves, cuando en una escalada de actos vandálicos, una estatua ecuestre de Franco –que se exhibía decapitada dentro de una exposición crítica con la presencia de vestigios de la dictadura en el espacio público– acabó literalmente por los suelos. Antes que eso, la estatua había sufrido pintadas, lanzamiento de huevos y de pintura y hasta la colocación encima de una cabeza de cerdo y una muñeca hinchable. Un «happening» que acabó de la peor manera.
Después de un inicio de mandato en el que la medida más llamativa fue la retirada del busto del Rey Juan Carlos I del salón de plenos –dentro de un programa de depuración de los símbolos borbónicos en la ciudad–, paradójicamente la alcaldesa se ha acabado pillando los dedos con otro asunto simbólico, en este caso en base al muy sensible recuerdo del franquismo: la memoria histórica como material inflamable.
Nostálgicos y secesionistas
Lo curioso en este caso es que las protestas no solo llegaron de manera previsible por parte de los nostálgicos de la dictadura –la fundación Francisco Franco condenó el escarnio sufrido por la estatua del general–, sino, de manera principal, desde el campo independentista. En lo que tiene mucho de política de desgaste contra el consistorio presidido por Colau, grupos secesionistas –en la misma onda de los que criticaron el pregón de fiesta mayor del escritor Pérez Andújar–, condenaron que la exhibición del Franco decapitado se hiciese en el centro cultural del Born. Azuzados por los grupos municipales de CiU y de ERC, defienden el carácter casi sagrado de este espacio, en el que se conservan los vestigios de la ciudad arrasada durante el sitio de 1714. Para el independentismo, una afrenta imperdonable a la memoria de quienes defendieron la ciudad del asedio de Felipe V a través de la figura de Franco. El Ayuntamiento, en su momento ufano por haber organizado una exposición de tono antifranquista, veía cómo se incendiaba una polémica que, en buena forma, debe leerse en clave de política catalana.
Las insinuaciones de que Colau en el fondo viene a ser una «franquista camuflada» no son más que el reflejo de la inquina de un independentismo que no lleva nada bien que la alcaldesa no pase con entusiasmo del soberanismo –favorable a una consulta– al secesionismo explícito. Desde el entorno de la alcaldesa se sugería a CDC que antes de protestar por la exposición de un Franco decapitado –«ninguna apología de la dictadura», se ironiza– cuestionen a su alcalde en Tortosa, favorable a mantener una estatua franquista en la ciudad.
Decapitado
Sea como fuere, lo cierto es que la política de gestos y de manoseo de los símbolos por parte de la alcaldesa le ha acabado estallando en las manos. A derecha e izquierda, todos los grupos municipales a excepción del PSC –dentro del gobierno–, exigieron ayer dimisiones a cuenta de la muestra.
La imagen de la estatua de Franco por los suelos es en cualquier caso el último episodio de una escultura de trayectoria azarosa. Antes de ser derribada, la estatua se guardaba en un almacén municipal donde en 2013, como adelantó ABC, sin forzar la puerta y empleando un soplete o sierra radial, alguien le sustrajo la cabeza.
200.000 euros un monumento que quita es estrés...y puedes descargar gratis todo tú ira ...hacia los fachas españoles. Venga no me jodas...si a ese precio tenían que poner una estatua de esas en cada barrio jojojo
tu mismo te retratas.....eso quieres para tu ciudad????
saludos
Ada Colau anuncia que está embarazada de un niño que nacerá en primavera
La alcaldesa de Barcelona desvela en Facebook que está embarazada de 13 semanas
felicidades
¡oye pues si¡
Se puede hacer una exposición itinerante para que la gente descargue gratis la ira y el estrés. Cada año en una provincia....cuatro años de exposición.
Ya para el 2021...se puede buscar otra cosa.
Hay que descontaminar ese camión urgentemente.
El silencio es hermoso cuando no es impuesto.
No han podido tirarle del caballo porque lo sujetaba la gonflé. jajaja
El silencio es hermoso cuando no es impuesto.
El vandalismo en Barcelona contra la estatua del dictador Franco, muerto hace 41 años, es la manifestación de una de las señas de identidad emotiva del populismo socialista y del independentismo izquierdista, herederos del relato revolucionario y terrorista de la década de 1970. Socialistas y comunistas habían renunciado mucho antes del fallecimiento del dictador al uso del recuerdo de la guerra y de la dura represión como arma política. Dirigieron sus esfuerzos hacia la reconciliación. Américo Castro escribió en 1943 que la culpa era de todos, y el socialista Indalecio Prieto definió la contienda como «inconcebible», y promovió el manifiesto de 1948, con Gil Robles, antiguo líder de la CEDA, llamando a una amnistía para todos los «delitos cometidos durante la guerra civil». El escritor comunista Ramón J. Sénder se arrepentía de la crueldad «sin justificación», y el antiguo largocaballerista Luis Araquistain confesaba el error y el absurdo de haber provocado la guerra.
