Puigdemont: «Pasarán años antes de que pueda regresar a España»
La estrategia del ex president y sus abogados pasa por confiar en que la Justicia europea revierta la decisión que el Supremo adopte en el juicio a los líderes del «procés».
Ricardo Coarasa. Madrid.
Un año después de cruzar la frontera para eludir su cita con la Justicia española, Carles Puigdemont sigue estando convencido de que esa decisión fue la más correcta. Fuentes próximas al ex president aseguran a LA RAZÓN que sin esa huida «no habría forma de jugar el partido en campo neutral ni de revertir el resultado del proceso judicial en España. El partido se está jugando también fuera gracias a esa estrategia jurídica, que se plasmará en un auténtico VAR a la actuación del Tribunal Supremo». De hecho, relatan esas mismas fuentes, Puigdemont tiene muy asumido que el juez Pablo Llarena, instructor de la causa contra los líderes del proceso independentista, cursará una tercera euroorden para reclamar su entrega tras el fiasco de las órdenes europeas de detención (oede) cursadas a Bélgica y Alemania. «Lo tenemos asumido y la estamos esperando –admiten–. Está preparado para hacer frente a una euroorden allá donde le sorprenda. Ya se lo hemos demostrado a Llarena». Porque aunque su estrategia procesal pasa por seguir residiendo en Waterloo (Bélgica), «tiene una agenda internacional importante y no la piensa condicionar por los vaivenes del Tribunal Supremo». A la hora de hacer balance de su decisión de fugarse, a la vista de lo que ocurrido estos últimos doce meses, el entorno del ex president sostiene que esa estrategia le ha reportado «más beneficios» que perjuicios.
«Pero no sólo para él –recalcan–, sino también para los políticos en prisión». Y es que en su opinión Junqueras, los ex consellers y el resto de líderes soberanistas actualmente en la cárcel (algunos, como «los Jordis», desde hace más de un año) «tienen algo claro» gracias a la fuga de Puigdemont, a saber: que «en Alemania los hechos por los que van a juzgarles en España son sólo el ejercicio de derechos políticos que toda democracia debe tolerar. Ellos lo entienden perfectamente».
El predecesor de Torra es consciente, según esas mismas fuentes, de que pasarán unos cuantos años antes de que pueda regresar a España (salvo que prospere una nueva oede y sea entregado por las autoridades del país donde se encuentre). «Siempre lo ha sido, pero como president también fue consciente de que debía asumir esa responsabilidad de estar al frente de esta lucha. Por interés personal estaría en su casa», aseguran en un ejercicio de optimismo, pues de haber permanecido en nuestro país ahora estaría también en prisión y no podría defender la causa como sí lo hace ahora.
Puigdemont, dicen, se encuentra «expectante» ante la celebración del juicio en el Tribunal Supremo, «pero animado y con la moral alta, resilente a tope» y, subrayan, «preocupado por la suerte de sus compañeros en prisión», por «su gente», con quien mantiene, apuntan, contactos «indirectos» pese a la distancia no sólo física que hay entre ellos. «Lo que más duro se le hace es la separación familiar, pero también –reconocen– haber recibido en estos meses una serie de críticas de quienes no entendían su estrategia, cuando lo único que hizo fue cambiar de escenario para poder desarrollar el combate jurídico».
Pese a que piensa seguir las sesiones del juicio en el Tribunal Supremo, el círculo íntimo del ex president hace hincapié en que su estrategia «no está supeditada a la sentencia, sino a la consecuciónde los objetivos jurídicos: la absolución o una resolución de la Justicia europea que revierta el procedimiento», el referido «VAR» en el que confía Puigdemont. Pero a medida que pasan los meses y ante las evidentes grietas que se han abierto en las filas independentistas, incluso en su propio partido (que el propio ex president quiere liquidar para alumbrar la Crida Nacional per la República), es inevitable preguntarse si no teme que su protagonismo político vaya diluyéndose en la distancia. «Tiene las ideas muy claras –dicen negando la mayor– y su proyecto político va másallá de su persona. Es muy consciente de su papel histórico».
Puigdemont, añaden, «sabe que vienen tiempos difíciles pero está dispuesto a asumir su responsabilidad». ¿Tanto como para regresar a España y afrontar su entrada en prisión y un juicio por rebelión? «Va a depender de lo que diga la sentencia. Con una sentencia que hubiera que venir aquí a discutir una acusación por malversación sísería posible... pero ahora mismo eso es un escenario de ficción jurídica». Porque Puigdemont y su entorno tienen asumido que «la sentencia va a ser muy dura y, en ese caso, la estrategia será la misma que hasta ahora».
El ex president, cuentan las fuentes consultadas, no se arrepiente de nada –«es una persona tremendamente consecuente»–, y más después de que, sacan pecho, «en otros países se haya demostrado que la estrategia de acusarlo de rebelión y sedición se ha quedado en nada».