Yo Pude Salvar a Carrero Blanco (1973)
Mi padre se había pasado de largo todo Recoletos y la Sede de la Bolsa hasta Nuevos Ministerios. Además de que lo de las golosinas ya no colaba, me habían pillado ya varias veces sentado en el baño cascándomela con el portafolio abierto y los preciados títulos entre las piernas.
A mí, y también a Paquito, se nos había unido en nuestros viajes un tercer vecino de la misma escalera, Tomasin. Era la fría amanecida de un 20 de diciembre de 1973 y despedíamos a mi padre a las puertas del Ministerio de Industria, silbando con disimulo y con la promesa obligada e insistida por su parte de no movernos.
Dos minutos más tarde, a la búsqueda de nuestro amado corro inversor, y de más derechos de Avícolas del Paramo Verde, que descontaban buen dividendo del que cuenta y andaban por los 3 enteros, bordeamos la Embajada de Francia para no ser vistos y bajábamos por Claudio Coello tarareando al unísono, en “tirítitirí” mayor, “La Vida Sigue Igual” de Julio Iglesias.
A la altura aproximada del Convento S. Francisco, esquina Maldonado, cerquita de donde estaría lustros más tarde la Sede de TERRA-Invertia, a quienes Dios Guarde Muchos Años, un señor apurado y nervioso con vaqueros, barba y melena sin gomina, nos pidió un favor. Acababa de comprar los regalos de cumpleaños de su sobrina que a punto estaba de bajar, y no quería que esta viese los paquetes, por lo que había ideado esconderlos en las alcantarillas. Prestos le ayudamos a bajar los voluminosos y nutridos paquetes desde el dos caballos,¡¡¡ COMO PESABAN!!!; una hora después, aún estábamos ayudando a ocultar los cables de los juguetes eléctricos que quedaron fuera de la cloaca. Nos dio 3 duros, 15 de las antiguas pesetas, que agradecimos, pues bien imaginará el lector donde fueron a parar pronto.
Hora y media más tarde los bedeles de La Bolsa nos despedían entre reverencias y palmaditas en la espalda “A más ver Don Baeruk y compañía!”. No bien habíamos enfilado Claudio Coello de vuelta al Ministerio de Industria felices con los idolatrados y engrandecidos portafolios bajo el brazo, cuando....¡¡¡LA OSTIA!!!.... y no lo digo por cómo nos quedaron los tímpanos o el culo de Paquito de esquirlas de cristal, es que visto y no visto las Avícolas se pusieron a dos quinceavos de entero,¡¡¡ y no digamos las otras!!!
A la vuelta en el 1.500, después de atender a Paquillo en el dispensario, el buenazo de mi padre exclamó, “pobres chicos, si se habrán asustado que se les han saltado las lagrimas y se les han quitado las ganas de cantar”...no lo sabía él bien.
Esa noche la tele, en su ansia de no ridiculizar a los servicios de seguridad, contó la historia de meses preparándolo bajo tierra. Cuento con la mayor de sus discreciones, por Todos los Santos les suplico que no me pongan en evidencia a todo este respecto y sepan guardar el secreto aquí, entre nosotros.