La generación que llegó a la escena pública en las décadas de 1950 y 1960 no estaba animada por el deseo de vengarse de Franco y de sus seguidores, sino por dos aspiraciones: la equiparación de España a los países europeos más avanzados, y la superación del «fracaso colectivo», una idea permanente desde el 98, que implicaba también a la Segunda República. Aquellos antifranquistas del interior y del exilio abrazaron la política de Reconciliación Nacional que el PCE de Santiago Carrillo declaró en 1956. Los comunistas dijeron que estaban dispuestos a «contribuir sin reservas a la reconciliación y a terminar la división abierta durante la Guerra Civil». Esta propuesta fue confirmada en el IV congreso del PCE, en 1960, con el llamamiento a una «amnistía general» que fuera «extensiva a todas las responsabilidades derivadas de la Guerra Civil». El objetivo lo explicaba entonces el socialista Elías Díaz: «Que el pasado no nos ahogue un posible futuro democrático».
El exilio republicano funcionó igual: el antifranquismo se definía por la idea de paz, perdón y piedad, que dijo Manuel Azaña. La reconciliación era la clave para la reconstrucción democrática de España. Incluso los disidentes del franquismo como Dionisio Ridruejo, Ruiz-Giménez, López Aranguren, Menéndez Pidal o Laín Entralgo habían llegado a la misma conclusión. Oponerse a Franco y defender la democracia debía ser luchar por la unidad nacional, sin venganzas, y mirando al futuro. El profesor Tierno Galván y su grupúsculo socialista insistieron ya en 1964 en que la Guerra Civil era un «hecho histórico» con una «culpa colectiva». No podía haber, decían, «vencedores» ni «vencidos».
- El «contubernio»
Esa idea de unir el antifranquismo de uno y otro lado animó el Congreso del Movimiento Europeo en Múnich en 1962, al que el régimen denominó «contubernio». Allí se reunió el democristiano Gil Robles, con Ridruejo y Joaquín Satrústegi –falangistas–, y republicanos y socialistas como Rodolfo Llopis y Salvador de Madariaga. El objetivo era la reconciliación para la democracia, sin venganzas, y con asunción mutua de culpas. Madariaga dijo que el régimen franquista había mantenido «artificialmente» el conflicto para legitimar su poder. El antifranquismo, en cambio, insistía en la reconciliación, la culpa general, el fracaso histórico colectivo, el miedo al conflicto, y en arrinconar el odio, para lo cual era preciso una «amnistía general». Es más; estos antifranquistas, incluso los de generaciones que no habían vivido el conflicto bélico, señalaban la Guerra Civil como un episodio histórico tan lejano como la Guerra de la Independencia. El cine antifranquista de entonces, que lo había, como el de Carlos Saura, evocaba la guerra y la represión franquista desde el victimismo, pero no con un mensaje revanchista.
Los antifranquistas instaban al perdón de sus represores del mismo modo que en sus relatos se orillaban los hechos criminales y vergonzosos, como la liquidación del clero durante la guerra, las sacas, las checas, las purgas, los asesinatos masivos como en Paracuellos, o la contienda armada entre comunistas y anarquistas. Hubo un pacto implícito para el perdón y el olvido durante la Transición en aras a la construcción de un marco de convivencia democrático. No fue el resultado de una presión externa; sino la convicción de que el antifranquismo se circunscribía a procurar la democracia, no a un ajuste de cuentas.
Otra cosa fueron los grupos influidos por la Nueva Izquierda de la década de 1960, comprensivos con la violencia como motor de cambio, y con el terrorismo como respuesta a la represión. Así, frente a la Reconciliación Nacional propugnada por el PCE y la concordia propugnada por la Junta y la Plataforma democráticas, surgió una disidencia que los tachaba de «revisionistas»: la Liga Comunista Revolucionaria, que constituyó ETA VI Asamblea. A esto se unieron el GRAPO y el FRAP, ambos marxistas-leninistas, que consideraban «oportunista» a Santiago Carrillo, y se decantaron por el terrorismo. Se definían como antifranquistas, herederos auténticos de la Segunda República, que debían ajustar cuentas con los represores.
Felipe González hablaba en 1976 de «asumir el pasado para superarlo», y Carrillo de que la Guerra Civil ya estaba «superada». La idea de la reconciliación triunfó en la Transición, e instauró la democracia, mientras que el antifranquismo perduró en el mundo etarra y en la extrema izquierda. Para estos el franquismo había perdurado sin hacer «justicia» y hurtando la «democracia popular». Hoy es éste, curiosamente, el relato resucitado por el antifranquismo sobrevenido de generaciones educadas en democracia, que, en contra de los que verdaderamente se opusieron a Franco, enarbolan el populismo socialista y sus acompañantes.
Estoy convencido que se descargaría el estrés mucho mejor y por muchísima más cantidad de españoles si se pusiera la estatua de cualquier Boñigallonga o el trapajo estelado?
A ver si se animan a hacer la prueba......Verás como llevo razón
zpedo no seas como ellos