A Trump le está saliendo la jugada al revés. USA tiene que refinanciar el 30 % de la deuda del estado durante el primer semestre de 2025. Eso es una cantidad enorme, alrededor de 6.5 billones ("trillions") de dólares. Esa suma representa el 70 % del total de los 9,2 billones de dólares que están programados para vencer a lo largo de todo el año 2025. Para refinanciar barata esa montaña de deuda, Trump quiere captar dinero emitiendo nuevos bonos a rendimientos bajos, con el bono a 10 años (US10Y) preferiblemente por debajo del 3.5 % e idealmente por debajo del 3 %. Lo que planeó para lograrlo fue hundir las bolsas y que el dinero huido de la renta variable se fuese a comprar bonos nuevos de USA. ¿Cómo hacerlo? Pues subiendo los aranceles, que además es una medida que concuerda con su intención a largo plazo de volver a traer a USA las fábricas manufactureras de las empresas de USA.
Sin embargo, le está saliendo la jugada al revés. El impacto de los aranceles ha generado tal miedo y desconfianza en los mercados que el bono a 10 años del Tesoro de USA ha perdido parte de su consideración de reserva de valor y por ello sus compradores exigen más rendimiento al percibir que tiene un riesgo más alto. Japón es el mayor tenedor de bonos USA, más que China, y ha comenzado a vender sus bonos USA aunque su ministro de finanzas lo haya negado. Otros países también están vendiendo sus bonos USA. Esto hace caer el valor del bono USA y subir el rendimiento de los bonos nuevos. Al subir el rendimiento del US10Y cerca del 4.5 %, las alarmas han sonado y por eso Trump ya ha reculado dos veces con los aranceles. Se considera que, de llegar en torno al 5 %, la FED intervendría con una nueva Quantitative Easing comprando bonos USA con dinero creado de la nada, generando más inflación a medio plazo y más pérdida de confianza en el dólar.
El único objetivo que Trump ha conseguido a medias es devaluar el dólar, pero considera que la devaluación alcanzada es insuficiente.