Buenas a todos.
Han pasado varios días desde el brutal atentado de Barcelona, pero nada ha cambiado.
Políticos, ciudadanos, medios de desinformación, colectivos profesionales,..., rankianos, siguen esputando gargajos verbales, acusaciones gratuitas, medias verdades y mentiras disfrazadas, señalando con el dedo acusatorio a aquellos que consideran diferentes en cualquier aspecto o que no humillan testuz ante sus soflamas inquisitorias, plenas de una verdad incontestable y totalitaria.
El espíritu de Ermua ha muerto; ya agonizaba hace tiempo, pero lo hemos rematado entre todos, enarbolando con belicosidad pendones y estandartes con ira hacia lo ajeno, erigiéndonos cada uno como parte descollante de los 300 espartanos de Leónidas en defensa de lo nuestro, lo propio, lo conocido, presas de un espíritu belicoso, discriminatorio y despreciativo hacia el otro, el distinto.
Recuerdo la grandes manifestaciones por Miguel Angel Blanco o la emocionante reunión en la universidad autónoma de Madrid por Francisco Tomás y Valiente; no había banderas, ni partidos, nadie era ajeno o distinto, sólo un unánime sentimiento de rabia y tristeza. Nada que ver con lo vivido en Barcelona, todo ha cambiado... y a mucho peor.
No hemos reflexionado nada, no queremos entender que el enemigo no es el vecino, ese que piensa distinto, que viste diferente, que habla otro idioma, que no vota a nuestro partido, que profesa otra religión, que tiene otro color de piel..., ¡¡que no me da la razón y punto!!. El enemigo a desterrar y apartar de la sociedad es el terrorista, así como quienes le apoyan, defienden, disculpan, callan para no condenar a la alimaña o lo hacen con ambigüedades calculadas, quienes equiparan a víctimas y verdugos,... todos ellos son nuestros enemigos comunes y una de sus mayores fortalezas es que saben que no somos consistentes ni uniformes en nuestra oposición a su barbarie asesina.
Hemos degenerado en una sociedad cainita, envidiosa, insolidaria, egoísta, irrespetuosa, con principios morales y éticos incosistentes y volubles.
Estos días de ausencia en Rankia me ofrecían la vana esperanza de que el hilo de los atentados de Barcelona se recondujera, pero ha sido el calco de todo lo expuesto anteriormente; no somos en absoluto distintos a políticos y medios de desinformación de aquí y allá, de acá y acullá (el periodismo independiente murió de inanición tiempo ha, pero me parece que también falleció el buen periodismo en su totalidad; de los políticos, todos, mejor no hablar). No hemos sido capaces de tener el mínimo respeto de retirar de nuestro ojos las vidriosas lentes de la política y el egoísmo, para mirar a la cara a las víctimas sin ambages ni caretas.
Dos citas de Francisco Tomás y Valiente, de una contundencia brutal:
“Cuidado con las palabras, porque preparan el camino de las balas y las bombas”.
"Edificar con la razón, la experiencia histórica y la tolerancia, como instrumentos”
Sin saludos, sin vergüenza.