Leído en el Confidencial - interesante; parece que las compras masivas de auto-cartera de abril (post-desplome por la pandemia) tenían una gran razón de ser ... Ya habían comenzado las conversaciones con Vinci.
Florentino apunta contra el entrenador y ya exsucesor de la nueva ACS
El veterano empresario ha dado otro golpe para transformar su antigua constructora en una empresa de concesiones que no confiará al hombre al que nombró sucesor hace tres años
Florentino Pérez ha vuelto a hacer otra de esas piruetas que acostumbraba a protagonizar en los buenos momentos de ACS. La compañía comunicó este viernes que ultima la venta de Cobra, su división de servicios industriales, a la francesa Vinci, por 5.200 millones de euros, una operación adelantada por 'Cinco Días' y que se tradujo en una subida
en bolsa del 25%, la mayor en años. El mercado aplaudió el acuerdo con los franceses, cuyo importe es casi similar alo que valía la constructora española el día previo, 5.700 millones.
Pero, como adelantó El Confidencial el pasado 20 de mayo, que ya citó a Cobra y a Clece como filiales que quería incluir en un programa de desinversiones millonarias, este acuerdo se debe a la debilidad financiera por la que atraviesa ACS, que hasta ayer había perdido un 50% de su valor bursátil. Un castigo explicado por la pandemia y porque la jugada maestra de la compra de Abertis por 18.000 millones en 2018 no ha dado el resultado esperado, tras los problemas con su socio italiano.
ACS y la venta de Cobra: una buena operación, una estrategia arriesgada
La posible venta a Vinci de la división industrial ha generado sorpresa entre los analistas, que consideraban ésta como una rama estratégica para el futuro de la compañía
Lo de Cobra es un 'deal' transformador, brillante para el futuro de ACS, que ya no disponía del pulmón financiero para acometer proyectos donde se necesita mucha deuda. Pero no producto de una hoja de ruta predeterminada. De hecho, antes del acercamiento de Vinci, que es quien ha dado el paso, se sopesó la venta en algún consejo de administración de finales de 2019 y principios de 2020 y se descartó por completo.
Desprenderse de esta sociedad es un dolor personal para Florentino Pérez por dos motivos. Primero, porque esta compañía la creó su hermano Ignacio, fallecido en 2007, y era una de las joyas con beneficios recurrentes para el grupo. Y segundo, porque nunca la hubiera vendido de no ser por los apuros derivados de su aventura en Oriente
Medio, liderada por Marcelino Fernández Verdes, que le ha costado 1.000 millones oficiales al 'holding' —otras fuentes duplican el tamaño agujero—, un desplome en bolsa y una desconfianza creciente de los inversores.
Y el ingeniero de Caminos, como le pasa con su Real Madrid, es de los que premia el buen trabajo con suculentos sueldos, pero castiga sin sentimientos la dejadez o la falta de atención. Florentino ya tuvo que correr a finales del pasado año para anunciar la venta de la división de energías renovables a Galp por unos 2.200 millones, operación cerrada oficialmente hace dos semanas, con el único objetivo de apuntarse unos ingresos a futuro con los que maquillar el impacto de sus negocios en Oriente Medio. Aun así, ACS incumplió el objetivo de beneficios que había
prometido a los inversores, que pusieron en duda la capacidad del equipo gestor de dirigir la nave. El resultado es que, en lo que va de año, Florentino ha anunciado desinversiones por 7.500 millones, más de lo que capitalizaba en bolsa.
El acuerdo con Vinci por Cobra no entraba en los planes del presidente de ACS, que ha tenido que vender activos por 7.500 millones
El equipo gestor en ACS se resume en el propio Florentino, amo y señor, flanqueado por sus fieles Ángel García Altozano y José Luis del Valle, que ya cuentan con más de 70 años, y con Marcelino Fernández Verdes como sucesor 'in pectore' tras su nombramiento como consejero delegado en 2017. Pero igual que hace con sus entrenadores del
Madrid, el empresario no perdona los fallos garrafales, los que ponen en peligro la solvencia del grupo medida por la calificación crediticia de las agencias de 'rating', como le ha ocurrido con Marcelino en Oriente Medio. Y menos si aquellas obras, con una contabilidad hinchada, según han denunciado en el juzgado accionistas del grupo, le permitieron a su empleado más cualificado embolsarse un bonus de más de 30 millones de euros.
Pero a diferencia de lo que ocurre en el Real Madrid, en ACS no puede echar al entrenador de buenas a primeras, sin una explicación armada y racional, alejada de las pasiones, a los inversores de la constructora, que ya le han puesto a él mismo en algún que otro aprieto para continuar como presidente. A Marcelino no se le puede echar como a
Lopetegui, a Solari o incluso a Vicente Del Bosque tras ganar Liga y Champions, con argumentos soplados al oído de su comitiva de medios afines.
El presidente y primer accionista del grupo ha perdido la confianza en Marcelino Fernández Verdes, al que nombró sucesor hace tres años
En la compañía tiene que guardar las formas y ser más sibilino, por mucho que el cuerpo le pida otra cosa. Por ello, Florentino le ha ido quitando atribuciones a su delfín, que ya no será su sucesor en la presidencia cuando el calendario (73 años) y la salud le obliguen a dar un paso al lado. La revolución de la alta dirección adoptada en febrero fue el
primer paso. El presidente finiquitó a Adolfo Valderas, consejero delegado de Dragados y hombre de confianza de Marcelino, y al CEO de Cimic, la filial del agujero en Oriente Medio. Unos golpes que han tenido continuidad con más sigilo para dejar claro a su número dos de que ya perdió su confianza en él.
Todo lo contrario que con Anas Laghari, su banquero de cabecera, el experto en operaciones de mercados de capitales de Key Capital, que ha liderado, informando lo justo a Marcelino, de la operación de Cobra. Anas ha trabajado los últimos seis meses en el acuerdo con Vinci, que se acercó a ACS en abril, mientras la constructora se gastaba casi 500 millones para hacer subir su propia cotización tras caer a mínimos en ocho años. Este afinado bróker
es el que convenció a Florentino de soltar las amarras sentimentales de su querida filial con el objetivo de preparar el futuro de ACS, cada vez más concesionaria y menos constructora, y que no quedará en manos de Marcelino.