Los engaños del Desarrollismo.
Verano del 74. Gracias al diestro impuso de D. Manuel Fraga Iribarne desviando desde varios ministerios fondos de las VPO a muchas de las playas peninsulares, Torremolinos estaba cada vez más de moda y mi padre, creedor en su inocencia de que tenía olfato para los negocios, se emperró de todas, todas en “comprar un apartamento para pasar los veranos allí”... ATENTOS AL DATO: (...) “y también a modo de inversión”(…), dejó caer.
Como quiera que mi noble progenitor andaba muy ocupado y Tomasin tenía ya el carné, nos entregó las llaves del 1500, un poder, y 22.900 de las antiguas pesetas que consiguió ahorrar para la entrada del apartamento y que debíamos entregar en la notaria de Torremolinos a cambio de la escritura y el contrato.
A poco de salir, quiso la suerte que nos despistamos en Caudete de Las Fuentes y acabamos adentrándonos por la Nacional III, dirección a Madrid. Eludiendo los peligros inherentes a la maniobra del cambio de sentido llegamos a la Plaza Lealtad, junto a nuestro venerado edificio de la bolsa, con la sombrilla y los flotadores en la baca del 1500. Aunque aún casi imberbes, y a la sazón añadiendo a la preceptiva corbata, chanclas, bermuda y boina para el sol, siempre había un rumor en los corros a nuestra llegada. Grande era nuestra fama y nuestra amistad con los bedeles de la bolsa y nos dieron un buen chivatazo que nos vino “al pelo”. Si mi padre quería invertir en la Costa del Sol, las Inmobiliarias SOFICO centraban allí la mayor parte de su actividad, subían como demonios con guindilla al culo y, lo que es más importante, le darían amplio dividendo del que cuenta a añadir a esas plusvalías sumándose en el devenir de los años. Bien entenderá el lector -ya iniciado en las argucias del buen invertir- que no había mucho que pensar con una oportunidad así. Preferimos comprar las SOFICO con el poder de mi padre y las 22.900 pesetas de las antiguas, imaginando la alegría que se llevaría cuando nos viese llegar, y dimos merecida propina a los bedeles del majestuoso Templo.
Tal era nuestra algarabía y entusiasmo a nuestro regreso, que Tomasillo se salió de la carretera y fue a dar con el 1500 en el único pino que Comarca Manchega lucía junto a la cuneta de la Nacional III. Pero aún maltrechos y heridos dimos Gracias al Cielo que en su infinita bondad nos permitió sacar entre el fuego los portafolios INTACTOS del amasijo de hierros al que se redujo el celebérrimo vehículo.
Con objeto de evitar un posible bloqueo de Rankia omito detallar las injurias que profirio mi padre contra los tres cuando le contamos lo del coche. Al tiempo tornabase bermellón intenso y le faltaba el aire. Pero contuvimos nuestra alegría interior, pues esperábamos que de seguido nos preguntase por las escrituras para obsequiarle la sorpresa.
Tres meses más tarde de aguantar sentados la posición de las SOFICO, mi padre aún seguía en el hospital del amago de embolia y las Inmobiliarias SOFICO fueron con otras semejantes a la quiebra, incluyendo juicio por estafa al inversor que, curiosamente, al igual que las MATESA y las BCI, nunca fue depurada con saldo indemnizatorio. El médico nos prohibió que le dijésemos nada hasta un año más tarde a pesar de las insistencias de mi padre. Lo más raro es que el ladrillo siguió subiendo esa decada a múltiplos asombrosos, al tiempo que todos los precios lo hacían. Todos, excepto los activos mobiliarios bursátiles que “subían” también, pero en sentido contrario.
Así era amigos mios, aún no había cumplido mis primera década y la adversidad del destino y mi propio progenitor no parecian dispuestas a hacerme facil la tarea. Poco sospechaban los ojos de la Historia el personaje que estaba forjandose. Reciban mi más amplia inclinación de cerviz.
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Y en proximos episodios...
El destape, de la Concha, Rubio, Conde, y por qué Walt y Disney, congelado en una cámara criogénica y con una clausula especial en su testamento, es con Baruch el mejor largoplacista de todos los tiempos y un ejemplo a seguir.