Mi día de trabajo comienza a las 6:05 a.m., a las 6:45 llego a la una oficina repleta de analistas, bastantes como para jugar un partido de baloncesto.
En la mayoría de fondos no hay bastantes ni para un solitario. Pero no jugamos a basket, sino que trabajamos muy duro. Muchas horas extra.
Mi escritorio está muy desastrado, mezclando antiguos libros de contabilidad con modernos aparatos electrónicos. Se amontona las S&P Guides, justo detrás, está mi “Quotron” (Primitivo sistema informático que provee de cotizaciones y algún gráfico, antecesor del terminal Bloomberg).
El trading es la menor de mis preocupaciones, tengo tantas cosas que hacer durante el día que el trading me relaja mucho, es como un descanso. Tengo que preparar, redactar y calcular muchos informes y ratios. Así como ir a coloquios con compañías.
Redacto todos los días una lista de compañías que compraría o que vendería y la razón por la que lo haría.
Tengos muchos ayudantes con mucho talento que hacen lo mismo que yo. Suelen ser silenciosos pero cuando abren la boca es para algo importante.
Suelen aprender mucho más de mis errores que de mis aciertos. La inteligencia en una gestora crece de forma exponencial al número de cerebros. Se piensa mucho mejor en compañía. Los rumores corren mejor y hay muchos ojos mirando al mercado.
Otra de mis pasiones es la de crear carteras específicas para cada tipo de activo: Ultramarinas, De crecimiento a largo Plazo, OTC Portfolio, etc… Ello me ayuda a destacar en qué me equivoco y en qué acierto.
Antes de cada compra, cada uno de nosotros tenía que explicar al resto durante tres minutos el porqué de su compra. Con el tiempo reduje a 1 minuto el tiempo que teníamos para convencer al resto de nuestra compra.
Intentaba estar bastante aislado del resto de WallStreet, ya que si pasabas demasiado tiempo entre una opinión hostil, al principio piensas que se equivocan, pero con el tiempo acabas pensando que esos miles de pequeños cerebros, tal vez, tengan razón. Y acabas vendiendo Chrysler a 30$ demasiado pronto.
Los otros fondos eran rivales míos en el aspecto de cuánto dinero nuevo eran capaces de atraer cada uno. Los consejos que recibía de casas de recomendación o brókers fui cogiéndolos con cuidado conforme entendía cuáles eran sus intenciones.
Estar alejado de los consejos de los expertos de WallStreet es imprescindible para seguir creciendo. Los analistas más influyentes dedican mucho tiempo a defender sus ideas y vender sus consejos y muy poco tiempo a estudiar compañías y el mercado.
Durante esa época Maguellan aún era pequeña, 100Mill$ que dividí entre 200 acciones. Acciones de todo tipo: John Blair, una Broadcast (Media); Verbatim, una empresa dedicada a la fabricación de diskettes, Pic”N”Save, una cadena de supermercados descuento..
En aquella época tuve que enfrentarme todos los días a porcentajes de crecimiento.
Una regla que me encantó fue “La regla del 72”.
Según esta regla, si tienes un porcentaje de crecimiento, y divides 72 entre él, te da el número de años en que doblas la inversión.
Por ejemplo, un crecimiento del 15% anual: 72/15= 4’8 años para duplicar.
Después de seguir las evoluciones de las empresas cíclicas, calculé que se puede multiplicar por 5 durante el ciclo.
Hay que analizar el riesgo del negocio, una empresa de ordenadores puede perder la mitad de sus ventas si un competidor crea un ordenador mejor. Pero una cadena de cafeterías de donuts de virginia no va a perder ni un cliente por que se cree un nuevo competidor en Ohio. Y si es en Virginia, tardará décadas en tirarla del mercado y los inversores lo verán venir.
Compré IBM por su balance estable y sus previsiones de crecimiento, pero sabía que asumía un riesgo de competidor.
Mis superiores no entendían por que compraba empresas que nadie conocía, o por que vendía unas acciones a 40$, para después cambiar de opinión y recomprarlas a 50$. Pero no tenía que justificarme nunca. Y no sufría críticas desmoralizadoras sobre mi estrategia.
La mayoría de gestores se conforman con superar el índice y no se replantean sus estrategias. Yo utilicé los sabados para ordenar mi ordenador, y mis ideas.
Los comienzos de 1982 fueron terribles, aumentó la inflación y el desempleo, y mucha gente compraba oro, escopetas y latas de comida. Los tipos de interés subieron mucho, el Tesoro de Estados unidos estaba pagando un 13% anual.
No compré bonos porque estaba asustado de las acciones, compre bonos del Tío Sam porque ofrecían un rendimiento más alto de lo que cabría esperar de las acciones.
“Cuando la renta Fija ofrezca más del 6% anual que los dividendos del S&P, vende acciones y compra bonos”
Yo imaginaba que tarde o temprano habría una bajada de tipos, por lo que Bonistas de Largo Plazo y accionistas ganarían mucho dinero.
Si esta bajada llegaba algún día, la economía reviviría, y los americanos lo primero que necesitarían comprar serían coches. Por eso compré Chrysler en AMrzo de 1982.
Chrysler se vendía a 2$ porque se esperaba su impago. Sin embargo, tenía más de 1.000 Millones$ de Cash y el Estado garantizaba suficientes préstamos a Chrysler para su supervivencia a corto plazo. Tuve una reunión con los directivos donde me convencieron de que sus nuevos Dodge Daytona serían el coche perfecto para las jóvenes multitudes de neoyorquinos. El G-124 podría acelerar de 0 a 100 más rápido que un Porsche. Me enamoré de esos coches, y de sus acciones.
En Julio, Maguellan tenía un 5% de sus activos invertidos en Chrysler, el máximo que permiten las leyes de la SEC.
En Octubre comenzaron a bajar tipos y rebajé mi posición en bonos del estado hasta el 5%, después de haber conseguido grandes ganancias.
Los activos del fondo estaban un 11% en automóviles y un 10% en retailers (minoristas).
La semana anterior a Hallowen hice mi primera aparición en el Wall Street Week, recuerdo a Lous Rukeyser que me decía: Tranquilo, lo harás bien, solo hay 8 millones de inversores mirándote.
Rukeyser inició el show comentando que los políticos asustaban más a Wall Street que los goblins (ogros). Muchos periódicos comentaban por aquella época que esta era la peor crisis desde 1.929, siempre lo es.
Me preguntó que cual era el secreto de mi éxito: -“En un año he visitado 200 compañías y he leído más de 700 balances”.
El Fondo Magellan recibió millones de aportaciones tras ese día. Desde ese momento no tuve que vender una empresa para comprar otra, ya entraba dinero suficiente como para hacer compras.
Dividí Magellan en dos carteras: Una de cíclicas y otra de conservadoras. Cuando el mercado caía, vendía las conservadoras y compraba cíclicas. Cuando subía, vendía cíclicas y solo compraba defensivas.
Una Ironía: Cuando Magellan era pequeño me concentraba en las compañías grandes, cuando se convirtió en un Fondo Grande, me pude concentrar en las empresas pequeñas.
Quotron