Coincidiendo con el vencimiento de los primeros fondos garantizados, mi equipo y yo decidimos en su día adaptar nuestras campañas de marketing al calendario de vencimientos. Cuando se producían significaba que mucha gente tendría que volver a colocar ese dinero y, vista la experiencia, muchos se plantearían buscar asesoramiento profesional e independiente. Mucha gente y mucho dinero, porque los bancos españoles no solo son capaces de vender cualquier cosa, sino que lo hacen en magnitudes absolutamente espectaculares.
Esas cantidades no son nada comparadas con la cantidad de dinero que gobiernos y bancos centrales van a inyectar en la economía en los próximos meses. Si mis cálculos no fallan, estamos hablando de cerca de 5 billones con “b” de dólares entre ayudas gubernamentales y créditos de los bancos centrales. Aproximadamente un 6 % del producto interior bruto mundial.
El dinero se parece a la materia: no se destruye sino que cambia de bolsillo. Un obrero de la construcción que se queda en paro por el coronavirus deja de ingresar, pero la empresa que deja de pagarle el sueldo dedica ese dinero a otras cosas. O lo deja en caja, por prudencia. Pero no lo quema en un solar. El obrero tampoco deja de consumir, puesto que el Estado le paga el paro. Y así todo. Pero ese dinero se mantiene dentro del circuito de la economía real. Y lo mismo se puede decir del dinero que se dedica a los procesos de estímulo económico - inversión pública - que pondrán en marcha los gobiernos para hacer frente a la recesión. Se supone que irá a la economía real y a ayudar a quien lo necesite.
Pero, como han demostrado sobradamente los procesos de estímulo monetario, una gran parte del dinero que inyectan los bancos centrales que se supone debería ir a fomentar el crédito y la actividad económica real se quedará en el camino. Una forma muy sencilla de entender esto es ese banco que vende los bonos que compra a su vez el Banco Central Europeo y, con ese dinero, lo que hace el banco en lugar de dar créditos es especular en acciones o en bonos. Cualquier gráfico en el que se comparen las inyecciones de liquidez que han realizado los bancos centrales con la evolución de estos dos activos muestra una sospechosa correlación positiva, a veces casi perfecta.
Otra prueba de esto es que en Estados Unidos funciona mucho mejor el mecanismo de transmisión del banco central a la economía real. La euro esclerótica economía europea no anima a dar créditos. En fin, no hace falta ser un genio para entender que gran parte del estímulo monetario de los bancos centrales se queda en los mercados financieros. Y probablemente también parte del estímulo económico directo, porque hasta que ese dinero va a la economía real pasa por la banca y sus mesas de contratación.
Parte del dinero del BCE también va a indirectamente inversores particulares, especialmente a grandes fortunas, pero ese dinero tampoco se fía de los políticos europeos y no va a la economía real: va al ladrillo y a los mercados.
Así que la pregunta del millón es ¿donde irá esa enorme cantidad de dinero que no irá donde tendría que ir?. ¿A las cajas del BCE a un tipo negativo del - 0,5 %? A medio plazo no parece probable. ¿Irá a bonos? Es posible, pero hay que pensárselo dos veces. La deuda global se va a disparar a niveles nunca vistos. Lo mínimo que tendría que ocurrir como reflejo de ese incremento es que se ajusten al alza de los tipos de interés, por lo que invertir en bonos podría generar pérdidas (el precio de los bonos cae cuando sube su tipo de interés). Y no les quiero decir si hay quiebras corporativas. O impagos por parte de países emergentes. Y atención al momento en el que el BCE deje de sujetar los precios de los bonos europeos con sus compras.
Lo siguiente que uno se plantea es si parte de ese dinero podría ir a renta variable. Desde un punto de vista de precio, mirando a medio - largo plazo y sabiendo que al final el virus será una enfermedad más con su tratamiento y vacuna, parece la mejor inversión. Y más con el impulso que supondrá para las empresas la enorme cantidad de dinero en estímulo económico. El problema es cuánto puede tardar el mercado en verlo así, la famosa “visibilidad” en los negocios. En este caso que visualice la vuelta a la normalidad o “nueva normalidad” económica. Estamos, sobre todo, ante un problema de “timing”.